La perentoria orden fue para Luis Felipe Saidén Ojeda, secretario de Seguridad Pública de Yucatán, y fue registrada en un cartelón puesto a un lado del solitario cadáver decapitado hallado en montes de Buctzotz, que junto con los otros once encontrados en las inmediaciones de la hacienda Chichí Suárez, completa la negra lista de los doce decapitados presuntamente por los Zetas, el violento brazo armado del Cartel del Golfo, dueños de la plaza de la Península.
Recordemos que a Saidén Ojeda, de igual forma secretario de Seguridad Pública en el segundo mandato del Balo Cervera Pacheco, se le vinculó con grupos allegados al narcotráfico, para posteriormente ser exonerado de una denuncia en ese sentido.
El periodista Daniel Barquet, refiriéndose al historial de trabajo de Saidén Ojeda en Yucatán, indicaba en un artículo publicado en La Revista Peninsular (“El narco en Yucatán) lo siguiente: “Si alguien conoce todo el movimiento del bajo mundo en Yucatán es Luis Felipe Saidén Ojeda. ‘El Halcón, como se identificaba por radio como secretario de Protección y Vialidad en el gobierno de Yucatán encabezado por Víctor Cervera Pacheco, mantuvo a raya a las mafilias (es decir, familias de la mafia yucateca, como fuera el caso de Manuel Basto, mejor conocido como el “Falopio”, que de ser “un sujeto gris cualquiera”, llegó a poseer toda una compleja red de narcomenudeo en Mérida con 25 sitios de venta de droga), en todo caso logrando que no se desbordase la violencia”.
Cuando fue jefe de la policía de Benito Juárez en el periodo del “Chacho” Juan Ignacio García Zalvidea, Saidén Ojeda, según Daniel Barquet, “fue el primer comandante de la policía en Cancún en dedicarse a acciones en contra del narcomenudeo, estableciendo el récord de detenciones de 90 personas en tres meses por encontrarlos en flagrancia mientras se dedicaban a la venta de droga al menudeo, recuperando 66 vehículos robados, durante el mismo lapso”. Tuvo el policía yucateco, al llegar a la plaza de Cancún, que enfrentarse internamente al “Grupo Tabasco”, un conjunto de policías de ese estado que “acostumbrados a controlar todo el movimiento del bajo mundo desde las oficinas de gobierno”. La casa estaba maloliente, y el yucateco no tuvo de otra que desinfectarla con la limpia.
Con la llegada de Ortega y Pacheco en agosto de 2007 a la gubernatura de Yucatán, la nueva administración –en momentos en que a nivel federal se desencadenaba una temeraria guerra desproporcionada contra las bandas del narcotráfico- necesitaba los servicios de un hombre duro y decidido, con el currículo abultado por expedientes en que se demostrara sus acciones contra la delincuencia en Yucatán, y que además conociera al dedillo las cloacas meridanas y se pusiera en contacto con los distintos gobiernos municipales con focos rojos como Valladolid, Tizimín, Progreso, Ticul, entre otros. Ortega y Pacheco no tuvo otro gallo que el gallo que le cuidaba el gallinero a su tío: Saidén Ojeda, el idóneo policía yucateco que podría emparejar a Yucatán al estado policiaco que el gobierno federal implantaba en casi toda la geografía nacional, por más que su reputación se encontraba cuestionada por denuncias debido a su posible participación en el crimen organizado.
En el decapitado de Buctzotz el mensaje era para este viejo policía, indicándole, recordándole supuestos “compromisos” pactados con el cártel del Golfo: parar la vigilancia, el cerco policiaco, dejar de asolarlos, desarticular los retenes en las carreteras de entrada y salida a Yucatán, es decir, hacerse de la vista gorda para que puedan trabajar en paz. Cuestionado por el recadito, la gobernadora Ivonne Ortega y Pacheco, en entrevista televisiva para Primero Noticias conducida por Carlos Loret de Mola, lo tomó como “intentos por desprestigiar a nuestro director de Seguridad pública, a quien dio su aval”; y el procurador de Justicia local, José Alonso Guzmán Pacheco, dijo no entender el motivo de esa frase porque, según el procurador, “el único compromiso de los funcionarios del Gabinete de Seguridad Pública, es cumplir con garantizar la seguridad para todos los yucatecos”. Puede ser pero por ahora no lo han hecho, garantizar la seguridad, por ahora se ve que los Zetas – ex soldados del Ejército mexicano que pertenecían al grupo militar de élite conocido como GAFES, con entrenamiento contrainsurgente y delincuencial en Fort Benning, EUA, que entre 1999 y 2000 pasaron de servir al estado a prestar sus punitivos servicios al empresario privado de las drogas, Osiel Cárdenas Guillén, actualmente tras las rejas de una celda estadounidense-, al oír el S.O.S afligido de los diversos narcomenudistas yucatecos que laboran para el Cartel del Golfo, como verdadero contrapoder cuestionador del monopolio de la violencia del estado mexicano, hicieron acto de presencia en suelo yucateco semanas antes de que apareciera en diarios de la península y nacionales su macabro montaje del terror homicida, para disuadir o enflaquecer la mano dura del gobierno federal y local contra el crimen organizado. Ortega y Pacheco –quien en estos momentos es cuando más debe de demostrar su parentesco con el Balo, sacando la casta y la frialdad para afrontar los desafíos que explícitamente le planta un grupo altamente violento- señaló a Loret de Mola que semanas antes del jueves 28 de agosto –fecha en que aparecieron los decapitados- estuvieron recibiendo amenazas de los grupos delincuenciales para desmantelar retenes y para que se bajara el nivel de vigilancia: “Reforzamos la vigilancia –decía Ortega y Pacheco- con una serie de retenes en diferentes entradas del estado y de la ciudad y desde hace como tres meses estuvimos recibiendo amenazas en la Secretaría de Seguridad Pública, llamadas anónimas al 089 y 066 en el que pedían que quitáramos los retenes y bajáramos la vigilancia para que permitiéramos hacerles el trabajo". Las amenazas se agudizaron los doce días previos en que aparecieran los cuerpos, amenazas en que la gobernadora estuvo al tanto de ello, pero que no se imaginaba lo “tan espanto” que iba a ser al cumplirse lo prometido.
De los cadáveres encontrados –la mayoría desnudos y casi todos con tatuajes de dragón o relativos a la Santa Muerte-, las necropsias que se les practicaron arrojaron el dictamen de que entre tres y cinco de los occisos fueron degollados en caliente, es decir, aún estando vivos. En esta cálida noche de viernes en que escribo estas líneas desde un café cercano a la bahía de Chetumal, hasta el momento, según informes de distintos portales de internet, las cabezas de los cuerpos no han sido localizadas (Ortega y Pacheco ha indicado que los elementos policiacos se encuentran listos para la posible aparición espectacular de las cabezas, con el fin de espantar y causar pánico entre la población yucateca, y para que ésta presione al gobierno para buscar “vías acostumbradas de conciliación”), de entre las cuales, dos podrían pertenecer a progreseños, cinco a meridanos, y el resto a quintanarroenses y campechanos. Antonio Ávila, corresponsal del diario español El País en México, señaló que el macabro hallazgo “se produjo después de que una llamada anónima ‘invitara’ a los reporteros de una televisión local (Televisión Azteca) a que ‘acudieran a montes de Chichí Suárez, donde hallarían unos cuerpos”. Por el momento el éxito propagandístico del cártel del Golfo ha parado en seco el discurso de triunfalismo de Ortega y Pacheco, y Yucatán ha entrado al vértigo de la violencia inesperada. Ortega y Pacheco, por el contrario, entrará, ahora sí, a la administración exclusiva de la casa, olvidándose por un largo tiempo de su marketing ingenuo.
Recordemos que a Saidén Ojeda, de igual forma secretario de Seguridad Pública en el segundo mandato del Balo Cervera Pacheco, se le vinculó con grupos allegados al narcotráfico, para posteriormente ser exonerado de una denuncia en ese sentido.
El periodista Daniel Barquet, refiriéndose al historial de trabajo de Saidén Ojeda en Yucatán, indicaba en un artículo publicado en La Revista Peninsular (“El narco en Yucatán) lo siguiente: “Si alguien conoce todo el movimiento del bajo mundo en Yucatán es Luis Felipe Saidén Ojeda. ‘El Halcón, como se identificaba por radio como secretario de Protección y Vialidad en el gobierno de Yucatán encabezado por Víctor Cervera Pacheco, mantuvo a raya a las mafilias (es decir, familias de la mafia yucateca, como fuera el caso de Manuel Basto, mejor conocido como el “Falopio”, que de ser “un sujeto gris cualquiera”, llegó a poseer toda una compleja red de narcomenudeo en Mérida con 25 sitios de venta de droga), en todo caso logrando que no se desbordase la violencia”.
Cuando fue jefe de la policía de Benito Juárez en el periodo del “Chacho” Juan Ignacio García Zalvidea, Saidén Ojeda, según Daniel Barquet, “fue el primer comandante de la policía en Cancún en dedicarse a acciones en contra del narcomenudeo, estableciendo el récord de detenciones de 90 personas en tres meses por encontrarlos en flagrancia mientras se dedicaban a la venta de droga al menudeo, recuperando 66 vehículos robados, durante el mismo lapso”. Tuvo el policía yucateco, al llegar a la plaza de Cancún, que enfrentarse internamente al “Grupo Tabasco”, un conjunto de policías de ese estado que “acostumbrados a controlar todo el movimiento del bajo mundo desde las oficinas de gobierno”. La casa estaba maloliente, y el yucateco no tuvo de otra que desinfectarla con la limpia.
Con la llegada de Ortega y Pacheco en agosto de 2007 a la gubernatura de Yucatán, la nueva administración –en momentos en que a nivel federal se desencadenaba una temeraria guerra desproporcionada contra las bandas del narcotráfico- necesitaba los servicios de un hombre duro y decidido, con el currículo abultado por expedientes en que se demostrara sus acciones contra la delincuencia en Yucatán, y que además conociera al dedillo las cloacas meridanas y se pusiera en contacto con los distintos gobiernos municipales con focos rojos como Valladolid, Tizimín, Progreso, Ticul, entre otros. Ortega y Pacheco no tuvo otro gallo que el gallo que le cuidaba el gallinero a su tío: Saidén Ojeda, el idóneo policía yucateco que podría emparejar a Yucatán al estado policiaco que el gobierno federal implantaba en casi toda la geografía nacional, por más que su reputación se encontraba cuestionada por denuncias debido a su posible participación en el crimen organizado.
En el decapitado de Buctzotz el mensaje era para este viejo policía, indicándole, recordándole supuestos “compromisos” pactados con el cártel del Golfo: parar la vigilancia, el cerco policiaco, dejar de asolarlos, desarticular los retenes en las carreteras de entrada y salida a Yucatán, es decir, hacerse de la vista gorda para que puedan trabajar en paz. Cuestionado por el recadito, la gobernadora Ivonne Ortega y Pacheco, en entrevista televisiva para Primero Noticias conducida por Carlos Loret de Mola, lo tomó como “intentos por desprestigiar a nuestro director de Seguridad pública, a quien dio su aval”; y el procurador de Justicia local, José Alonso Guzmán Pacheco, dijo no entender el motivo de esa frase porque, según el procurador, “el único compromiso de los funcionarios del Gabinete de Seguridad Pública, es cumplir con garantizar la seguridad para todos los yucatecos”. Puede ser pero por ahora no lo han hecho, garantizar la seguridad, por ahora se ve que los Zetas – ex soldados del Ejército mexicano que pertenecían al grupo militar de élite conocido como GAFES, con entrenamiento contrainsurgente y delincuencial en Fort Benning, EUA, que entre 1999 y 2000 pasaron de servir al estado a prestar sus punitivos servicios al empresario privado de las drogas, Osiel Cárdenas Guillén, actualmente tras las rejas de una celda estadounidense-, al oír el S.O.S afligido de los diversos narcomenudistas yucatecos que laboran para el Cartel del Golfo, como verdadero contrapoder cuestionador del monopolio de la violencia del estado mexicano, hicieron acto de presencia en suelo yucateco semanas antes de que apareciera en diarios de la península y nacionales su macabro montaje del terror homicida, para disuadir o enflaquecer la mano dura del gobierno federal y local contra el crimen organizado. Ortega y Pacheco –quien en estos momentos es cuando más debe de demostrar su parentesco con el Balo, sacando la casta y la frialdad para afrontar los desafíos que explícitamente le planta un grupo altamente violento- señaló a Loret de Mola que semanas antes del jueves 28 de agosto –fecha en que aparecieron los decapitados- estuvieron recibiendo amenazas de los grupos delincuenciales para desmantelar retenes y para que se bajara el nivel de vigilancia: “Reforzamos la vigilancia –decía Ortega y Pacheco- con una serie de retenes en diferentes entradas del estado y de la ciudad y desde hace como tres meses estuvimos recibiendo amenazas en la Secretaría de Seguridad Pública, llamadas anónimas al 089 y 066 en el que pedían que quitáramos los retenes y bajáramos la vigilancia para que permitiéramos hacerles el trabajo". Las amenazas se agudizaron los doce días previos en que aparecieran los cuerpos, amenazas en que la gobernadora estuvo al tanto de ello, pero que no se imaginaba lo “tan espanto” que iba a ser al cumplirse lo prometido.
De los cadáveres encontrados –la mayoría desnudos y casi todos con tatuajes de dragón o relativos a la Santa Muerte-, las necropsias que se les practicaron arrojaron el dictamen de que entre tres y cinco de los occisos fueron degollados en caliente, es decir, aún estando vivos. En esta cálida noche de viernes en que escribo estas líneas desde un café cercano a la bahía de Chetumal, hasta el momento, según informes de distintos portales de internet, las cabezas de los cuerpos no han sido localizadas (Ortega y Pacheco ha indicado que los elementos policiacos se encuentran listos para la posible aparición espectacular de las cabezas, con el fin de espantar y causar pánico entre la población yucateca, y para que ésta presione al gobierno para buscar “vías acostumbradas de conciliación”), de entre las cuales, dos podrían pertenecer a progreseños, cinco a meridanos, y el resto a quintanarroenses y campechanos. Antonio Ávila, corresponsal del diario español El País en México, señaló que el macabro hallazgo “se produjo después de que una llamada anónima ‘invitara’ a los reporteros de una televisión local (Televisión Azteca) a que ‘acudieran a montes de Chichí Suárez, donde hallarían unos cuerpos”. Por el momento el éxito propagandístico del cártel del Golfo ha parado en seco el discurso de triunfalismo de Ortega y Pacheco, y Yucatán ha entrado al vértigo de la violencia inesperada. Ortega y Pacheco, por el contrario, entrará, ahora sí, a la administración exclusiva de la casa, olvidándose por un largo tiempo de su marketing ingenuo.