Por culpa de esa
malhadada guerra, llamada Guerra de Castas de Yucatán, la Península no pudo ser
nación independiente. Encontrándose fuera del seno de México cuando en Tepich
se dio el grito de Cecilio azuzando a la barbarie el 30 de julio de 1847, los
yucatecos (blancos, mestizos e indígenas) no pudieron parar esas mangas de
langosta de blancos, mestizos e indígenas levantados en armas,[1] y que
comenzaron a crecer de forma sostenida hasta sitiar a Mérida y a Campeche.
El gobierno,
desesperado, malbarató la soberanía yucateca a Inglaterra, a España y a Estados
Unidos. Nadie aceptó la imploración yucateca, ese grito proferido en medio de la soledad
americana mientras los tunkules de
guerra de los bárbaros horadaban los días con sus noches, sólo unos cuantos
batallones de yanquis llegaron a pelear y a morir como verracos en la floresta
peninsular. Y el gobierno, al ver que tantos pueblos del sur y del oriente,
tantas haciendas y ranchos de azúcar, y capitales de partidos políticos como
Valladolid, Peto o Tekax habían sucumbido ante “la alpargata” del bárbaro, no
le quedó de otra que mandar ministros y diplomáticos a México para pedir que la
vuelta de Yucatán al seno mexicano sea aceptada a cambio de armas y dinero para
contener a la barbarie. Los mexicanos mandaron lo necesario para defender a la
civilización yucateca que corría el peligro de fenecer en medio de la más
completa oscuridad, y no le pidieron a los yucatecos anexarse nuevamente al
Estado mexicano. Por ese sólo gesto magnánimo, los yucatecos todos,
agradecidos, exigieron la inmediata reincorporación de Yucatán al extraño país
llamado México.
La idea soberanista de
los yucatecos, sin embargo, no desaparecería. En momentos de auge, y una vez
exorcizados los fantasmas de la Guerra de Castas, las élites yucatecas, majadas en sus intereses, volverían a
insistir en la independencia de Yucatán en 1915, en los tiempos de Felipe
Carrillo Puerto y hasta con Cárdenas.
[1] No
necesito decir que la Guerra de Castas fue al inicio, en ambos bandos,
multiétnica.
Me cuentan
que en el muro de Facebook de un idiota acomplejado de no sé qué diablos del
trauma de 500 años, al parecer demasiado autoritario el loador de la milpa que
un día quiso ser neo cacique de la Villa de donde nací; una Villa siempre conservadora y de buenas costumbres que,
aunque les mal pese a los fundamentalistas étnicos autoritarios, le dio la
espalda al acomplejado y resentido del trauma de 500 años.
Digo que en el muro de esta especie rara e infumable de Arux
de la postmodernidad, que tiene el atrevimiento de decirle “sastún” a su
computadora occidental (Paz dijo que México, y Yucatán incluido, es una parte
excéntrica de Occidente), etc., etc., se escribió (obviamente que yo no lo puedo leer porque estoy vetado y he "caído en desgracia" a ojos del duende verraco) una perla de imbecilidad escrito por
otro “connacional” suyo con las mismas taras vomitivas dictatoriales (aquí
tengo que decir, que la Universidad de Oriente, ese simulacro de universidad donde trabaja el “connacional del Arux de la postmodernidad, es una especie de
chiquero bananero donde se arrejuntan cubanos nacidos en Yucatán adoradores de
las putas cuartelarias de la Habana, criollazas del racismo vallisoletano, y
caciquillos de aldea pomucheña como el tameme referido). Apunto en comillas lo
que dice el tameme campechano, y acto seguido mi opinión:
"Revelar la palabra, escribir la ciencia, la historia
también lo es. Escribiendo sobre un tal Jacinto Uc, que se entronizó rey como
dicen los estos documentos que hablan de estas cosas tocantes a lo que hubo de
suceder aquel 19 de noviembre de 1761. En aquella parcialidad de Tixcacaltuyub,
nombrada por ventura CISTEIL Tuz".
No sé qué
diablos pasa por las cabezas de los campechanos oriundos de una etnia inventada
por la historia y la antropología reciente (en el sentido estricto de las
ciencias sociales y la historia), pero de que uno quiere o desea ser algo que
está vedado a los tamemes (lo que natura no da al tameme, Salamanca no presta y
seguirá siendo tameme, aunque me dicen algunos respetables profesores de maya
de esa universidad, que el tameme campechano ni para traducir bien la lengua maya
al español tiene méritos), está de más decirlo por esa fijación verracal por
"un tal jacinto uc". Y sobre Jacinto Uc de los Santos, preguntemos:
¿Qué se puede escribir después del magistral libro de uno de
los pilares de la historia moderna y científica en Yucatán, don Pedro
Bracamonte y Sosa? ¿cuando han visto que un tameme que no domina bien ni la
lengua de Castilla ni la lengua de la tierra, le haga sombra a un fundador de
la historia moderna en Yucatán, desde cuando acá los patos disparan a las
escopetas?
“[…] nuestro oficio se practica sin prisas ni
pendejadas burocráticas, leyendo más de lo que se escribe, pensando más de lo
que se publica…”
El epígrafe que antecede estas palabras, polémico,
claro y sin tapujos, lo escribió el investigador y profesor del Instituto de
Investigaciones Histórico-Sociales de la Universidad Veracruzana, Luis Fernando
Granados. El doctor Granados, miembro del Observatorio de Historia,[1] ha
escrito un texto devastador y, al parecer, difícil de rebatir, llamado
“Cómplices del plagio”.[2]
El caso Nuñez Arancibia,
que fuera “tendencia” en redes sociales hasta revolver con su ruido y furia de
dicterios, lamentaciones, escupitajos y mea culpas de ríos de tinta, el en
apariencia bonancible gallinero académico mexicano hace unas semanas, le sirve
al doctor Granados, como texto y pretexto para argumentar una autocrítica que
ha abierto brecha para que otros posibles académicos (sobre todo, los siempre
taciturnos historiadores), serios y que aman su profesión artesanal de hacer
avanzar el conocimiento en sus áreas, y alumnos dispuestos a empaparse de la
vida académica e investigativa desde sus primeros años universitarios; hagan la
crítica incisiva de los “usos y costumbres”, manías y maneras, figuras y
desfiguros, conchabamientos y aburguesamientos, de la Academia Mexicana. Fue
tan certero en sus apreciaciones el texto del doctor Granados, que hasta la que
fuera directora de tesis del delincuente chileno Rodrigo Nuñez Arancibia, María
de los Ángeles Pozas, así como otro connotado investigador, respondieron. El
historiador Roberto Breña, un “rechazado y rijoso”[3] colmexiano
(recordemos que el COLMEX es una de las instituciones académicas con vela en el
entierro del caso Nuñez Arancibia), que con otros investigadores ya había
dirigido una carta abierta a la opinión pública, a la comunidad académica
mexicana, al Sistema Nacional de Investigadores del CONACYT, y a las
instituciones superiores educativas del país,[4] saludó
con entusiasmo el artículo de Granados. Aunque manifiesta no estar de acuerdo con
la utilización de la palabra “cómplice”, Breña expuso que lo que le parecía más
rescatable del texto, era la idea de que “si queremos realmente terminar con el
plagio (o, mejor dicho, reducirlo lo más posible), debemos pensar en una serie
de medidas que vayan más allá de nuestra capacidad para detectarlo y de
castigarlo cuando se presenta”. Breña, que en su momento había prestado
atención a otro plagio descomunal,[5] dijo
que la indignación – ¡y vaya que el caso del chileno causó toda la indignación
sulfurosa, estancada en la bilis de más de un doctor de alto nivel
investigativo y sin trabajo!- “no sirve para nada si se piensa en términos de
futuro”, y que “Tampoco hay que convertir al medio académico mexicano en la
noche en la que todos los gatos son pardos”.[6]
Desde luego que en la Academia Mexicana, con sus regionalizaciones como la
Academia Yucateca o peninsular, la que conozco más, existen sus sanas
excepciones a esa especie de regla que en la actualidad, debido a la barbarie
educativa neoliberal y a la masificación sistemática de la educación, se
patentiza en doctorados donde las exigencias académicas, el espíritu libresco y
el afán de conocer por conocer, se vuelve rara
avis.[7]
María de los Ángeles
Pozas, del Centro de Estudios Sociológicos del COLMEX y que fuera la
responsable de dirigir “la tesis” doctoral, es decir, el copy-paste del pirata
chileno, apuntó algo que me parece hay que tomar en cuenta, para no caer en la
trampa de satanizar de raíz y en bloque a la Academia Mexicana, que si bien
está plagada de simuladores, vividores y falsarios (sobre todo, en universidades
donde es ubicua la mano corrupta de intereses distintos a la academia),[8]
igual cuenta con maestros en toda la extensión de la palabra, e investigadores
que han hecho florecer, más que en ningún otro momento de la ciencia en México,
el saber y la enseñanza en el país.[9]
Pozas, con su mea culpa extemporánea,
expuso lo siguiente:
Pero en el
Centro de Estudios Sociológicos (del COLMEX) abunda la pasión por el
conocimiento, el interés por lograr formar a los mejores sociólogos del campo.
Nuestros estudiantes son los mejores testigos de este esfuerzo. No se puede, no
es justo, poner en duda la integridad moral y la calidad académica de este
Centro por un estudiante deshonesto que tomó ventaja de la confianza básica
sobre la que se sustenta la relación estudiante-profesor. No quiero ni imaginar
un mundo académico basado en la sospecha, el acoso o la vigilancia policiaca. Siento
vergüenza sí, por no haber podido evitar tanto escarnio público, por no haber
podido evitar el daño irreparable que estas acciones infringieron en Cecilia
Montero [la autora plagiada en casi la totalidad de un libro de su autoría, por
Núñez Arancibia]. Pero no me arrepiento de haber confiado y, con todo el riesgo
que esto conlleva para mi propia carrera, seguiré partiendo del supuesto de la
honestidad intelectual de mis estudiantes.[10]
La polémica del plagiador compulsivo, como apunté en
un texto anterior, comenzó a crecer como pólvora en las redes sociales, pero la
reacción tanto de la Universidad Michoacana, así como la del COLMEX, no se dio
sino posterior a los artículos periodísticos aparecidos en el periódico El Universal.[11]
En su momento señalé que el affaire
Núñez Arancibia, el COLMEX lo debía enfrentar inteligentemente, sentando la
“jurisprudencia” necesaria para removerle el grado de doctor al execrable
plagiario, así como tomar medidas “laborales” o académicas contra la directora,
el sínodo y todos los que colaboraron para la obtención del grado máximo. Marco
Estrada Saavedra, investigador del Centro de Estudios Sociológicos, a quien
agradezco la lectura de mi pequeño artículo, comentando mi texto y enviándome
una liga periodística,[12] me señaló que mi “pronóstico sobre el
comportamiento de El Colegio de México sobre el caso de plagio de un ex
estudiante nuestro del Centro de Estudios Sociológicos, resultó,
afortunadamente, equivocado”.[13]
Sin embargo, como inquirí en mi artículo, ¿destituyó, vetó o interpuso una pena
laboral o académica el COLMEX al sínodo del falsario plagiador por sus graves
omisiones y acciones? ¡Para nada!, el COLMEX únicamente se restringió a “degradar”
académicamente al plagiario, pero en su comunicado de prensa no se refirió ni
por equívoco a los que de algún modo u otro participaron para la obtención del
grado del plagiador. En este sentido, podemos decir que la jurisprudencia
deseada –el retiro del grado al plagiador y la sanción correspondiente a la
dirección del falso tesista y al sínodo omiso- que serviría para acciones
futuras a otras instituciones académicas y centros de investigación del país,
se dio a medias, aunque hay que dejar patente que es la primera vez que, en 75
años de la institución, se retira el máximo grado académico a un alumno salido
de esa casa de estudios.
Como he dicho al inicio
de este artículo, el caso Nuñez Arancibia levantó más de una ceja al gremio de
los apacibles investigadores mexicanos, y llenó de una especie de sospechosismo
pestilente a la Academia Mexicana, rehén de las “eficiencia terminales” y de la
chabacanería estudiantil que es posible de observar, incluso, en postgrados de “calidad”
de donde son algunas tesis chocolate. De todos los ríos de tinta que corrieron
y desventraron los diques de palabras, he apuntado el texto del doctor
Granados, pero también hay que apuntar en estas hojas el ameno y diatribezco texto
del historiador José Antonio Aguilar Rivera.[14] Sinteticemos
unas ideas importantes del texto de Granados, para posteriormente traer a
colación la labor del segundo.
Para Granados,[15]
la enfermedad de la Academia Mexicana tiene que ver con esos incentivos, ese
puntillismo, esos “estímulos” creados por instituciones como el Conacyt y el Sistema
Nacional de Investigadores (SIN), que otorga canonjías y prebendas, u oferta presupuestos,
regala viajes al extranjero para presentar refritos de ponencias mal escritas (conozco
burgueses académicos que se refocilan en hablar de sus viajes a París, a Rusia,
a Sevilla, a Centroamérica o Sudamérica); basados en las cantidades
industriales del trabajo académico que, a veces, más que hacer patente la productividad
académica, sólo resulta ser la misma gata revolcada, el mismo artículo presentado
hace un año, y escrito con diferente sintaxis y una que otra arrejuntada
bibliográfica. Para Granados, “en la academia mexicana, el robo y el engaño, la
impostura y el abuso, son cualquier cosa salvo excepciones”. Podemos apuntar,
que no sólo el robo, igual las chapuzas, las chambonadas y el mercenarismo –es decir,
la búsqueda de tesistas que “dirigir” para mejor digerir los puntos para el SNI-
es el pan de cada día que infecta las universidades del país. Para Granados,
casos como el de Nuñez Arancibia y el de Boris Berenson, “son una caricatura
deformada” de buena parte de la Academia Mexicana, debido a esa insistencia de
los órganos educativos del Estado, exigiéndole concreciones investigativas a
los académicos en tiempos récords.
Es un hecho que, como
señala Granados, “el estatus y el salario de los profesores depende de la
medición de su trabajo científico y no tanto de su calidad”. Y así resulta que
en las prensas de la Academia Mexicana, sobre todo, en los mares de la historia
y los charcos de la antropología donde en teoría se debería escribir con “claridad
y transparencia”, se imprimen mamotretos mal escritos y endogámicos, aburridos
y bostezantes, donde las historias “teorizantes” o las teorizaciones talmúdicas
de los historiadores, antropólogos o “científicos sociales”, se convierten en
escrituras impenetrables debido, no a su profundidad teórica y su rica erudición,
sino a la banalidad de no saber escribir, de no haber leído a los clásicos del
idioma antes de sentarse a escribir “la tesis”.[16]
Frente a “los altares”
que se han levantado a “la eficiencia terminal” en la Academia Mexicana, hasta el
punto de que el SIN evalúa la investigación científica basado en “principios
fordianos”, Granados rompe lanzas contra “un ecosistema institucional que no
reconoce la especificidad de nuestro trabajo”, para recordarnos que no hay que
olvidar que nuestro oficio de historiar “es más artesanal que fabril: que las
ideas se cuecen a fuego lento, que las evidencias se construyen de a poco, que
la escritura se hace palabra por palabra (y con diez mil tachaduras de por
medio)…”[17]
De igual modo, Granados hace una sociología rápida de los más vicios que
virtudes de la Academia Mexicana: la manía de los puntos (el puntillismo) que
se presenta desde licenciatura y se corona con los congresos, las conferencias
y todo el “mundo académico” que recorre el investigador para llenar su cuota de
“asistencia” y puntos para el SNI. Asimismo, para molestia de muchos, no
podemos estar sino de acuerdo con Granados en la idea del compadrazgo, del
amiguismo y las especies de mafias que gangrenan los actos académicos: en
coloquios, en Seminarios, en Encuentros académicos, en publicaciones para revistas o libros "coordinados", las más de las veces los
organizadores invitan a los amigos, a los amantes o ex amantes, a los
discípulos o las voluntades cercanas y cercadas. La Academia Mexicana, desde luego que
tiene mucho de cartel de narcotráfico. Algo igual que señala este autor, lo vi
en reiteradas ocasiones en los archivos y bibliotecas de Mérida: me refiero al
hecho de que los “investigadores” consagrados, o las divas de barrio meridano
de un centro investigativo o de los pasillos de la UADY, hagan uso de los “tamemes”,
sus estudiantes o becarios que los reemplazan en los archivos y bibliotecas,
que dan clases por ellos, o que escriben el borrador que la vaca morcilluda del
investigador terminará por darle el toque maestro y se plagiará sin más
preámbulos las ideas del alumno. O bien, las tesis de los que dirige, o los
trabajos de campo o la paleografía del “becario”, abultarán la monotemática
bibliografía de la vaca morcilluda. Y ya no quiero entrar a materia de criticar
a los tesistas meridanos, pero podemos apuntar que igual estos futuros
monotemáticos hacen tesis de licenciatura que, como dice Granados, regurgitan
en tesis de maestría y tesis de doctorado, hasta investigaciones de pos
doctorado.
Por último, Granados
aboga por una modificación estructural del sistema viciado de la Academia
Mexicana, y es de la idea de que se tiene que homologar la docencia con la
investigación y la divulgación, y que en vez de crear “productos” fordistas de
investigación, no debemos perder de vista que el fin de la ciencia es crear o
hacer avanzar el conocimiento en las distintas áreas. [18]
Respecto al texto del
erudito historiador liberal José Antonio Aguilar Rivera, es interesante porque
centra su mirada en “la carta náutica de los mares que el pirata académico surcó
durante más de una década saqueando a diestra y siniestra en la absoluta impunidad”.[19]
Aguilar Rivera realiza una especie de corte de caja de los aproximadamente
catorce autores que Nuñez Arancibia pirateó criminalmente durante ese lapso.[20]
Leyendo el trabajo de Aguilar Rivera, podemos recorrer la carta náutica del
pirata: en Chile, de donde es originario, así como en otros países
sudamericanos, publicaba textos originariamente publicados por sus autores en
México, y en México publicaba los trabajos de los sudamericanos. Extraña mucho
que, a pesar de la tecnología informativa posibilitadas por la internet, los
editores de las revistas y libros no se dieran cuentan de esos plagios
brutales.
Aguilar Rivera aboga
por un código de ética en todas las instituciones educativas del país para
hacer frente a otros casos de plagio, aunque reconoce que “El pirata Nuñez
Arancibia es sólo un síntoma de una enfermedad que no podemos borrar de un
plumazo”, no es una anomalía, pero sí “la consecuencia natural de las
oportunidades que el medio ofrece”.
Sintetizando, podemos
decir que el precedente –aunque no como uno en su criterio quería- del Colegio
de México, al removerle el cargo a su compulsivo plagiador, desde luego que
sentará un precedente en la historia de la Academia Mexicana. Asimismo, tenemos
que recordar que nuestra ciencia clionáutica, la verdadera Clío virginal y no
la Clío prostituta y mercenaria, no conoce de eficiencias terminales ni de
plazos perentorios. Los vástagos de Clío, como el amor, lo ha recordado el
doctor Granados, se hacen a fuego lento.
[1] Una
muestra del trabajo de este historiador se puede conocer en esta siguiente, puntillosa historiografía de la independencia
mexicana: “Independencia sin insurgentes. El bicentenario y la historiografía
de nuestros días”. Desacatos, número
34, septiembre-diciembre, 2011, pp. 11-26.
[3] “Breña,
rechazado y rijoso”, por Enrique Krauze”, Letras
Libres, septiembre de 2011. La polémica entre el historiador liberal y el
colmexiano, surgió por una muy endogámica y academicista crítica al libro de
Krauze De héroes olvidados, escrito por el segundo. Cfr. Roberto Breña, “De
héroes y mitos: De bronce y de cobre”. Revista
Nexos, 1 de mayo de 2011, consultado el 21 de julio de 2015 en http://www.nexos.com.mx/?p=14302
[5] Roberto
Breña, “El caso Berenzon y la academia mexicana”, revista Nexos, 17 de junio de 2013.
[6][6]
Roberto Breña, “Plagio académico: decisiones, ‘complicidades’ y el futuro
inmediato”, revista Nexos, 13 de julio de 2015.
[7] Para el
caso peninsular o quintanarroense de la masificación de la educación y la poca
calidad educativa universitaria, cfr.
mi texto “Los unamistas (y los ágrafos) de la UQROO: la hermandad guachinanga
en la academia quintanarroense”, 27 de febrero de 2014.
[8] Para el
caso que conozco, puedo citar estos textos míos sobre la Universidad de
Quintana Roo: “Los unamistas (y los ágrafos) de la UQROO: la hermandad
guachinanga en la academia quintanarroense”, 27 de febrero de 2014; “La
universidad de Quintana Roo: entre la mafia académica, la tiranía autoritaria,
y la tercera vía, la autonomía”, 5 de diciembre de 2014. Ambos textos se encuentran
en mi blog personal, http://gilbertoavilez.blogspot.mx/
[9] En su
libro, El oficio de historial, el
gran sanjosefino, don Luis González y González, apuntó esta profesionalidad y
seriedad de los amantes de Clío, arropados por las instituciones creadas por el
Estado postrevolucionario, muy distinto el contexto de estos historiadores, con
el contexto de siglos anteriores.
[10]
Contestación a Luis Fernando Granados por parte de la doctora María de los
Ángeles Pozas, directora de la tesis pirata del pirata chileno.
[12] “Colmex
retira grado de doctor por plagio. La institución comprobó que la tesis de
Rodrigo Núñez Arancibia para obtener este grado académico es una copia casi
íntegra del libro ‘La revolución empresarial chilena’”, El Universal, nota de Gerardo Martínez, 7 de julio de 2015.
[13]Opinión
del doctor Marco Estrada Saavedra, en “¿Baldón colmexiano u oportunidad para
sentar la jurisprudencia Núñez Arancibia en materia de plagio?”
[14]Cfr. “El extraño caso del pirata
Arancibia”, por José Antonio Aguilar Rivera, revista Nexos, 13 de julio de 2015.
[15] Gloso
el artículo del doctor Luis Fernando Granados, “Cómplices del plagio”.
[16] El
crítico acerbo de la endogamia y la mala escritura ratonil de la académica
mexicana, Enrique Krauze, ya había apuntado sobre esta enfermedad de la “prosa
profesoral”: “Nuestros maestros decían que hay historiadores del verbo e
historiadores del sustantivo. Los primeros son cinematográficos: narran
acciones individuales y colectivas, procesos y episodios de toda índole y de
toda dimensión: locales y nacionales. Los segundos son fotográficos: se
detienen en un momento significativo, una persona (sus motivaciones, sus ideas,
sus pasiones). La corriente académica a que aludo –dominante, repito, en varios
claustros privados y públicos– no conoce el verbo ni el sustantivo. No le
interesa el “qué”, el “quién”, el “cuándo”, el “cómo” ni el “para qué” de la
historia. Lo que parece interesarle es el “por qué” de la historia (la
causalidad), pero ese énfasis no la ha conducido a los prolegómenos siquiera de
una filosofía analítica seria, sino a una moda en la que las elucubraciones más
oscuras, subjetivas, insustanciales, autocomplacientes, pasan por
interpretaciones científicas. Sus textos son una especie de caricatura
hegeliana: pretenden encontrar las partes en el todo, el todo en las partes. El
resultado no es el Espíritu. El resultado es la banalidad. A los practicantes
de la teorización –que abarca también a las ciencias sociales y el estudio
“crítico” de la literatura– conviene recordarles que el público lector sí
existe y sí importa. Un científico puede, legítimamente, escribir para tres
colegas. Quizá son los únicos capaces de entenderlo. Esa selección está en la
naturaleza misma de las ciencias duras. Pero la historia no es, no puede ser,
una disciplina para iniciados, una escritura impenetrable. Un historiador cabal
no debe ensimismarse en un ejercicio narcisista que le dé puntos en el SNI pero
no aporte un ápice a lo que verdaderamente cuenta: el avance compartido del
conocimiento”. “La UNAM y el
Bicentenario, desvaríos históricos”, por Enrique Krauze, Letras Libres, diciembre de 2007.
[18] En este
sentido, vale la pena mencionar una opinión interesante al texto del doctor
Granados, escrito por una tesista doctoral del COLMEX, Alma Parra, que señaló
su molestia contra la “eficiencia terminal”, los falsos estándares de “calidad”
de algunas maestrías y doctorados que radican en la errónea idea de que
mientras más graduados se tenga, mejor será la eficiencia del postgrado; o los
tiempos cortos que imponen los programas de maestría y doctorado para la
graduación, que no permiten abundancia y profundidad en el tema.
[19] El
extraño caso del pirata Arancibia”, por José Antonio Aguilar Rivera, revista Nexos, 13 de julio de 2015.
[20] Y aquí,
no podemos sino recordar, que los hechos delictuosos de Nuñez Arancibia no
deben quedar para la anécdota de una posible historia universal de la infamia
académica, sino que exigimos que se le inicie un proceso penal y que regrese de
forma íntegra el dinero recibido por actividades no realizadas.
Menos de 20 días
antes de que El Universal presentara ayer
al gran público “la saga de plagios” brutales del “investigador” de origen
chileno, Rodrigo Núñez Arancibia, por medio de las redes sociales se dio a
conocer entre el gremio de investigadores nacionales, este insulto a la razón y
a la dignidad del trabajo investigativo. Por medio del muro del doctor Víctor Gayol, desde el 20 de junio supimos lo siguiente:
Les escribo-apuntaba Victor Gayol- a petición de mi colega y amigo Javier
Villa-Flores (University of Illinois at Chicago), quien me ha hecho saber que
en fechas recientes apareció publicado en Michoacán un libro que atribuye a la
autoría de un investigador de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo la obra individual y colectiva de un grupo de colegas que trabajaron
bajo la coordinación de Susan Schroeder y Stafford Poole. El libro “Religion in New Spain” (University of
New Mexico Press, 2007) fue parcialmente publicado en español en 2014 como
“Religión y cultura popular en el mundo novohispano”, vol. I, por la UMSNH con
créditos para Rodrigo Núñez Arancibia.El prólogo de la edición en español,
atribuido a “Eduardo Cavieres F.”, no aparece en la versión original, pero la
referencia es confusa. Los interesados ya han comenzado las acciones legales
conducentes en este caso (denunciando el caso ante la UNSNH, el CONACyT, y
mediante la acción de los abogados de la editorial de la Universidad de Nuevo
México) pero al margen de ello nos han pedido a mí y a otros colegas traigamos
este asunto a la atención del mayor número posible de investigadores y medios
de difusión de nuestro trabajo académico.[2]
Posteriormente,
se sabría que el plagio al libro colectivo de los investigadores
estadounidenses se dio de forma íntegra (introducción y los seis capítulos),
algo, sin duda, brutal por donde se mire: brutal para el comité editorial de la
Universidad Michoacana, brutal para los censores atrofiados de CONACYT, que da
cabida a los simuladores, vividores, vivales y otros camajanes engordando y
dándose vida regalada y burguesa a costa del poco presupuesto en materia de
investigación científica de este país, donde la ciencia y la cultura están sometidas
a los aspavientos y veleidades políticas. Para los libros que encenegan el
trabajo investigativo serio y honrado, no existe otro horizonte más que el que apuntan los investigadores estadounidenses víctimas del plagio: “Las acciones criminales de Núñez
Arancibia cuestionan no sólo su credibilidad como historiador, sino también
ponen en tela de juicio los mecanismos de arbitraje, revisión por pares, y
financiamiento de la Universidad Michoacana y del SNI-CONACyT. Exigimos que el
libro sea destruido y esperamos que las autoridades correspondientes tomen
cartas en el asunto.”[3]
Vividores, falsarios, simuladores y seudo
investigadores como Rodrigo Núñez Arancibia, quien de enero de 2010 a junio de
2015 obtuvo la friolera de 874,765 pesos en apoyo por ser “investigador” nivel
1 del Sistema Nacional de Investigadores (SIN), no es el único, hay demasiados de ellos incrustados y medrando en las universidades del país: gente que se ostenta con
títulos rimbombantes de doctor en tal y tal cosa salidos de universidades extranjeras
o hasta del mismo COLMEX o la UNAM, que reciben canonjías, aguinaldos y
presupuestos por el solo hecho de decir que investigan, o que ya investigaron
al comienzo de los tiempos, o que investigarán el día que la marrana se decida
al fin poner huevos.
Podemos apuntar algo más de este “investigador” de origen chileno
medrando a costa de los recursos del país. El caso del plagiador Núñez
Arancibia pone claramente a ojos de todo el mundo ese pecado de origen de
nuestra academia mexicana, enamorada siempre de lo extranjero y de las
academias de fuera al día siguiente de la instauración de la primera Universidad
fundada en el país en el primer siglo de la conquista: me refiero al racismo de
la academia mexicana. El affaire de
este plagiador con la academia mexicana, podría titularse de la siguiente
manera: “HISTORIAS DE UN PLAGIADOR Y DE UNA MERETRIZ SEÑORA ACADÉMICA MEXICANA
AMANTE DE LOS BARBUDOS”. El problema con Núñez Arancibia, aparte de su
criminalidad tipo Pinochet, es que es de origen chileno, no mexicano. Es un
hecho que entre la academia mexicana, se da uno de los casos más tristes de
racismo intelectual: existe racismo académico cuando las universidades y
centros de investigación del país, a
priori le dan mayor importancia a doctorados de fuera en vez de doctorados
realizados en el país con las mismas, o mucho mayores exigencias académicas que
los doctorados en el extranjero, aun si el doctorado de fuera del país sea más
pato que el pato Donald. Otro caso de racismo académico se puede ejemplificar
en la siguiente aserción: entre los malinchistas académicos mexicanos e
instituciones universitarias mexicanas, mientras estos le abren todas las
piernas a los investigadores “extranjeros”, a los investigadores mexicanos les
piden hasta las perlas de la virgen. Por el sólo hecho de que un “investigador”
provenga de fuera del país, la meretriz academia mexicana rara la vez le exige transparencia,
credibilidad, y otras cosas que no viene al caso citar aquí.
El caso de Rodrigo Núñez Arancibia, resulta interesante no
sólo para analizar el racismo de la Academia Mexicana; resulta atractivo no solamente
para diseccionar la enfermedad y el delito del plagio de los estériles de
pensamiento y de escritura,[4]
sino que nos sirve para apuntar cómo
reaccionará uno de los centros de investigación más importantes del país, el aristocrático
Colegio de México (COLMEX), institución que en 2004 Núñez Arancibia obtuvo el
grado de doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología. Y es que,
según la nota de prensa de El Universal,
la tesis de Núñez Arancibia, Las transformaciones
del empresariado chileno: empresarios y desarrollo (401 hojas) resulta una “transcripción
casi total del libro La revolución empresarial chilena,” de la investigadora
chilena Cecilia Montero Saavedra, en al menos 90 por ciento del texto original.[5]
Montero Saavedra, al saber del saqueo cultural que fue víctima su esfuerzo
académico de las manos de un “colmexiano”, exige que al menos saquen del catálogo de la
biblioteca Daniel Cosío Villegas esa falsa tesis: “Lo que me deja anonadada es
la impunidad en que quedó por 10 años no sólo él sino su Dirección de Tesis que
no validó nada del trabajo empírico. Lo delicado es que yo me comprometí al
buen uso de la información con mis entrevistados. Conocí el CES de El Colegio
de México y tuve siempre una muy buena imagen de lo que hacían. Tendré que
verificar que, al menos, saquen esa falsa tesis de sus registros y bibliotecas”.[6]
La respuesta a estos hechos que van contra toda ética académica
(y ya no digo que tipifica como delito) por parte del COLMEX, provino del
director del Centros de Estudios Sociológicos de dicho Centro investigativo: no
existen pruebas para considerar hasta ahora que existe el delito de plagio,[7]
a pesar de que la misma Secretaría Académica del COLMEX, mediante un comunicado
aparecido en su muro del Facebook, señaló que tenía conocimiento que “desde
hace algunas semanas de que un egresado ha sido señalado por un posible plagio
vinculado con su tesis doctoral”. Esa olímpica demora de las autoridades del
COLMEX para analizar y cotejar los dos trabajos, ¿se debe a que le importa poco
sustanciar completamente este entredicho a la profesionalidad de sus comités de
tesis y de los directores y académicos de dicha institución? Esta
respuesta institucional, demasiado institucional del COLMEX, de poner en duda el
señalamiento de que la tesis doctoral de Núñez Arancibia sea en realidad un
plagio piratezco, da mucho qué pensar. Es posible que el aristocrático COLMEX,
aunque diga y maldiga de que procederá en derecho, realmente no procederá contra
el pantagruélico plagiador salido de sus aulas, el infame Rodrigo Núñez
Arancibia, quien ha dejado caídos por el culo tanto al ya sabido mafioso y
mercenario SNI, así como ha sentado un precedente terrible a los procesos de
titulación del alumnado del COLMEX: ¿Es un caso aislado en el COLMEX lo hecho
por Rodrigo Núñez Arancibia?[8]
¿Tendrá los arrestos y la honorabilidad necesaria el COLMEX para quitarle el
grado al delincuente si se comprueba que su tesis doctoral fue plagio, como al
parecer así fue?, ¿Destituirá al sínodo del falsario plagiador por sus graves
omisiones y acciones? Mi opinión es esta: el COLMEX, más bien, contra viento y
marea sustentará que la tesis doctoral del plagiador se hizo conforme a las
normas establecidas en los procesos de titulación de esa institución, y, por lo
tanto, piensa cortar las especulaciones de que cuenta con tesistas piratas: para el COLMEX, la tesis doctoral de Núñez Arancibia es
una tesis con toda la legalidad posible. Porque si esto no hiciera, Núñez
Arancibia, el plagiador brutal que comió casi un millón de pesos del sistema mafioso
del SNI en un lustro, será el baldón eterno para dicho Colegio creado por
españoles.
No obstante, aunque el Colegio de México refrendara, contra viento y
marea, que la tesis del plagiador Núñez
Arancibia no fue plagiada porque, al parecer, para un posibible lógica del COLMEX el 90 por ciento de plagio no representa
plagio alguno, el COLMEX está obligado a actuar contra las actuaciones
criminales y para nada éticas de su egresado de origen chileno con respecto al
libro Religion in New Spain: el
Colmex (y vale lo mismo para las distintas universidades y centros de
investigación del país) debería sentar un tipo de jurisprudencia llamada Caso
Núñez Arancibia, que significa que TODA INSTITUCIÓN EDUCATIVA DE PRESTIGIO SE
RESERVA EL DERECHO Y LA OBLIGACIÓN A FUTURO, DE REMOVERLE EL GRADO ACADÉMICO A
SUS EGRESADOS QUE INCURRAN EN ACCIONES Y HECHOS QUE PONGAN EN ENTREDICHO LA
HONORABILIDAD DE LA INSTITUCIÓN, como es el patente caso del delito de plagio.
Con el boom de la
eficiencia terminal y los puntos para el SNI que persiguen los mercenarios
académicos (a veces, con tal de titular
a granel, se aceptan mamarrachos de tesis[9]),
los procesos de admisión para postgrados en México, al parecer se van
flexibilizando como producto del neoliberalismo en la educación en el país,
cuando lo que se requiere es más exigencia académica, investigativa y
educativa. La academia mexicana, aparte de ser una academia racista y enamorada
del extranjero “conquistador” y las modas del imperialismo académico, en gran
medida es una academia simuladora y engolosinada con sus cotas de poder en
intra-muros universitarios. Creíamos que el COLMEX, esa institución que tanto
nos ha dado a todos (colmexianos y no colmexianos), estaba libre de esas
grillas provincianas, pero al ver la duda de los procesos de titulación
instaurado en la mala conciencia nuestra por el affaire Núñez Arancibia, uno no
puede dejar de apuntar que, para entrar al COLMEX, una tradición muy mexicana,
la de padrinos, es lo primero que cuenta: vale más en el COLMEX las cartas de
recomendación que un buen proceso de selección.
[2]
Comunicación del doctor Víctor Gayol encontrada en el muro de Facebook de la
doctora Diana Birrichaga, 20 de junio de 2015.
[3] “Nuevo
caso de plagio serial en la academia. Acusan a investigador de Universidad
Michoacana”, artículo de Geraldo Martínez, El
Universal, 6 de julio de 2015.
[4] Sobre el
plagio, véase “El plagio y su impacto a nivel académico y profesional”, de
Armando Soto Rodríguez, E-Ciencias de la
Información Revista electrónica semestral, ISSN-1659-4142 Volumen 2, número
1, artículo 2 Enero - junio, 2012 Publicado 1 de enero, 2012 http://revistaebci.ucr.ac.cr/ Un punto
de vista eminentemente jurídico del tema, se puede ver en el trabajo de Manuel
Becerra Ramírez “El trabajo académico, plagio y derechos de autor”, 2012, UNAM,
Instituto de Investigaciones Jurídicas, texto en línea: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/7/3138/11.pdf
[5] “Nuevo
caso de plagio serial en la academia. Acusan a investigador de Universidad
Michoacana”, artículo de Geraldo Martínez, El
Universal, 6 de julio de 2015.
[6] Ibidem. Hasta
el momento en que escribo este artículo, la tesis del plagiador compulsivo
todavía es posible de descargarse en pdf de la biblioteca del COLMEX.
[7] “El
Colmex: ‘No hay pruebas para afirmar que tesis fue plagiada’”. El Universal, 7 de julio de 2015.
[8] Puedo
apuntar, que al menos existe un colmexiano de Yucatán, que si bien no puede
decirse que plagió una tesis doctoral completa como lo realizado por Núñez
Arancibia, sí utilizó, en la mayor parte de su trabajo, fuentes de archivo
apuntadas en el artículo “El cardenismo en Yucatán”, de las
doctoras Marie Lapointe y Lucie Dufresne. Al que le quede el saco, que se lo
ponga.
[9] En el
CIESAS Peninsular se han aceptado tesis mal escritas de 179 páginas para opción
al grado de doctor. Aunque la cantidad no es calidad, descreo que en este caso
de las 179 páginas que apunto, sean páginas de completa calidad investigativa.
Don Manuel bajo la estatua de su biografiado, don Felipe Carrillo Puerto.
Apenas me entero de la muerte del gran historiador
azerbayano-alemán, el doctor don Manuel Sarkisyanz, cuyo libro Felipe Carrillo Puerto. Actuación y Muerte
del apóstol “rojo” de los mayas es hasta ahora el texto más acabado sobre
el Dragón Rojo con ojos de jade de Motul.
Murió en marzo de este año, vivió sus últimos 20 años de vida en Mérida, en
compañía de su esposa Helda, ya fallecida también, y de sus muchos perros, pues don Manuel era un canófilo
y defensor de los animales. La historia yucateca y la revolución en Yucatán fue
una de sus pasiones como clíonauta, le debemos ese libro como historiadores del
patio, aunque escribió otros libros sobre los movimientos revolucionarios en el
área andina, se interesó en la Revolución de octubre de 1917, y analizó los
orígenes de Adolf Hitler. Para febrero de 2014, don Manuel presentó en Mérida su último
libro traducido al castellano, Kollasuyo:
Historia indígena de la República de Bolivia. Profetas del resurgimiento
autóctono.
Nació en 1920 en Bakú,
Azerbayán, perteneciente entonces al orbe soviético, y fue, como otro
historiador marxista, Eric Hobsbawm, testigo implacable del atroz siglo
XX. Una visita como turista a Yucatán lo
hizo hechizarse de la figura del socialista motuleño. En aquella ocasión, don Manuel
le dijo a su esposa, Helda, que él escribiría sobre don Felipe, y en 1991
apareció, en el lenguaje de Goethe, Vom
Wirken und Sterben des Felipe Carrillo Puerto des "Roten" Apostels der
Maya-Indianer: Zur politischen Heiligenlegende im revolutionären Mexiko,
editado por la Universidad de Heidelberg, su casa de estudios donde don Manuel enseñaba la historia
de los movimientos sociales de descolonización.
En 1995, el Congreso del
Estado de Yucatán tradujo y editó la obra al castellano, un libro sumamente
erudito, ameno y bien documentado, donde don Manuel no se decanta únicamente al
archivo y bibliografía, sino que hace uso de la historia oral y de las distintas
literaturas para darnos a conocer la actuación y muerte del Apóstol rojo de los
mayas. Aunque es una obra dispuesta para la crítica historiográfica, merece la
pena una nueva reedición con un mejor cuidado en la traducción, esa es una
deuda que se le debe a don Manuel, que tanto amó a Yucatán.
El 23 de octubre de 2013
tuve la oportunidad de conocerlo en el CIESAS Peninsular, de escucharlo, de
estrecharle la mano, de decirle que lo admiraba y, casualidades del destino,
ese día cargaba en mi mochila su libro sobre Carrillo Puerto que me conseguí en
una librería de viejo de Mérida. Me lo firmó, me lo dedicó con su puño y letra,
y ese libro se encuentra en mi biblioteca personal, es
un tesoro para mí, conocí muchas cosas de la historia yucateca leyéndolo y por
eso le di gracias a su autor, a don Manuel.
En 2014 oí algo
terrible que me puso triste: al parecer, don Manuel se acercó al CIESAS
Peninsular para donar una parte de su rica biblioteca: en lenguas que no
solamente eran el alemán, el inglés o el castellano, arguyo que también contaba
con libros escritos en persa y azerí, idiomas que dominaba don Manuel, su biblioteca
era una biblioteca que buscaba refugio. No sé si el CIESAS Peninsular le dio
cabida a ese tesoro que los bibliófilos armamos con amor, la biblioteca
personal de un historiador o escritor, pero esa noticia me hizo recordar la
mortalidad de ese hombre, un nonagenario que tenía una lucidez que muchos
desearían a los 30 años. Supe que el fin estaba cerca, y ese día me refugié en
la lectura de su libro y me puse a pensar en los libros huérfanos de don
Manuel.
En la Biblioteca
Yucatanense, al parecer existe un texto que don Manuel escribió como legado
para conocer algo más de su obra, algo más de su vida. En 217 páginas, ese
repositorio de la memoria yucateca guarda una Autobiográfica documentación de Manuel Sarkisyanz, no tengo la
oportunidad de consultarlo, pero hago votos de que se trate de una
autobiografía de este historiador, pues los clionáutas y yucatecólogos
entraríamos al taller de este orfebre de la memoria revolucionaria e indianista
de Yucatán, que en 1996 desmitificó a Mr. Joseph, defendiendo a Carrillo Puerto
de los adjetivos de torturador y manipulador del pueblo maya, que Joseph
sugirió en el libro Revolución desde
afuera y en artículos como El
caciquismo y la Revolución: Carrillo Puerto en Yucatán.
La muerte de don Manuel
Sarkisyanz, acaecida el 10 o el 12 de marzo de 2015, al parecer, para el gremio de
los historiadores –yucatecos y yucatecólogos- pasó desapercibida. Me he afanado
en buscar un obituario o una esquela de un historiador dedicada a la memoria de este gran
historiador, pero he batallado en vano. La mala leche, el individualismo o la
poca memoria de los historiadores yucatecos hacia este hombre sabio, no me
sorprende, y para ser franco, no espero nada bueno de la “ciudad letrada” meridana. Canófilo como
era, el obituario, o las palabras para recordar, más que al historiador, al
amigo de los ambientalistas yucatecos, tuvo que venir de Rosario Sosa Parra,
presidenta de la Asociación por los Derechos de los Animales en Yucatán, A. C.
En su muro del facebook, Sosa Parra recordó el 14 de marzo de 2015, a este
historiador que ya descansa en el cementerio de Xoclán, en Mérida:
A pesar de no
escribir desde hace varios años, hoy dedico estas líneas a un gran amigo y
benefactor de los animales y del medio ambiente. Él ya trascendió, pero su
corazón permanece en estas tierras del Mayab, mismas que tanto amó y que ahora
lo albergaran eternamente. Desde la última década del siglo XX tuvimos el
honor de hospedar a dos distinguidos personajes en Mérida, Yucatán, el Dr.
Manuel Sarkisyanz y su esposa la Dra. Helga (q.e.p.d.), él de origen Iraní y
ella de origen alemán. Dedicado a la historia y en especial al indigenismo de
América, el Dr. Manuel Sarkisyanz escribió libros reconociendo la valiosa
aportación de las culturas precolombinas, defendiendo y difundiendo siempre los
saberes de las diferentes etnias del continente Americano…Exploró una amplia
gama de intereses durante su larga carrera académica. Nació en Irán en 1920,
estudió en los Estados Unidos y enseñó durante muchos años en la Universidad de
Heidelberg, Alemania, escribió sobre Birmania, Rusia y Latinoamérica…El Dr.
Manuel Sarkisyanz murió después de larga dolencia a la edad de 94 años el 12 de
marzo de 2015 a la una de la mañana, en esta ciudad de Mérida y fue inhumado el
día 13 de marzo a las 10 horas en el cementerio de Xoclán. Se caracterizó por su gran amor a la historia y a los perros, durante sus más
de 20 años de estancia en Yucatán se acompañó de hermosos pastores alemanes a
los que llamaba sus hermanos y con los que sostuvo una amistad y amor hasta que
ellos trascendieron. Así, su gran pasión por la historia y por los caninos fue distintivo de este
gran hombre. El Corán dice que, cuando una persona
muere corre el riesgo de perderse en su camino a la luz pero, cuando ha ayudado
a los animales, estos con su colita le mostrarán el camino a seguir, y el Dr.
Sarkisyanz seguro encontró a Lobazo, Laika, Falk para mostrarle el camino a la
luz.
En mi billetera siempre guardo una tarjeta del
doctor Manuel Sarkisyanz. Esta tarjeta no es mía, es de mi amigo el historiador
chetumaleño, Celcar López Rivero, que
hasta ahora no se la he devuelto. Haciendo su tesis de licenciatura, Celcar
tuvo la dicha de conocer a don Manuel en Mérida, conoció su biblioteca inmensa,
platicó con este sabio hombre, y ojalá y me perdone algún día mi amigo Celcar, porque
no pienso devolverle la tarjeta de don Manuel Sarkisyanz.
Para enero de 2015, en
el 91 aniversario luctuoso del asesinato de don Felipe Carrillo Puerto, en el
cementerio general de Mérida, debajo de la tumba donde descansa el soviet
yucateco, don Manuel, ante un grupo de hombres y mujeres del campo y obreros yucatecos,
fue honrado con los aplausos de ese pueblo que su biografiado, don Felipe,
tanto quiso y amó (véase el minuto 24:40 del vídeo que comparto). Don Manuel
recordó que para apreciar el martirio de Carrillo Puerto habría que estudiarlo
en el contexto del resurgimiento de los pueblos autóctonos de América.
Parafraseando las palabras que don Manuel escribió sobre la muerte de don José
Tec Poot, hay que decir que su memoria vivirá en las experiencias existenciales
que han tenido con él tantos estudiosos y lectores de su obra.