miércoles, 5 de agosto de 2015

¿Quintanarroísmo, yucatanismo, veracruzanidad, indianidades o negritudes omitidas en el potlatch tropical?



Esta tierra que mira al oriente
Cuna fue del primer mestizaje
Que nació del amor sin ultraje
De Gonzalo Guerrero y Za’asil.[1]


En un reciente discurso proferido en un lugar conocido como la Explanada a la bandera, en la ciudad de Chetumal, por el actual gobernador del estado de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo -señalado a nivel nacional como uno de los represores más conspicuos de la libertad de expresión en el país- se puede apreciar una visión obtusa de la historia de ese estado, y a la que se le ha denominado con el mote de “nativista”. Antes de transcribir y comentar algunos de estos párrafos del discurso, y antes de apuntar qué entendemos por nativismo, señalemos algunos pareceres sobre la parca libertad de expresión que ocurre en ese estado caribeño de la Península.
El caso Pedro Canché, su encarcelación por nueve meses por el delito de criticar a Borge Angulo,[2] así como las clonaciones a la revista Luces del Siglo, crítica del borgismo, si no los únicos casos, sí son los  más representativos de la subordinación abyecta de los tribunales de justicia, de casi toda la “prensa” oficialista,  y de buena parte de la sociedad quintanarroense, y sin qué decir de los visos racistas de la clase política de ese estado, que tuvo hasta el descaro de burlarse de la condición de periodista de Canché, pues no podían imaginar que un valiente maya de ese estado hiciera un periodismo desligado de las estructuras de poder local y, además, osara criticar esa extraña  “normalidad” democrática del “quintanarroísmo”.
Mientras escribo estas páginas, me entero que el día de ayer 4 de agosto de 2015, el Congreso local de ese estado, aprobó la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, la Ley Borge o Ley Mordaza, que junto con la Ley de Ordenamiento Cívico –Ley Antimarchas, violatoria de varios preceptos de la parte dogmática de la Constitución federal, como el derecho a la manifestación o el derecho a la asociación, etc.- del 29 de abril de 2014, se ciernen como mecanismos jurídicos fascistas de un Estado autoritario, con terror profundo a las básicas libertades de los pocos individuos y grupos civiles que ejercen el derecho a la ciudadanía (en el entendido de que no todos son ciudadanos plenos, y sí, por el contrario, se da la existencia de muchos idiotas políticos). La Ley Borge se presenta como una disposición jurídica restrictiva “para el ejercicio del periodismo, que de acuerdo con la organización Artículo 19, constituye ‘un acto de simulación de un gobierno que continúa agrediendo a periodistas críticos e independientes”.[3] Periodistas que no se encuentren en una nómina[4] –tal es el caso de Pedro Canché- de una empresa reconocida por el gobierno de Borge Angulo como periodística, o que fueran freelance como lo era el periodista asesinado Rubén Espinosa, no entran en la categoría de periodistas para el gobierno de Quintana Roo. En 2014, ese estado fue la segunda entidad en agresión a los periodistas, por debajo del Distrito Federal y por arriba del gobierno de Javier Duarte, el Mata Periodistas de Veracruz. En los nuevos contextos de la revolución digital y periodística, donde el monopolio del decir, del escribir y de la protesta, se ha desmadrado debido a los nuevos causes informativos de las redes sociales y el internet: blogueros, twitteros, facebooqueros y tantos analistas políticos de ocasión que escriben en sitios virtuales, no entrarían en las disposiciones jurídicas borgistas para la defensa del periodista ante posibles agresiones públicas o privadas. Artículo 19, al respecto, trajo a colación lo estipulado por el Comité de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), que reconoce que “en la función periodística participan una amplia variedad de personas, como analistas y reporteros profesionales y de dedicación exclusiva, autores de blogs y otros que publican por su propia cuenta en medios de prensa, en Internet o por otros medios…”[5] La labor periodística de Pedro Canché, que practica un periodismo comunitario y social, es muy similar a la que en su momento realizó el desaparecido director del semanario La Unión, de Medellín, Veracruz, Moisés Sánchez Cerezo: tanto a Canché como a Sánchez, la soberbia y el racismo de sus gobiernos locales –el borgista y el de Duarte- le negaron la categoría de periodistas.[6] Sánchez fue asesinado porque al presidente municipal de Medellín, de extracto panista, no le gustaba lo que escribía; Sánchez escribía para hacer mejorar las imperfecciones y para combatir las estolideces administrativas del presidente en turno de Medellín. El pequeño semanario de Sánchez, se solventaba con los recursos que este periodista comunitario obtenía de un taxi de su propiedad: mientras recorría las calles de Medellín, lo que grababa con la reportera, las fotografías que tomaba con su cámara fotográfica, y su capacidad de escuchar a sus vecinos, paraban en la laptop donde salían las notas y los artículos sociales de su gaceta.[7]
Mientras el periodismo en Quintana Roo se presenta con el espectro del fascismo tropical, y las conculcaciones básicas a las garantías constitucionales es la tónica del sexenio más controvertido de la historia reciente de Quintana Roo, al mismo tiempo, viejas cantaletas nativistas inundan el discurso político borgista.

La vieja cantaleta nativista

El nativismo, en Quintana Roo, fue una especie de chauvinismo tropical creado por sectores políticos y por algunos escritores locales de ese estado en un contexto que dejó de ser el mismo hace más de una generación, y que en términos culturales refirió a la búsqueda sistemática de una identidad –el mito de ser Chetumal la cuna del mestizaje, por ejemplo; el pasado poco comprendido de los chicleros, las relaciones tormentosas con el recuerdo oficializado de la Guerra de Castas[8]-; y en términos “históricos” y políticos, hacía referencia a la defensa de la “autonomía” del Territorio contra los abusos del centro o de Yucatán,[9] y sintetizaba su visión en la frase de ¡Quintana Roo para los quintanarroenses! Recientemente, el nativismo, una especie de tara que cunde entre la clase política y los pocos escritores quintanarroenses, similar al recurrente separatismo yucateco, ha impregnado no sólo los discursos borgistas, sino a  la otrora Máxima casa de estudios de ese estado, la UQROO, universidad donde se reconocen, en vez de calidades académicas, calidades solariegas y oriundeces provincianas.
La crítica al “nativismo” –es decir, la crítica al monopolio del poder en manos locales, principalmente, en manos de los grupos políticos de Cozumel, y que posterior al periodo de Mario Villanueva Madrid, tienen en subordinación al grupo chetumaleño- podría formularse, estableciendo que con esta “ideología” política, se pretendía excluir al resto del estado, no sólo a la zona turística sino también a la Zona Maya (municipios como Felipe Carrillo Puerto o Lázaro Cárdenas), aunque si hablamos de “nativistas”, los mayas del centro de Quintana Roo deberían ser los primeros nativistas por ser los pobladores permanentes de estos lugares, “pero son indios y no blancos como en la capital estatal”, o la isla de las golondrinas cozumeleña.[10] Habría que decir, en esta aserción, una verdad de Perogrullo: los que gobiernan en Quintana Roo, no han sido, precisamente, los herederos de la Cruz Parlante. El general Francisco May fue una excepción a principios del siglo XX, una excepción que no se volvería a repetir hasta la actualidad, y esto como falta de maduración del asentamiento de los órganos estatales, de su burocracia y de su ideología “quintanarroense” o quintarroísta.[11]
Sin duda, la fórmula historiográfica del nativismo quintanrroense, se puede leer en la visión que tuviera el historiador amateur, Carlos Hoy,[12] pero igual podemos analizar el nativismo en cualquier relato periodístico del cronista vitalicio de Chetumal, Ignacio Herrera Muñoz, quien como “Presciliano el Cronista” de la novela de Aguilar Camín, escribe la historia croniquera publicable de su ciudad, mientras deja en el baúl de los recuerdos la crónica maldita y, por impúdica, impublicable;[13] e incluso, en revisiones del nativismo reciente escriturados supuestamente desde una historia con pretensiones científicas.[14]
Sin embargo, podemos apuntar brevemente algunos extractos del discurso proferido por Borge Angulo en la Explanada a la bandera, ya que tocan las más sensibles fibras del nativismo, o en palabras políticamente correctas, “quintanarroísmo”: “Hoy quiero decirles, paisanas y paisanos –peroraba el gobernador nativista-, aquí en esta Explanada histórica y ante este Obelisco que representa nuestro quintanarroísmo, que nuestro Estado tiene identidad propia, libre y soberana, y que ha sido gobernado bien por quintanarroenses y debe seguir siendo gobernado por quintanarroenses”. Con todo el discurso nativista que bordeaba temerariamente el fascismo, este gobernador, que no oculta que tiene un fastidio por el indio díscolo, dijo que desde la “oportunidad histórica” que tuvo Jesús Martínez Ross de gobernar ese estado en 1974, “no sólo nunca se ha visto que un no nativo gobierne esta entidad, sino que han pasado siete Gobernadores quintanarroenses que han hecho bien su trabajo y que lo seguirán haciendo, para “nunca más estar bajo la sombra de nuestros vecinos de Yucatán”. Y siguiendo el libreto establecido por la historia nativista de Hoy, etc, recordó “la intensa lucha que nuestros ancestros libraron para que, en un principio, Porfirio Díaz decretará el Territorio Federal de Quintana Roo, siendo que cuando se revirtió esa decisión, fue el entonces jefe de la Nación, Lázaro Cárdenas del Río, quien volvió instaurarla para que, por fin, fuera el entonces Presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, quien nos diera identidad propia como Estado Libre y Soberano”.[15] ¿Hay en el discurso de este gobernador, así como en el discurso de buena parte de la adocenada academia quintanarroense, unas palabras para los ancestros de Pedro Canché, que al contrario de los ancestros de Borge Angulo, libraron no batallas para que Porfirio Díaz decretara la existencia del Territorio Federal,[16] sino batallas numantinas para sobrevivir a los años malditos de la guerra y la entrada de los “huaches” a su tierra desde 1901? En el carril de la más patética historia oficial, Borge Angulo, mirando retrospectivamente la historia del Estado soberano de Quintana Roo, describió que “Mucho se dijo en ese momento que los quintanarroenses no estábamos preparados, que cómo nos iba a ir, que cuál iba a ser la experiencia, sin embargo, hoy, 40 años después, aquí está la prueba, aquí están los nombres en este Obelisco de quienes me han antecedido y el de su servidor, quintanarroenses todos, comprometidos y que hemos sacado adelante a Quintana Roo con la única palabra que vale en el corazón y el alma”.[17] Por cierto, es atingente hacer explícita esa nueva etnofagia indigenista de la memoria oficial de ese estado, cuando el gobierno de Borge escribe, en el mismo obelisco, además de los nombres de los caudillos de la independencia nacional y los “padres de la patria” quintanarroense – me refiero a sus gobernadores, empezando por Martínez Ross, pasando por el Chueco Villanueva Madrid, y acabando con Borge Angulo-, a los guerreros mayas como Cecilio Chi y Jacinto Pat,[18] que tuvieron una idea distinta del Estado indigenista de los nativistas, que niega y oculta las otras historias de los otros pueblos arraigados en Quintana Roo. En un texto donde traté de comprender esta tabula raza y esta exclusión política al pueblo maya en Quintana Roo, escribí lo siguiente:

La visión “nativista” en el estado, tuvo su tiempo histórico justificado por las circunstancias, pero podríamos establecer que esta ideología es lo diametralmente opuesta a los afanes autonómicos de los macehualoob de la época de Morley, de Reed, de Sullivan, y de las palabras que los oficiales de X-Cacal Guardia dejaron oír a finales de 2009, para pedir respeto, dignidad y liberación de algunos de sus hermanos detenidos, tratados por las autoridades como animales. Es contrario, no por el hecho de que quienes ostentaron esta ideología no pertenecieron a los herederos de la Cruz Parlante, sino por el hecho de que el nativismo implica una luminiscente negación del proyecto autonómico macehualoob, ya que permeó toda la estructura de poder del Estado posterior a 1974, e intentó componer una “Historia” única, mestiza, valiéndose del indigenismo, cooptando líderes, inmovilizando afanes autonómicos a costa de cualquier medio, por conducto de su órgano político hegemónico de 1974 a 2000 [y hasta la fecha], el PRI, o del gobierno en turno…[19]

La negación política del pueblo maya en Quintana Roo, no se puede solventar apelando a los flacos discursos del “indio permitido”, aquel que sólo pide reconocimientos culturales. En el año 2001, un viejo conocedor de la historia de los mayas rebeldes de Quintana Roo, Miguel Alberto Bartolomé, resumió brevemente esta exclusión que refiero:

Quintana Roo es entonces la única jurisdicción política de un estado multiétnico, en cuyo origen se encuentra la presencia de un grupo organizacional y culturalmente diferenciado. Pero a pesar de estos antecedentes Quintana Roo no es un estado maya. Desde mediados del siglo XX fue abierto a la colonización como si se tratara de un ámbito vacío. A partir de la década de los setenta el desarrollo del complejo turístico de Cancún en el norte transformó en pocos años la fisonomía regional. Los macehualob fueron progresivamente arrinconados, en lo que hoy se conoce como ―la zona maya‖ del municipio de Carrillo Puerto (la antigua Chan Santa Cruz). Se pretende incluso convertirlos en un atractivo turístico más (hasta el cenote donde supuestamente apareció la Cruz Parlante es objeto de visitas guiadas). No sólo se les ha expropiado el territorio por el que tanto lucharan sino también del pasado: las ciudades construidas por sus antepasados forman parte de la Riviera Maya, un circuito turístico transnacional que ha reemplazado al antiguo País Maya. Y lo más escandaloso es la falta de escándalo: el no cuestionamiento de un proceso de usurpación y marginación que implica el flagrante desconocimiento de los derechos colectivos de los macehualob mayas.[20]
                                                                                                               
Si no podemos hablar ya más de nativismo, si no podemos ya más seguir tolerando frases hueras de ¡Quintana Roo para los quintanarroenses!, cuando observamos las tasas de crecimiento demográfico anuales de ciudades como Playa del Carmen, o bien, cuando observamos más la yucataneidad y la veracruzanidad en una ciudad beliceña como Chetumal, en vez del fantasmagórico “quintanarroísmo”; del mismo modo ya no podemos seguir negando, hacer la depuración de la memoria, y omitir la importancia de la negritud en la historia de Quintana Roo.[21] En 1974, Jesús Martínez Ross (nacido el 7 de mayo de 1939) fue el primer gobernador electo del nuevo estado que se creaba en el sexenio echeverrista: el estado de Quintana Roo. La madre de Martínez Ross, Adela Ross, era chiapaneca que migró al Territorio de Quintana Roo a principios del siglo XX.
El padre de don Jesús fue Pedro Manuel Martínez, originario de Trujillo, en la costa Caribe hondureña. Elisabeth Cunin, de la cual extraigo estos datos,[22] escribe que don Pedro Manuel Martínez era negro y garífuna que llegó al Territorio en 1919 y fue la mano de confianza de un rico empresario beliceño, Robert Sidney Turton, administrándole sus negocios forestales y, a  veces, trabajando de arriero en los campos del benque y del chicle. Recordemos que por garífunas se conoce a la población “de origen africano y amerindio que migró de la isla de San Vicente hacia las costas caribeñas de Centroamérica a finales del siglo XVIII”.[23]
Pedro Manuel, el garífuna, nunca renunció a su nacionalidad hondureña. De esa estirpe cimarrona venía el primer gobernador constitucional del naciente estado de Quintana Roo. Con el tiempo, a ese estado lo gobernarían descendientes de libaneses cozumeleños, negros y garífunas chetumaleños, algún blanco de origen yucateco, y un popular mestizo que reside actualmente tras las rejas de una celda gringa; pero nunca, hasta ahora, Quintana Roo ha sido gobernado por uno de la "etnia vencida" al inicio del siglo XX cuando un general porfiriano ondeó, a las siete de la mañana del día 4 de mayo de 1901, el lábaro patrio mexicano, ocupando la histórica plaza de los ancestros de Pedro Canché, el periodista.


El primer gobernador constitucional del Estado de Quintana Roo, Jesús Martínez Ross (1975-1981).





[1] Estrofa III del Himno a Quintana Roo. Letra del poeta campechano, Ramón Iván Suárez Caamal.
[2] Carlos Águila Arreola, “Liberan en Quintana Roo al periodista maya Pedro Canché”. La Jornada, 3 de mayo de 2015.
[3] “Ley Borge decide, desde hoy, quién es periodista y quién no; ejemplo Rubén Espinosa no era”. Sin embargo.mx. Periodismo digital con rigor. 5 de agosto de 2015. Disponible en http://www.sinembargo.mx/05-08-2015/1439154 
[4] O tal vez, lo que en jerga periodística se conoce como el chayo.
[5] Ídem.
[6] Manu Ureste, “Él es Moisés Sánchez, el reportero asesinado en Veracruz”. Animal Político, 26 de enero de 2015.
[7] Ídem.
[8] Sobre este recuerdo oficializado y canibalizado por el indigenismo etnofágico de la clase política en Quintana Roo, véase mi tesis de maestría Radiografiando la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante: De la autonomía cruzoob a los derechos “indigenistas”, Tesis para obtener el grado de Maestro en Ciencias Sociales aplicadas a los estudios regionales, Chetumal, UQROO, 2010, p. 248 y ss.
[9] Antonio Higuera Bonfil, A Dios las deudas y al alcalde las jaranas: religión y política en el Caribe mexicano, Chetumal, Quintana Roo, CONACYT-UQROO, 1999.
[10] César Dachary y Arnaiz Burne, Stella Maris, Quintana Roo. Sociedad, economía, política y cultura, México, UNAM, 1990, p. 46.

[11] Radiografiando la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante, p. 250.
[12] Carlos Hoy, Breve historia de Quintana Roo, Quintana Roo, Imprenta México, 1977.
[13] Falta un texto de tesista de licenciatura, que analice pormenorizadamente la parca producción libresca de don Ignacio Herrera Muñoz, pero rica en cuanto a textos periodísticos. Cfr. Gilberto Avilez Tax, “Sobre el ‘cronista vitalicio’ de la ciudad de los Curvatos”, Desde la Península y las inmediaciones de mi hamaca, 2 de septiembre de 2013. Igualmente véase la versión novelada de la fundación del Carrizales-Chetumal, en un inhóspito lugar, “no donde quiso el amor, sino la guerra”, en Héctor Aguilar Camín, El resplandor de la madera, México, Alfaguara, 1999.
[14] Me refiero al trabajo de Antonio Higuera Bonfil A Dios las deudas y al alcalde las jaranas: religión y política en el Caribe mexicano, Chetumal, Quintana Roo, CONACYT-UQROO, 1999. Igualmente, véase este texto entre apologético y hagiográfico de una apretada historia jurídica y constitucional: Luis Geraldo Samaniego Santamaría, “Treinta y cinco años de historia y evolución constitucional del Estado de Quintana Roo”, Portal. Revista de Investigaciones en Ciencias Sociales, Económicas y Administrativas, número 8, año 6, verano de 2010, pp. 55-86.
[15] “Quintana Roo para los quintanarroenses”. Periodistas Quintana Roo, 5 de agosto de 2015.
[16] Aunque habría que decir, que la mayor parte de los que pujaron y cabildearon con Díaz para que se decretara la existencia del Territorio, fueron miembros de la Casta Divina yucateca, así como señeros personajes de los científicos porfirianos, con fuertes intereses en invertir en los ricos bosques del oriente de la Península.
[17] “Quintana Roo para los quintanarroenses”.
[18] Sergio Caballero, “Busca Borge inmortalizar su nombre en obelisco de Chetumal”. Proceso, 10 de febrero de 2015.
[19] Radiografiando la autonomía de los herederos de la Cruz Parlante…
[20] Miguel Alberto Bartolomé, “El derecho a la autonomía de los mayas macehualob”, revista Alteridades, 2001, 11 (21): p. 107.
[21] En este último párrafo, sigo el ameno libro de Elisabeth Cunin, 2014 Administrar los extranjeros: raza, mestizaje, nación. Migraciones afrobeliceñas en el Territorio de Quintana Roo, 1902-1940, México, CIESAS-Institut de recherche pour le développment-Karthala.
[22] Idem.
[23] Ibidem. p. 14. 

domingo, 2 de agosto de 2015

EL HOMBRE DE LAS FLORES BLANCAS



En un portal de noticias de la nota roja de Chetumal, esta fotografía me llamó de inmediato la atención. Es la de, al parecer, un indigente al que las malas lenguas tacharían de “loco”. Sin camisa, una barba y cabello crecido, desnudo del torso, lleva en la mano derecha un ramo de flores blancas. Mirándolo bien, se asemeja un poco a un ex gobernador de Quintana Roo originario de la Ciudad de los Curvatos. El pie de foto dice que “este personaje de Chetumal Quintana Roo se pasea todos los días a las afueras del IMSS siempre presuroso, tratando de llegar a tiempo a su cita”.
            ¿Llegar a donde?, ¿con quién tendrá esa cita impostergable? ¿Qué historia podemos contar o imaginar de este hombre con un leve parecido al ex gobernador de marras chetumaleño?, ¿por qué siempre anda con prisa, ramo de flores blancas en ristre, caminando con pasos veloces, dejando atrás a las gentes que lo miran pasar? ¿Va en busca de una memoria perdida, de una vida dejada atrás de las lluvias de todos los veranos pasados? O bien, ¿va al panteón municipal a platicar con los que ya no están, a escuchar el canto de los pájaros mientras sus ojos tranquilos recorren las lápidas que no logra descifrar? No sé.
A lo mejor es un hombre tocado por la certeza de la frugalidad de la vida, y esa idea le impide detenerse. Pero, pensándolo bien, tal vez se dirige todas las mañanas y tardes a ver salir y ver morir este sol tropical que nos cobija con su manto de calor, mientras las olas cansadas de la bahía hacen mover las barcas de los pocos pescadores del antiguo Payo Obispo.
Vaya bien, hermano de las flores blancas,
que tu puntualidad inglesa,
golpeadora del tiempo de la tortuga chetumaleña,
algún día te la agradecerán.






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