Esta tierra que
mira al oriente
Cuna fue del
primer mestizaje
Que nació del
amor sin ultraje
De Gonzalo
Guerrero y Za’asil.[1]
En un reciente discurso proferido en un lugar
conocido como la Explanada a la bandera, en la ciudad de Chetumal, por el
actual gobernador del estado de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo -señalado a
nivel nacional como uno de los represores más conspicuos de la libertad de
expresión en el país- se puede apreciar una visión obtusa de la historia de ese
estado, y a la que se le ha denominado con el mote de “nativista”. Antes de
transcribir y comentar algunos de estos párrafos del discurso, y antes de
apuntar qué entendemos por nativismo, señalemos algunos pareceres sobre la parca libertad
de expresión que ocurre en ese estado caribeño de la Península.
El caso Pedro Canché, su
encarcelación por nueve meses por el delito de criticar a Borge Angulo,[2]
así como las clonaciones a la revista Luces
del Siglo, crítica del borgismo, si no los únicos casos, sí son los más representativos de la subordinación
abyecta de los tribunales de justicia, de casi toda la “prensa” oficialista, y de buena parte de la sociedad
quintanarroense, y sin qué decir de los visos racistas de la clase política de
ese estado, que tuvo hasta el descaro de burlarse de la condición de periodista
de Canché, pues no podían imaginar que un valiente maya de ese estado hiciera un periodismo
desligado de las estructuras de poder local y, además, osara criticar esa
extraña “normalidad” democrática del “quintanarroísmo”.
Mientras escribo estas
páginas, me entero que el día de ayer 4 de agosto de 2015, el Congreso local de
ese estado, aprobó la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos
Humanos y Periodistas, la Ley Borge o Ley Mordaza, que junto con la Ley de Ordenamiento
Cívico –Ley Antimarchas, violatoria de varios preceptos de la parte dogmática
de la Constitución federal, como el derecho a la manifestación o el derecho a la
asociación, etc.- del 29 de abril de 2014, se ciernen como mecanismos jurídicos
fascistas de un Estado autoritario, con terror profundo a las básicas libertades
de los pocos individuos y grupos civiles que ejercen el derecho a la ciudadanía (en el entendido de que no todos son ciudadanos plenos, y sí, por el contrario, se da la existencia de muchos idiotas políticos).
La Ley Borge se presenta como una disposición jurídica restrictiva “para el ejercicio
del periodismo, que de acuerdo con la organización Artículo 19, constituye ‘un
acto de simulación de un gobierno que continúa agrediendo a periodistas
críticos e independientes”.[3]
Periodistas que no se encuentren en una nómina[4]
–tal es el caso de Pedro Canché- de una empresa reconocida por el gobierno de
Borge Angulo como periodística, o que fueran freelance como lo era
el periodista asesinado Rubén Espinosa, no entran en la categoría de
periodistas para el gobierno de Quintana Roo. En 2014, ese estado fue la
segunda entidad en agresión a los periodistas, por debajo del Distrito Federal
y por arriba del gobierno de Javier Duarte, el Mata Periodistas de Veracruz. En
los nuevos contextos de la revolución digital y periodística, donde el
monopolio del decir, del escribir y de la protesta, se ha desmadrado debido a
los nuevos causes informativos de las redes sociales y el internet: blogueros,
twitteros, facebooqueros y tantos analistas políticos de ocasión que escriben
en sitios virtuales, no entrarían en las disposiciones jurídicas borgistas para
la defensa del periodista ante posibles agresiones públicas o privadas. Artículo
19, al respecto, trajo a colación lo estipulado por el Comité de Derechos
Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que reconoce que “en la
función periodística participan una amplia variedad de personas, como analistas
y reporteros profesionales y de dedicación exclusiva, autores de blogs y otros
que publican por su propia cuenta en medios de prensa, en Internet o por otros
medios…”[5]
La labor periodística de Pedro Canché, que practica un periodismo comunitario y
social, es muy similar a la que en su momento realizó el desaparecido director
del semanario La Unión, de Medellín,
Veracruz, Moisés Sánchez Cerezo: tanto a Canché como a Sánchez, la soberbia y
el racismo de sus gobiernos locales –el borgista y el de Duarte- le negaron la
categoría de periodistas.[6]
Sánchez fue asesinado porque al presidente municipal de Medellín, de extracto
panista, no le gustaba lo que escribía; Sánchez escribía para hacer mejorar las
imperfecciones y para combatir las estolideces administrativas del presidente en turno de Medellín.
El pequeño semanario de Sánchez, se solventaba con los recursos que este
periodista comunitario obtenía de un taxi de su propiedad: mientras recorría las calles de
Medellín, lo que grababa con la reportera, las fotografías que tomaba con su cámara fotográfica, y su capacidad de escuchar a sus
vecinos, paraban en la laptop donde salían las notas y los artículos sociales de
su gaceta.[7]
Mientras el periodismo en Quintana Roo se presenta con el espectro del fascismo tropical, y las conculcaciones básicas a las garantías constitucionales es
la tónica del sexenio más controvertido de la historia reciente de Quintana Roo,
al mismo tiempo, viejas cantaletas nativistas inundan el discurso político
borgista.
La
vieja cantaleta nativista
El nativismo, en Quintana Roo, fue una especie de
chauvinismo tropical creado por sectores políticos y por algunos escritores
locales de ese estado en un contexto que dejó de ser el mismo hace más de una
generación, y que en términos culturales refirió a la búsqueda sistemática de
una identidad –el mito de ser Chetumal la cuna del mestizaje, por ejemplo; el
pasado poco comprendido de los chicleros, las relaciones tormentosas con el
recuerdo oficializado de la Guerra de Castas[8]-;
y en términos “históricos” y políticos, hacía referencia a la defensa de la
“autonomía” del Territorio contra los abusos del centro o de Yucatán,[9]
y sintetizaba su visión en la frase de ¡Quintana Roo para los quintanarroenses!
Recientemente, el nativismo, una especie de tara que cunde entre la clase
política y los pocos escritores quintanarroenses, similar al recurrente
separatismo yucateco, ha impregnado no sólo los discursos borgistas, sino a la otrora Máxima casa de estudios de ese
estado, la UQROO, universidad donde se reconocen, en vez de calidades
académicas, calidades solariegas y oriundeces provincianas.
La crítica al
“nativismo” –es decir, la crítica al monopolio del poder en manos locales,
principalmente, en manos de los grupos políticos de Cozumel, y que posterior al
periodo de Mario Villanueva Madrid, tienen en subordinación al grupo chetumaleño-
podría formularse, estableciendo que con esta “ideología” política, se
pretendía excluir al resto del estado, no sólo a la zona turística sino también
a la Zona Maya (municipios como Felipe Carrillo Puerto o Lázaro Cárdenas),
aunque si hablamos de “nativistas”, los mayas del centro de Quintana Roo deberían
ser los primeros nativistas por ser los pobladores permanentes de estos
lugares, “pero son indios y no blancos como en la capital estatal”, o la isla
de las golondrinas cozumeleña.[10]
Habría que decir, en esta aserción, una verdad de Perogrullo: los que gobiernan
en Quintana Roo, no han sido, precisamente, los herederos de la Cruz Parlante. El
general Francisco May fue una excepción a principios del siglo XX, una
excepción que no se volvería a repetir hasta la actualidad, y esto como falta
de maduración del asentamiento de los órganos estatales, de su burocracia y de
su ideología “quintanarroense” o quintarroísta.[11]
Sin duda, la fórmula
historiográfica del nativismo quintanrroense, se puede leer en la visión que
tuviera el historiador amateur, Carlos Hoy,[12]
pero igual podemos analizar el nativismo en cualquier relato periodístico del
cronista vitalicio de Chetumal, Ignacio Herrera Muñoz, quien como “Presciliano
el Cronista” de la novela de Aguilar Camín, escribe la historia croniquera
publicable de su ciudad, mientras deja en el baúl de los recuerdos la crónica
maldita y, por impúdica, impublicable;[13]
e incluso, en revisiones del nativismo reciente escriturados supuestamente
desde una historia con pretensiones científicas.[14]
Sin embargo, podemos
apuntar brevemente algunos extractos del discurso proferido por Borge Angulo en
la Explanada a la bandera, ya que tocan las más sensibles fibras del nativismo,
o en palabras políticamente correctas, “quintanarroísmo”: “Hoy quiero decirles,
paisanas y paisanos –peroraba el gobernador nativista-, aquí en esta Explanada
histórica y ante este Obelisco que representa nuestro quintanarroísmo, que
nuestro Estado tiene identidad propia, libre y soberana, y que ha sido
gobernado bien por quintanarroenses y debe seguir siendo gobernado por
quintanarroenses”. Con todo el discurso nativista que bordeaba temerariamente
el fascismo, este gobernador, que no oculta que tiene un fastidio por el indio
díscolo, dijo que desde la “oportunidad histórica” que tuvo Jesús Martínez Ross
de gobernar ese estado en 1974, “no sólo nunca se ha visto que un no nativo
gobierne esta entidad, sino que han pasado siete Gobernadores quintanarroenses
que han hecho bien su trabajo y que lo seguirán haciendo, para “nunca más estar
bajo la sombra de nuestros vecinos de Yucatán”. Y siguiendo el libreto
establecido por la historia nativista de Hoy, etc, recordó “la intensa lucha
que nuestros ancestros libraron para que, en un principio, Porfirio Díaz
decretará el Territorio Federal de Quintana Roo, siendo que cuando se revirtió
esa decisión, fue el entonces jefe de la Nación, Lázaro Cárdenas del Río, quien
volvió instaurarla para que, por fin, fuera el entonces Presidente de la
República, Luis Echeverría Álvarez, quien nos diera identidad propia como
Estado Libre y Soberano”.[15]
¿Hay en el discurso de este gobernador, así como en el discurso de buena parte
de la adocenada academia quintanarroense, unas palabras para los ancestros de
Pedro Canché, que al contrario de los ancestros de Borge Angulo, libraron no
batallas para que Porfirio Díaz decretara la existencia del Territorio Federal,[16]
sino batallas numantinas para sobrevivir a los años malditos de la guerra y la
entrada de los “huaches” a su tierra desde 1901? En el carril de la más
patética historia oficial, Borge Angulo, mirando retrospectivamente la historia
del Estado soberano de Quintana Roo, describió que “Mucho se dijo en ese
momento que los quintanarroenses no estábamos preparados, que cómo nos iba a
ir, que cuál iba a ser la experiencia, sin embargo, hoy, 40 años después, aquí
está la prueba, aquí están los nombres en este Obelisco de quienes me han
antecedido y el de su servidor, quintanarroenses todos, comprometidos y que
hemos sacado adelante a Quintana Roo con la única palabra que vale en el corazón
y el alma”.[17]
Por cierto, es atingente hacer explícita esa nueva etnofagia indigenista de la
memoria oficial de ese estado, cuando el gobierno de Borge escribe, en el mismo
obelisco, además de los nombres de los caudillos de la independencia nacional y
los “padres de la patria” quintanarroense – me refiero a sus gobernadores,
empezando por Martínez Ross, pasando por el Chueco Villanueva Madrid, y
acabando con Borge Angulo-, a los guerreros mayas como Cecilio Chi y Jacinto
Pat,[18]
que tuvieron una idea distinta del Estado indigenista de los nativistas, que
niega y oculta las otras historias de los otros pueblos arraigados en Quintana
Roo. En un texto donde traté de comprender esta tabula raza y esta exclusión
política al pueblo maya en Quintana Roo, escribí lo siguiente:
La visión “nativista”
en el estado, tuvo su tiempo histórico justificado por las circunstancias, pero
podríamos establecer que esta ideología es lo diametralmente opuesta a los
afanes autonómicos de los macehualoob de la época de Morley, de Reed, de
Sullivan, y de las palabras que los oficiales de X-Cacal Guardia dejaron oír a
finales de 2009, para pedir respeto, dignidad y liberación de algunos de sus
hermanos detenidos, tratados por las autoridades como animales. Es
contrario, no por el hecho de que quienes ostentaron esta ideología no
pertenecieron a los herederos de la Cruz Parlante, sino por el hecho de que el
nativismo implica una luminiscente negación del proyecto autonómico macehualoob,
ya que permeó toda la estructura de poder del Estado posterior a 1974, e
intentó componer una “Historia” única, mestiza, valiéndose del indigenismo,
cooptando líderes, inmovilizando afanes autonómicos a costa de cualquier medio,
por conducto de su órgano político hegemónico de 1974 a 2000 [y hasta la fecha],
el PRI, o del gobierno en turno…[19]
La negación política
del pueblo maya en Quintana Roo, no se puede solventar apelando a los flacos
discursos del “indio permitido”, aquel que sólo pide reconocimientos
culturales. En el año 2001, un viejo conocedor de la historia de los mayas
rebeldes de Quintana Roo, Miguel Alberto Bartolomé, resumió brevemente esta
exclusión que refiero:
Quintana Roo es
entonces la única jurisdicción política de un estado multiétnico, en cuyo
origen se encuentra la presencia de un grupo organizacional y culturalmente
diferenciado. Pero a pesar de estos antecedentes Quintana Roo no es un estado
maya. Desde mediados del siglo XX fue abierto a la colonización como si se
tratara de un ámbito vacío. A partir de la década de los setenta el desarrollo
del complejo turístico de Cancún en el norte transformó en pocos años la
fisonomía regional. Los macehualob fueron progresivamente arrinconados, en lo
que hoy se conoce como ―la zona maya‖ del municipio de Carrillo Puerto (la
antigua Chan Santa Cruz). Se pretende incluso convertirlos en un atractivo
turístico más (hasta el cenote donde supuestamente apareció la Cruz Parlante es
objeto de visitas guiadas). No sólo se les ha expropiado el territorio por el
que tanto lucharan sino también del pasado: las ciudades construidas por sus
antepasados forman parte de la Riviera Maya, un circuito turístico
transnacional que ha reemplazado al antiguo País Maya. Y lo más escandaloso es
la falta de escándalo: el no cuestionamiento de un proceso de usurpación y
marginación que implica el flagrante desconocimiento de los derechos colectivos
de los macehualob mayas.[20]
Si no podemos hablar ya más de nativismo, si no podemos
ya más seguir tolerando frases hueras de ¡Quintana Roo para los
quintanarroenses!, cuando observamos las tasas de crecimiento demográfico
anuales de ciudades como Playa del Carmen, o bien, cuando observamos más la
yucataneidad y la veracruzanidad en una ciudad beliceña como Chetumal, en vez
del fantasmagórico “quintanarroísmo”; del mismo modo ya no podemos seguir
negando, hacer la depuración de la memoria, y omitir la importancia de la
negritud en la historia de Quintana Roo.[21]
En 1974, Jesús Martínez Ross (nacido el 7 de mayo de 1939) fue el primer
gobernador electo del nuevo estado que se creaba en el sexenio echeverrista: el
estado de Quintana Roo. La madre de Martínez Ross, Adela Ross, era chiapaneca
que migró al Territorio de Quintana Roo a principios del siglo XX.
El padre de don Jesús
fue Pedro Manuel Martínez, originario de Trujillo, en la costa Caribe
hondureña. Elisabeth Cunin, de la cual extraigo estos datos,[22]
escribe que don Pedro Manuel Martínez era negro y garífuna que llegó al Territorio
en 1919 y fue la mano de confianza de un rico empresario beliceño, Robert
Sidney Turton, administrándole sus negocios forestales y, a veces, trabajando de arriero en los campos
del benque y del chicle. Recordemos que por garífunas se conoce a la población
“de origen africano y amerindio que migró de la isla de San Vicente hacia las
costas caribeñas de Centroamérica a finales del siglo XVIII”.[23]
Pedro Manuel, el
garífuna, nunca renunció a su nacionalidad hondureña. De esa estirpe cimarrona
venía el primer gobernador constitucional del naciente estado de Quintana Roo.
Con el tiempo, a ese estado lo gobernarían descendientes de libaneses
cozumeleños, negros y garífunas chetumaleños, algún blanco de origen yucateco,
y un popular mestizo que reside actualmente tras las rejas de una celda gringa; pero
nunca, hasta ahora, Quintana Roo ha sido gobernado por uno de la "etnia
vencida" al inicio del siglo XX cuando un general porfiriano ondeó, a las siete
de la mañana del día 4 de mayo de 1901, el lábaro patrio mexicano, ocupando la
histórica plaza de los ancestros de Pedro Canché, el periodista.
El primer gobernador constitucional del Estado de Quintana Roo, Jesús Martínez Ross (1975-1981).
[1] Estrofa
III del Himno a Quintana Roo. Letra del poeta campechano, Ramón Iván Suárez
Caamal.
[2] Carlos
Águila Arreola, “Liberan en Quintana Roo al periodista maya Pedro Canché”. La Jornada, 3 de mayo de 2015.
[3] “Ley
Borge decide, desde hoy, quién es periodista y quién no; ejemplo Rubén Espinosa
no era”. Sin embargo.mx. Periodismo
digital con rigor. 5 de agosto de 2015. Disponible en http://www.sinembargo.mx/05-08-2015/1439154
[4] O tal
vez, lo que en jerga periodística se conoce como el chayo.
[5] Ídem.
[6] Manu
Ureste, “Él es Moisés Sánchez, el reportero asesinado en Veracruz”. Animal Político, 26 de enero de 2015.
[7] Ídem.
[8] Sobre este
recuerdo oficializado y canibalizado por el indigenismo etnofágico de la clase
política en Quintana Roo, véase mi tesis de maestría Radiografiando la autonomía de los herederos
de la Cruz Parlante: De la autonomía cruzoob a los derechos “indigenistas”,
Tesis para obtener el grado de Maestro en Ciencias Sociales aplicadas a los
estudios regionales, Chetumal, UQROO, 2010, p. 248 y ss.
[9] Antonio
Higuera Bonfil, A Dios las deudas y al
alcalde las jaranas: religión y política en el Caribe mexicano, Chetumal,
Quintana Roo, CONACYT-UQROO, 1999.
[10] César
Dachary y Arnaiz Burne, Stella Maris, Quintana Roo. Sociedad, economía,
política y cultura, México, UNAM, 1990, p. 46.
[11] Radiografiando
la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante, p. 250.
[12] Carlos
Hoy, Breve historia de Quintana Roo,
Quintana Roo, Imprenta México, 1977.
[13] Falta
un texto de tesista de licenciatura, que analice pormenorizadamente la parca
producción libresca de don Ignacio Herrera Muñoz, pero rica en cuanto a textos
periodísticos. Cfr. Gilberto Avilez
Tax, “Sobre el ‘cronista vitalicio’ de la ciudad de los Curvatos”, Desde la Península y las inmediaciones de mi
hamaca, 2 de septiembre de 2013. Igualmente véase la versión novelada de la
fundación del Carrizales-Chetumal, en un inhóspito lugar, “no donde quiso el
amor, sino la guerra”, en Héctor Aguilar Camín, El resplandor de la madera, México, Alfaguara, 1999.
[14] Me refiero
al trabajo de Antonio Higuera Bonfil A
Dios las deudas y al alcalde las jaranas: religión y política en el Caribe
mexicano, Chetumal, Quintana Roo, CONACYT-UQROO, 1999. Igualmente, véase
este texto entre apologético y hagiográfico de una apretada historia jurídica y
constitucional: Luis Geraldo Samaniego Santamaría, “Treinta y cinco años de
historia y evolución constitucional del Estado de Quintana Roo”, Portal.
Revista de Investigaciones en Ciencias Sociales, Económicas y Administrativas,
número 8, año 6, verano de 2010, pp. 55-86.
[15] “Quintana
Roo para los quintanarroenses”. Periodistas
Quintana Roo, 5 de agosto de 2015.
[16] Aunque
habría que decir, que la mayor parte de los que pujaron y cabildearon con Díaz
para que se decretara la existencia del Territorio, fueron miembros de la Casta
Divina yucateca, así como señeros personajes de los científicos porfirianos,
con fuertes intereses en invertir en los ricos bosques del oriente de la
Península.
[17] “Quintana
Roo para los quintanarroenses”.
[18] Sergio
Caballero, “Busca Borge inmortalizar su nombre en obelisco de Chetumal”. Proceso, 10 de febrero de 2015.
[19] Radiografiando la autonomía de los herederos
de la Cruz Parlante…
[20] Miguel
Alberto Bartolomé, “El derecho a la autonomía de los mayas macehualob”, revista
Alteridades, 2001, 11 (21): p. 107.
[21] En este
último párrafo, sigo el ameno libro de Elisabeth Cunin, 2014 Administrar los
extranjeros: raza, mestizaje, nación. Migraciones afrobeliceñas en el
Territorio de Quintana Roo, 1902-1940, México, CIESAS-Institut de recherche
pour le développment-Karthala.
[22] Idem.
[23] Ibidem.
p. 14.