La langosta de principios de 1940 destruyó todo, ni las hojas del
monte se salvaron, todo quedó ch’ilib,[1] todo se lo comió la langosta, y fue en los
tiempos de la cosecha cuando llegaron.
Porque en esa época pasaron por toda la Península millones de langostas. La langosta comía todos los cultivos de maíz, no tenía qué comer la pobre gente. Sólo harina comían, poco arroz, frutos del ramón y macales y demás tubérculos y hasta raíces.
Pero ahí tienes que había un señor, don Nico
Cab, que por gracia de Dios no le comieron sus 100 mecates de milpa las langostas,
y pues este señor se volvió rico, que hasta hacía sus cigarros con billetes.
¿Y
por qué hacía sus cigarros con billetes? Pues porque en tiempos de la langosta todo
se conservó en su milpa: que frijol, que ibes, que calabacitas. Entonces don Nico
se dedicó a venderlo al pueblo hambriento.
2 comentarios:
¿Es verídico? Tiene un dejo de "increíble", aunque bien sé que es posible.
Las langosta de principios de la década de 1940 fueron demasiado verídicas (los periódicos y registros agrarios están cundidos de información al respecto), y en cuanto a la historia de la milpa de don Nico Cab, me lo contó un viejo ejidatario originario de Tahdziu y radicado en Peto. Después cotejé el relato con un pequeño libro sin publicar de historia de Tahdziu, escrito por unos amigos, y aparece nuevamente la historia de don Nico Cab. Creyente fervoroso de la memoria oral, doy por hecho que así fue. Saludos!!
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