El ex doctor colmexiano
“[…] nuestro oficio se practica sin prisas ni
pendejadas burocráticas, leyendo más de lo que se escribe, pensando más de lo
que se publica…”
El epígrafe que antecede estas palabras, polémico,
claro y sin tapujos, lo escribió el investigador y profesor del Instituto de
Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, Luis Fernando
Granados. El doctor Granados, miembro del Observatorio de Historia,[1] ha
escrito un texto devastador y, al parecer, difícil de rebatir, llamado
“Cómplices del plagio”.[2]
El caso Nuñez Arancibia,
que fuera “tendencia” en redes sociales hasta revolver con su ruido y furia de
dicterios, lamentaciones, escupitajos y mea culpas de ríos de tinta, el en
apariencia bonancible gallinero académico mexicano hace unas semanas, le sirve
al doctor Granados, como texto y pretexto para argumentar una autocrítica que
ha abierto brecha para que otros posibles académicos (sobre todo, los siempre
taciturnos historiadores), serios y que aman su profesión artesanal de hacer
avanzar el conocimiento en sus áreas, y alumnos dispuestos a empaparse de la
vida académica e investigativa desde sus primeros años universitarios; hagan la
crítica incisiva de los “usos y costumbres”, manías y maneras, figuras y
desfiguros, conchabamientos y aburguesamientos, de la Academia Mexicana. Fue
tan certero en sus apreciaciones el texto del doctor Granados, que hasta la que
fuera directora de tesis del delincuente chileno Rodrigo Nuñez Arancibia, María
de los Ángeles Pozas, así como otro connotado investigador, respondieron. El
historiador Roberto Breña, un “rechazado y rijoso”[3] colmexiano
(recordemos que el COLMEX es una de las instituciones académicas con vela en el
entierro del caso Nuñez Arancibia), que con otros investigadores ya había
dirigido una carta abierta a la opinión pública, a la comunidad académica
mexicana, al Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT, y a las
instituciones superiores educativas del país,[4] saludó
con entusiasmo el artículo de Granados. Aunque manifiesta no estar de acuerdo con
la utilización de la palabra “cómplice”, Breña expuso que lo que le parecía más
rescatable del texto, era la idea de que “si queremos realmente terminar con el
plagio (o, mejor dicho, reducirlo lo más posible), debemos pensar en una serie
de medidas que vayan más allá de nuestra capacidad para detectarlo y de
castigarlo cuando se presenta”. Breña, que en su momento había prestado
atención a otro plagio descomunal,[5] dijo
que la indignación – ¡y vaya que el caso del chileno causó toda la indignación
sulfurosa, estancada en la bilis de más de un doctor de alto nivel
investigativo y sin trabajo!- “no sirve para nada si se piensa en términos de
futuro”, y que “Tampoco hay que convertir al medio académico mexicano en la
noche en la que todos los gatos son pardos”.[6]
Desde luego que en la Academia Mexicana, con sus regionalizaciones como la
Academia Yucateca o peninsular, la que conozco más, existen sus sanas
excepciones a esa especie de regla que en la actualidad, debido a la barbarie
educativa neoliberal y a la masificación sistemática de la educación, se
patentiza en doctorados donde las exigencias académicas, el espíritu libresco y
el afán de conocer por conocer, se vuelve rara
avis.[7]
María de los Ángeles
Pozas, del Centro de Estudios Sociológicos del COLMEX y que fuera la
responsable de dirigir “la tesis” doctoral, es decir, el copy-paste del pirata
chileno, apuntó algo que me parece hay que tomar en cuenta, para no caer en la
trampa de satanizar de raíz y en bloque a la Academia Mexicana, que si bien
está plagada de simuladores, vividores y falsarios (sobre todo, en universidades
donde es ubicua la mano corrupta de intereses distintos a la academia),[8]
igual cuenta con maestros en toda la extensión de la palabra, e investigadores
que han hecho florecer, más que en ningún otro momento de la ciencia en México,
el saber y la enseñanza en el país.[9]
Pozas, con su mea culpa extemporánea,
expuso lo siguiente:
Pero en el
Centro de Estudios Sociológicos (del COLMEX) abunda la pasión por el
conocimiento, el interés por lograr formar a los mejores sociólogos del campo.
Nuestros estudiantes son los mejores testigos de este esfuerzo. No se puede, no
es justo, poner en duda la integridad moral y la calidad académica de este
Centro por un estudiante deshonesto que tomó ventaja de la confianza básica
sobre la que se sustenta la relación estudiante-profesor. No quiero ni imaginar
un mundo académico basado en la sospecha, el acoso o la vigilancia policiaca. Siento
vergüenza sí, por no haber podido evitar tanto escarnio público, por no haber
podido evitar el daño irreparable que estas acciones infringieron en Cecilia
Montero [la autora plagiada en casi la totalidad de un libro de su autoría, por
Núñez Arancibia]. Pero no me arrepiento de haber confiado y, con todo el riesgo
que esto conlleva para mi propia carrera, seguiré partiendo del supuesto de la
honestidad intelectual de mis estudiantes.[10]
La polémica del plagiador compulsivo, como apunté en
un texto anterior, comenzó a crecer como pólvora en las redes sociales, pero la
reacción tanto de la Universidad Michoacana, así como la del COLMEX, no se dio
sino posterior a los artículos periodísticos aparecidos en el periódico El Universal.[11]
En su momento señalé que el affaire
Núñez Arancibia, el COLMEX lo debía enfrentar inteligentemente, sentando la
“jurisprudencia” necesaria para removerle el grado de doctor al execrable
plagiario, así como tomar medidas “laborales” o académicas contra la directora,
el sínodo y todos los que colaboraron para la obtención del grado máximo. Marco
Estrada Saavedra, investigador del Centro de Estudios Sociológicos, a quien
agradezco la lectura de mi pequeño artículo, comentando mi texto y enviándome
una liga periodística,[12] me señaló que mi “pronóstico sobre el
comportamiento de El Colegio de México sobre el caso de plagio de un ex
estudiante nuestro del Centro de Estudios Sociológicos, resultó,
afortunadamente, equivocado”.[13]
Sin embargo, como inquirí en mi artículo, ¿destituyó, vetó o interpuso una pena
laboral o académica el COLMEX al sínodo del falsario plagiador por sus graves
omisiones y acciones? ¡Para nada!, el COLMEX únicamente se restringió a “degradar”
académicamente al plagiario, pero en su comunicado de prensa no se refirió ni
por equívoco a los que de algún modo u otro participaron para la obtención del
grado del plagiador. En este sentido, podemos decir que la jurisprudencia
deseada –el retiro del grado al plagiador y la sanción correspondiente a la
dirección del falso tesista y al sínodo omiso- que serviría para acciones
futuras a otras instituciones académicas y centros de investigación del país,
se dio a medias, aunque hay que dejar patente que es la primera vez que, en 75
años de la institución, se retira el máximo grado académico a un alumno salido
de esa casa de estudios.
Como he dicho al inicio
de este artículo, el caso Nuñez Arancibia levantó más de una ceja al gremio de
los apacibles investigadores mexicanos, y llenó de una especie de sospechosismo
pestilente a la Academia Mexicana, rehén de las “eficiencia terminales” y de la
chabacanería estudiantil que es posible de observar, incluso, en postgrados de “calidad”
de donde son algunas tesis chocolate. De todos los ríos de tinta que corrieron
y desventraron los diques de palabras, he apuntado el texto del doctor
Granados, pero también hay que apuntar en estas hojas el ameno y diatribezco texto
del historiador José Antonio Aguilar Rivera.[14] Sinteticemos
unas ideas importantes del texto de Granados, para posteriormente traer a
colación la labor del segundo.
Para Granados,[15]
la enfermedad de la Academia Mexicana tiene que ver con esos incentivos, ese
puntillismo, esos “estímulos” creados por instituciones como el Conacyt y el Sistema
Nacional de Investigadores (SIN), que otorga canonjías y prebendas, u oferta presupuestos,
regala viajes al extranjero para presentar refritos de ponencias mal escritas (conozco
burgueses académicos que se refocilan en hablar de sus viajes a París, a Rusia,
a Sevilla, a Centroamérica o Sudamérica); basados en las cantidades
industriales del trabajo académico que, a veces, más que hacer patente la productividad
académica, sólo resulta ser la misma gata revolcada, el mismo artículo presentado
hace un año, y escrito con diferente sintaxis y una que otra arrejuntada
bibliográfica. Para Granados, “en la academia mexicana, el robo y el engaño, la
impostura y el abuso, son cualquier cosa salvo excepciones”. Podemos apuntar,
que no sólo el robo, igual las chapuzas, las chambonadas y el mercenarismo –es decir,
la búsqueda de tesistas que “dirigir” para mejor digerir los puntos para el SNI-
es el pan de cada día que infecta las universidades del país. Para Granados,
casos como el de Nuñez Arancibia y el de Boris Berenson, “son una caricatura
deformada” de buena parte de la Academia Mexicana, debido a esa insistencia de
los órganos educativos del Estado, exigiéndole concreciones investigativas a
los académicos en tiempos récords.
Es un hecho que, como
señala Granados, “el estatus y el salario de los profesores depende de la
medición de su trabajo científico y no tanto de su calidad”. Y así resulta que
en las prensas de la Academia Mexicana, sobre todo, en los mares de la historia
y los charcos de la antropología donde en teoría se debería escribir con “claridad
y transparencia”, se imprimen mamotretos mal escritos y endogámicos, aburridos
y bostezantes, donde las historias “teorizantes” o las teorizaciones talmúdicas
de los historiadores, antropólogos o “científicos sociales”, se convierten en
escrituras impenetrables debido, no a su profundidad teórica y su rica erudición,
sino a la banalidad de no saber escribir, de no haber leído a los clásicos del
idioma antes de sentarse a escribir “la tesis”.[16]
Frente a “los altares”
que se han levantado a “la eficiencia terminal” en la Academia Mexicana, hasta el
punto de que el SIN evalúa la investigación científica basado en “principios
fordianos”, Granados rompe lanzas contra “un ecosistema institucional que no
reconoce la especificidad de nuestro trabajo”, para recordarnos que no hay que
olvidar que nuestro oficio de historiar “es más artesanal que fabril: que las
ideas se cuecen a fuego lento, que las evidencias se construyen de a poco, que
la escritura se hace palabra por palabra (y con diez mil tachaduras de por
medio)…”[17]
De igual modo, Granados hace una sociología rápida de los más vicios que
virtudes de la Academia Mexicana: la manía de los puntos (el puntillismo) que
se presenta desde licenciatura y se corona con los congresos, las conferencias
y todo el “mundo académico” que recorre el investigador para llenar su cuota de
“asistencia” y puntos para el SNI. Asimismo, para molestia de muchos, no
podemos estar sino de acuerdo con Granados en la idea del compadrazgo, del
amiguismo y las especies de mafias que gangrenan los actos académicos: en
coloquios, en Seminarios, en Encuentros académicos, en publicaciones para revistas o libros "coordinados", las más de las veces los
organizadores invitan a los amigos, a los amantes o ex amantes, a los
discípulos o las voluntades cercanas y cercadas. La Academia Mexicana, desde luego que
tiene mucho de cartel de narcotráfico. Algo igual que señala este autor, lo vi
en reiteradas ocasiones en los archivos y bibliotecas de Mérida: me refiero al
hecho de que los “investigadores” consagrados, o las divas de barrio meridano
de un centro investigativo o de los pasillos de la UADY, hagan uso de los “tamemes”,
sus estudiantes o becarios que los reemplazan en los archivos y bibliotecas,
que dan clases por ellos, o que escriben el borrador que la vaca morcilluda del
investigador terminará por darle el toque maestro y se plagiará sin más
preámbulos las ideas del alumno. O bien, las tesis de los que dirige, o los
trabajos de campo o la paleografía del “becario”, abultarán la monotemática
bibliografía de la vaca morcilluda. Y ya no quiero entrar a materia de criticar
a los tesistas meridanos, pero podemos apuntar que igual estos futuros
monotemáticos hacen tesis de licenciatura que, como dice Granados, regurgitan
en tesis de maestría y tesis de doctorado, hasta investigaciones de pos
doctorado.
Por último, Granados
aboga por una modificación estructural del sistema viciado de la Academia
Mexicana, y es de la idea de que se tiene que homologar la docencia con la
investigación y la divulgación, y que en vez de crear “productos” fordistas de
investigación, no debemos perder de vista que el fin de la ciencia es crear o
hacer avanzar el conocimiento en las distintas áreas. [18]
Respecto al texto del
erudito historiador liberal José Antonio Aguilar Rivera, es interesante porque
centra su mirada en “la carta náutica de los mares que el pirata académico surcó
durante más de una década saqueando a diestra y siniestra en la absoluta impunidad”.[19]
Aguilar Rivera realiza una especie de corte de caja de los aproximadamente
catorce autores que Nuñez Arancibia pirateó criminalmente durante ese lapso.[20]
Leyendo el trabajo de Aguilar Rivera, podemos recorrer la carta náutica del
pirata: en Chile, de donde es originario, así como en otros países
sudamericanos, publicaba textos originariamente publicados por sus autores en
México, y en México publicaba los trabajos de los sudamericanos. Extraña mucho
que, a pesar de la tecnología informativa posibilitadas por la internet, los
editores de las revistas y libros no se dieran cuentan de esos plagios
brutales.
Aguilar Rivera aboga
por un código de ética en todas las instituciones educativas del país para
hacer frente a otros casos de plagio, aunque reconoce que “El pirata Nuñez
Arancibia es sólo un síntoma de una enfermedad que no podemos borrar de un
plumazo”, no es una anomalía, pero sí “la consecuencia natural de las
oportunidades que el medio ofrece”.
Sintetizando, podemos
decir que el precedente –aunque no como uno en su criterio quería- del Colegio
de México, al removerle el cargo a su compulsivo plagiador, desde luego que
sentará un precedente en la historia de la Academia Mexicana. Asimismo, tenemos
que recordar que nuestra ciencia clionáutica, la verdadera Clío virginal y no
la Clío prostituta y mercenaria, no conoce de eficiencias terminales ni de
plazos perentorios. Los vástagos de Clío, como el amor, lo ha recordado el
doctor Granados, se hacen a fuego lento.
[1] Una
muestra del trabajo de este historiador se puede conocer en esta siguiente, puntillosa historiografía de la independencia
mexicana: “Independencia sin insurgentes. El bicentenario y la historiografía
de nuestros días”. Desacatos, número
34, septiembre-diciembre, 2011, pp. 11-26.
[2] “Cómplices
del plagio”, por Luis Fernando Granados, publicado en El Presente del Pasado 2.0. Una publicación del Observatorio de
Historia. http://elpresentedelpasado.com/2015/07/09/complices-del-plagio/
[3] “Breña,
rechazado y rijoso”, por Enrique Krauze”, Letras
Libres, septiembre de 2011. La polémica entre el historiador liberal y el
colmexiano, surgió por una muy endogámica y academicista crítica al libro de
Krauze De héroes olvidados, escrito por el segundo. Cfr. Roberto Breña, “De
héroes y mitos: De bronce y de cobre”. Revista
Nexos, 1 de mayo de 2011, consultado el 21 de julio de 2015 en http://www.nexos.com.mx/?p=14302
[4] Cfr.
“Sobre el plagio académico”, revista Nexos,
9 de julio de 2015. http://www.nexos.com.mx/?p=25563
[5] Roberto
Breña, “El caso Berenzon y la academia mexicana”, revista Nexos, 17 de junio de 2013.
[6][6]
Roberto Breña, “Plagio académico: decisiones, ‘complicidades’ y el futuro
inmediato”, revista Nexos, 13 de julio de 2015.
[7] Para el
caso peninsular o quintanarroense de la masificación de la educación y la poca
calidad educativa universitaria, cfr.
mi texto “Los unamistas (y los ágrafos) de la UQROO: la hermandad guachinanga
en la academia quintanarroense”, 27 de febrero de 2014.
[8] Para el
caso que conozco, puedo citar estos textos míos sobre la Universidad de
Quintana Roo: “Los unamistas (y los ágrafos) de la UQROO: la hermandad
guachinanga en la academia quintanarroense”, 27 de febrero de 2014; “La
universidad de Quintana Roo: entre la mafia académica, la tiranía autoritaria,
y la tercera vía, la autonomía”, 5 de diciembre de 2014. Ambos textos se encuentran
en mi blog personal, http://gilbertoavilez.blogspot.mx/
[9] En su
libro, El oficio de historial, el
gran sanjosefino, don Luis González y González, apuntó esta profesionalidad y
seriedad de los amantes de Clío, arropados por las instituciones creadas por el
Estado postrevolucionario, muy distinto el contexto de estos historiadores, con
el contexto de siglos anteriores.
[10]
Contestación a Luis Fernando Granados por parte de la doctora María de los
Ángeles Pozas, directora de la tesis pirata del pirata chileno.
[11] Sobre
esto, cfr. mi texto “¿Baldón
colmexiano u oportunidad para sentar la jurisprudencia Núñez Arancibia en
materia de plagio?”, disponible en http://gilbertoavilez.blogspot.mx/2015/07/baldon-colmexiano-u-oportunidad-para.html
[12] “Colmex
retira grado de doctor por plagio. La institución comprobó que la tesis de
Rodrigo Núñez Arancibia para obtener este grado académico es una copia casi
íntegra del libro ‘La revolución empresarial chilena’”, El Universal, nota de Gerardo Martínez, 7 de julio de 2015.
[13]Opinión
del doctor Marco Estrada Saavedra, en “¿Baldón colmexiano u oportunidad para
sentar la jurisprudencia Núñez Arancibia en materia de plagio?”
[14] Cfr. “El extraño caso del pirata
Arancibia”, por José Antonio Aguilar Rivera, revista Nexos, 13 de julio de 2015.
[15] Gloso
el artículo del doctor Luis Fernando Granados, “Cómplices del plagio”.
[16] El
crítico acerbo de la endogamia y la mala escritura ratonil de la académica
mexicana, Enrique Krauze, ya había apuntado sobre esta enfermedad de la “prosa
profesoral”: “Nuestros maestros decían que hay historiadores del verbo e
historiadores del sustantivo. Los primeros son cinematográficos: narran
acciones individuales y colectivas, procesos y episodios de toda índole y de
toda dimensión: locales y nacionales. Los segundos son fotográficos: se
detienen en un momento significativo, una persona (sus motivaciones, sus ideas,
sus pasiones). La corriente académica a que aludo –dominante, repito, en varios
claustros privados y públicos– no conoce el verbo ni el sustantivo. No le
interesa el “qué”, el “quién”, el “cuándo”, el “cómo” ni el “para qué” de la
historia. Lo que parece interesarle es el “por qué” de la historia (la
causalidad), pero ese énfasis no la ha conducido a los prolegómenos siquiera de
una filosofía analítica seria, sino a una moda en la que las elucubraciones más
oscuras, subjetivas, insustanciales, autocomplacientes, pasan por
interpretaciones científicas. Sus textos son una especie de caricatura
hegeliana: pretenden encontrar las partes en el todo, el todo en las partes. El
resultado no es el Espíritu. El resultado es la banalidad. A los practicantes
de la teorización –que abarca también a las ciencias sociales y el estudio
“crítico” de la literatura– conviene recordarles que el público lector sí
existe y sí importa. Un científico puede, legítimamente, escribir para tres
colegas. Quizá son los únicos capaces de entenderlo. Esa selección está en la
naturaleza misma de las ciencias duras. Pero la historia no es, no puede ser,
una disciplina para iniciados, una escritura impenetrable. Un historiador cabal
no debe ensimismarse en un ejercicio narcisista que le dé puntos en el SNI pero
no aporte un ápice a lo que verdaderamente cuenta: el avance compartido del
conocimiento”. “La UNAM y el
Bicentenario, desvaríos históricos”, por Enrique Krauze, Letras Libres, diciembre de 2007.
[17] “Cómplices
del plagio…”
[18] En este
sentido, vale la pena mencionar una opinión interesante al texto del doctor
Granados, escrito por una tesista doctoral del COLMEX, Alma Parra, que señaló
su molestia contra la “eficiencia terminal”, los falsos estándares de “calidad”
de algunas maestrías y doctorados que radican en la errónea idea de que
mientras más graduados se tenga, mejor será la eficiencia del postgrado; o los
tiempos cortos que imponen los programas de maestría y doctorado para la
graduación, que no permiten abundancia y profundidad en el tema.
[19] El
extraño caso del pirata Arancibia”, por José Antonio Aguilar Rivera, revista Nexos, 13 de julio de 2015.
[20] Y aquí,
no podemos sino recordar, que los hechos delictuosos de Nuñez Arancibia no
deben quedar para la anécdota de una posible historia universal de la infamia
académica, sino que exigimos que se le inicie un proceso penal y que regrese de
forma íntegra el dinero recibido por actividades no realizadas.
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