Gremio llevando en procesión a la virgen de la Asunción, Peto, Yucatán. Archivo fotográfico de Jesús Lizama
Don Delfíno Pech Nah, de
oficio camisero, fue el único presidente municipal de Peto (1929-1931), que antes
de la década de los noventa del siglo XX, venía completamente del segmento maya del pueblo. El cronista Máximo
Sabido no señala esa característica étnica de Pech Nah, pero dice que tenía por
oficio ser “peluquero” (en otro texto, señala que era “camisero”), “y que a pesar
de su escasa preparación supo demostrar honradez y eficiencia durante su
administración. En ese entonces Elías Rivero era el dueño de vidas y haciendas
en Peto y pretendió imponer su voluntad ante Pech Nah, pero éste supo llevar
con decoro la encomienda municipal.”[1]
A don Delfino, un socialista "moderado", las élites pueblerinas de Peto lo fueron
constantemente acercando a sus círculos…En las notas de prensa se dice que
este presidente municipal gustaba de asistir a los saraos organizados por
antiguos miembros porfirianos y liberales, a los cuales he caracterizado como miembros
conservadores que supieron lidiar, adaptarse y "camalonearse" en el
nuevo estado de cosas suscitado a partir del periodo postrevolucionario. A don
Pech, las fiestas, sobre todo si eran fiestas en su honor, le gustaban, y en
serio.[2]
En la década de 1930, las
élites mestizas porfirianas (pienso en Desiderio Alonso, en Máximo Sabido, en
Rafael Sánchez Cervantes), habían efectuado completamente el
"cooxviramiento", y ya tenían voz y voto en el PNR local.
A don Delfino Pech Nah, a
pesar de sus dos apellidos indígenas, y a pesar de que hacía milpa, no podemos
contabilizarlo como un elemento indígena disruptor del estado de cosas
porfirianas que siguieron en el pueblo hasta bien entrado el siglo XX: como en
los ayuntamientos de la segunda mitad del siglo XIX, el Ayuntamiento de Peto de
la primera mitad del siglo XX y un poco después, tenía dueños, y estos casi
siempre emparentaban de algún modo, y ninguno perteneció a la clase indígena
del pueblo, que era y sigue siendo la gran mayoría: las estructuras de poder –así
como las estructuras educativas y económicas- eran claramente “mestizas”.[3]
Además, a la exclusión de elementos de poder indígenas en el Peto del siglo XX, se presentó otro tipo de poder étnico acunado desde la etapa del chicle, sino es que antes: en 1915 vemos que casi todos los comerciantes del pueblo eran de origen “otomano”;[4] y en años posteriores, apellidos libaneses como Teyer o Baduy, estarían compartiendo el poder con apellidos no indígenas que se remontan a la segunda mitad del siglo XIX. Apellidos como Alonzo y Calero, se presentan en el pueblo desde los primeros años del siglo XX: Pedro y Tomás Calero eran concesionarios del chicle con harto poder económico el primero, y que estaban posicionados en el bando no socialista, sino, como la mayor parte de las élites petuleñas venidas desde fines del siglo XIX, en el bando “liberal” de los conservadores del estado de cosas anterior a marzo de 1911, en el que hiciera su aparición en el pueblo la violencia campesina comandada por el platero Elías Rivero.[5]
Además, a la exclusión de elementos de poder indígenas en el Peto del siglo XX, se presentó otro tipo de poder étnico acunado desde la etapa del chicle, sino es que antes: en 1915 vemos que casi todos los comerciantes del pueblo eran de origen “otomano”;[4] y en años posteriores, apellidos libaneses como Teyer o Baduy, estarían compartiendo el poder con apellidos no indígenas que se remontan a la segunda mitad del siglo XIX. Apellidos como Alonzo y Calero, se presentan en el pueblo desde los primeros años del siglo XX: Pedro y Tomás Calero eran concesionarios del chicle con harto poder económico el primero, y que estaban posicionados en el bando no socialista, sino, como la mayor parte de las élites petuleñas venidas desde fines del siglo XIX, en el bando “liberal” de los conservadores del estado de cosas anterior a marzo de 1911, en el que hiciera su aparición en el pueblo la violencia campesina comandada por el platero Elías Rivero.[5]
Sintomático del dejo de
racismo –no hay otra palabra- que se deja ver en la praxis política cotidiana en el pueblo de Peto durante casi todo el siglo XX, es
el comprobar que Delfino Pech Nah fue un "progresista", desde luego,
pero un progresista del blanqueamiento en
el pueblo, y que dejó escuela del blanqueamiento
al final del siglo XX en presidentes municipales con uno o dos apellidos
indígenas: Uluhuac, Yah, Aké Can, desde luego que no entran, por sus
cotidianidades, a representar un cambio en la tónica mestiza de poder que se
da en casi todos los pueblos grandes de Yucatán desde la segunda mitad del
siglo XIX (el caso patético, es la racista Valladolid de los Peniche y de los
Alcocer).
Es decir, podemos barajear
la hipótesis de que, en el inconsciente colectivo del poder en Yucatán, la “barbarie”
de la Guerra de Castas -la coalición de los batabes de los pueblos promoviendo
el justo reparto del poder y la riqueza en el año de 1847- todavía es posible
de comprobar mirando a las familias de “catrines” en los pueblos grandes de
Yucatán que detentan el poder político y económico a contrapelo de visiones
multiétnicas recientes del poder: En Tekax fueron los Romero en 1920 y siguen siendo los Romero, en Tzucacab fueron los Güemez; en Peto, siguen siendo los de siempre, desde luego, pero con algunos que
hasta a fuerza han entrado al proceso de blanqueamiento en sus visiones
galopantes del poder.
[1] Sabido Ávila, Máximo (1996), Mis
memorias de Peto, Mérida, Edición del autor, p. 104.
[2] “La
noche del 25, con motivo del onomástico del señor Delfino Pech, Presidente
Municipal de esta villa, la Sociedad Obrera Juvenil organizó un baile de asalto
para festejarlo. Fue amenizado por el concierto local “Aurora”, bajo al
dirección del profesor Fabián S. Arcilla. Al día siguiente el festejado
obsequió a sus amistades con un almuerzo, al que asistieron las autoridades, el
profesorado, el que suscribe, la directiva de la Liga y el Teniente de
Infantería, jefe de la delegación de esta plaza, Petronilo Pool C.” Diario del Sureste, 30 de noviembre de
1931. “Peto…Onomástico.”
[3] En la segunda mitad del siglo XX, el que escribiera el libro Mis
memorias de Peto, Máximo Sabido, tuvo a dos miembros de su clan familiar como
presidentes municipales: César Ruiz Villanueva y Rubén Calderón Cecilio, yernos
los dos, y el último de origen libanés en el segundo apellido. Por “estructuras
mestizas de poder” entiendo a los miembros de la sociedad no indígena, o que no
se creían tales, dirigiendo al pueblo en “cosas de política.”
[4] Cfr. AGEY, Fondo
Justicia, serie Penal, sección Juzgado segundo de paz de lo criminal, subserie
robo, asunto: Causa instruida a Luis y Ladislao Pech y socios por el delito de
robo en la villa de Peto.
[5] En noviembre de 1919, se decía que: “De las monterías de la
negociación chiclera Sacalaca de don Pedro Calero, se han estado llegando a
esta villa grandes cantidades de esta preciosa resina. Alienta una esperanza
verdaderamente consoladora la introducción de este producto, pues se nos
refiere que tiene actualmente muy buena cotización en dólares y el propietario
de la negociación señor Calero, ha comenzado a retribuir a sus jornaleros en
especies metálicas…” La Revista de Yucatán, 25 de noviembre
de 1919. “Entrada de chicle”. Pedro
Calero era miembro del Partido Liberal en el pueblo. Cfr. “De Peto”. La Revista de
Yucatán, 16 de noviembre de 1919.
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