domingo, 29 de diciembre de 2013

FILIBERTO CHI UCÁN: EL CUSTODIO DE “SAN IS”

Voy en la mañana a entrevistar a Filiberto Chi Ucán, el custodio de San Isidro Labrador (o "San Is") para 2014, y me entero que no hay uno, sino dos santos: dos señores del monte que hacen crecer las milpas, jilotearlas, y que cuidan al milpero cuando éste hace sus faenas en el monte. El santo a que pertenece el gremio de Filiberto, me diría don Pablo, vino de Vigía Chico hace muchos ayeres, y el otro santo de otro gremio, vino de la lejana Colombia. El hombre, Filiberto, me pasa a su casa humilde (no “humilde casa”, es casa de pobres, don Filberto Chi es milpero, albañil y tricicletero), le digo qué es lo que pretendo, saber un poco de los gremios, platicamos, le inundo de preguntas, me responde pausado, hablamos de otros gremios ya extintos, sale al acecho la memoria de un bisabuelo suyo que fue del "partido liberal" y que estuvo saqueando los ranchos de los socialistas y se confunde esta parte de violencia política de los primeros años revolucionarios, con los recuerdos de la guerra de castas.
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Decido pasar nuevamente a lo de San Is, señalarle que qué bien se le ve a San Is su perrito de barro, y Filiberto me cuenta algo de las tres cruces de Dzonotchel, que eran de su abuela, que son las auténticas, o unas primas de las otras cruces de Dzonotchel que están en una capillita cercana a su casa. Nuevamente, le atosigo con las preguntas al pahautun de San Is, la forma como se organizan los pocos integrantes del gremio, sus fiestas de mayo (el 15 de ese mes es el santo del santito, y por lo tanto, hay vaquería y hay tronadera de voladores y uno, estando entre los enfiestados campesinos del pueblo, se prende con tragos de más y hasta saca a bailar a la más caderona de las mesticitas al son del 3x4 o del cerdito koy koy), sus “vigilancias de velas” –o kanan ki-, que son unos bailes que se hacen en los rumbos del pueblo a fines de año y a los que acuden, gustosos, el pueblo llano, los “subalternos” de por estos rumbos.
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Filberto me habla del gremio en resistencia de San Is, me dice que varios gremios, con el correr del tiempo, han ido desapareciendo, y habla del gremio de chicleros. Le pregunto si los chicleros tenían a un santo especial a quien encomendarse, y que no, que no tenían, pero que ellos participaban en las fiestas a San Is rogándole para que les diera abundante lluvia en “La Montaña chiclera” para que así los zapotales rindieran más en la picada. Filiberto me dice que el 2 de enero era el día de la entrada a la Iglesia del gremio de los chicleros, que el vistoso estandarte que entraba ese día tenía, bordado “con hilos de oro”, el dibujo de un frondoso y enorme árbol de zapote con el tronco cortado en cruces por las picadas del chiclero. Era una cosa que habría que ver, “no nomás contártelo”, pues esa noche, en el Sindicato Chiclero, el chiclero no paraba de bailar en el kanan kí y, desde luego, no paraba de libar botella tras botella de guaro o lo que haya al alcance de su mano. Era otra cosa esa fiesta cuando los chicleros andaban por estos rumbos alejados de Dios.
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De un ropero desportillado y con el azogue del espejo casi extinto, Filberto extrae un álbum de fotos y me muestra algunas imágenes de años atrás cuando San Is visitó por primera vez su casa (porque habría que decir, que San Is es un santo, no de la iglesia aunque entra a la iglesia para diciembre, sino el santo trashumante de los milperos del pueblo, el que visita a cada rumbo del pueblo, como un vigilante del pueblo). Filberto, más joven y fuerte, aparece en la fotografía a un lado de San Is, y al otro, su esposa Aurelia, vestida con el huipil. Yo le digo que si es efectivo don Is, y él contesta que con el cambio climático, hace lo que puede, pero que sí, sí ayuda, no tan abundante como la cosecha que hacía su padre antes de la entrada de “los fertilizantes” en los años 1960-1970, pero que a veces la cosecha sí da para el atolito y los pibes, pero uno no puede vivir nomás del monte, tiene que tricicletear e ir a la obra, a Cancún o Mérida o en el pueblo si hay la ocasión. Me despido de San Is, con la promesa de entrar algún día a este gremio, y Filiberto y yo nos dirigimos a ver a don Pablo, un chiclero que me contaría nuevas historias pueblerinas.

martes, 24 de diciembre de 2013

sábado, 21 de diciembre de 2013

DE “CATRINAS” Y “MESTIZAS” : ALGUNOS APUNTES SOBRE LOS GREMIOS EN UNA “LEJANA VILLA”

A propósito de fiestas de pueblo, apunto un dato para una posible etnografía total: en "la Villa" de Peto había una forma muy llamativa de organización de los gremios, que señala directamente las relaciones interétnicas en Yucatán. Un nonagenario me contó, que hace muchos ayeres, cuando era niño, recordaba que los gremios se dividían, además teniendo como base el hacer referencia a los trabajos de los participantes (había gremios de abastecedores, gremios de agricultores y gremios de chicleros), a otras situaciones que han significado bastante para las divisiones “raciales” que se acentuaron, modificaron y trocaron a partir de la guerra de castas. Al parecer, el término “mestizo” para referirse al indígena hoy día en Yucatán, comenzó para esos años posteriores a la Guerra de 1847, y sirvió como una forma para exorcizar la “barbarie” de los peones de campo que se encontraban del lado “civilizatorio”: con la palabra “mestizo” se les “integraba” a los explotados, al menos en el discurso, al dominio ladino de sus explotadores, y se buscaba cortar todo parentesco “étnico” con los indios “bárbaros” de Santa Cruz.
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La señalización de los gremios que hacían referencia directa -o tal vez sigan haciendo, porque no sé si existe todavía esa diferencia actualmente-, a esa peculiar situación racista del Yucatán decimonónico y del Yucatán de buena parte del siglo XX, estribaba en la siguiente forma: mientras que a un día de la feria de Peto le tocaba el turno de entrada, salida y procesión al gremio de "mestizas" (población maya vestidas con el traje "típico"), en otro día le tocaba expresamente al Gremio de Catrinas. Este "Gremio de Catrinas", me recordaba el abuelo, eran las “señoras de vestido”, las que no iban con el traje de “mestiza” y que, seguramente, aunque hablaban el maya a la perfección, no se consideraban parte del entramado social “subalterno” del mundo indígena que les rodeaba y rodea.
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Podemos decir, que estas caracterizaciones de los gremios –con la desaparición progresiva de esas tradiciones absurdas de un iglesia rapaz-, por fortuna ya van desapareciendo, ya se van acabando. Y podemos decir otra cosa, decir que la Iglesia misma –y esto se dio al día siguiente de la Conquista- legitimó las “diferencias étnicas” y, desde luego, la explotación del campesinado, del chiclero y de otros obreros, mediante sus fastos, sus “tradiciones” inventadas, y sus claras divisiones segmentarias provenientes de una iglesia extremadamente medieval que concebía el mundo –y lo sigue concibiendo- como un mundo dividido, un mundo de diferencias, no sólo de clases, sino de razas (por cierto, los gremios tienen un origen, no colonial, sino decididamente medieval, fueron traídos por una sociedad española que, según Jérôme Baschet en su libro La civilización feudal.., nunca salió de su medievalismo). En la Colonia, a los indios les decían “los pies de la República”, y la historia de larga duración de una Villa de Peto con sus pueblos comarcanos, los indios serían los pies, los brazos, el machete trabajador de una sociedad decimonónica que, a pesar de las luchas denodadas de los representantes socialistas en el pueblo, a partir de 1930 las aguas volvieron a sus viejos causes reaccionarios.
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Foto: Muchacha de Peto en una "bajada" de la Virgen de la estrella, 2012.

viernes, 20 de diciembre de 2013

DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA AGRARIA DEL SUR DE YUCATÁN: LOS ITZÁ, ¿CACIQUES EJIDALES DE PETULILLO?

Queja de profesores Vidal Moo Chan (priísta conocido en el pueblo, marrullero y picapleitos) y Asunción Cetina Chan (presidente de la unidad de la escuela y secretario de la misma)
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21 de febrero de 1976. C. Profesor Efrén Caraveo Caraveo.
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Informa de las anomalías que surgieron y que surgen en el Ejido de Petulilo, debido a los c.c Lorenzo Itzá, Eulogio Itzá, Esteban Itzá; comisario ejidal, comisario municipal y consejo de vigilancia, “monopolizadores de ambas representaciones en el ejido”.
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Indicaban que desde aproximadamente 10 años o más estos hombres “son comisarios municipales y ejidales, entre ambos se elijen, el que es ejidal, pasa a municipal y el municipal a ejidal, etc”.
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Actitudes prepotentes, indican que “tienen atemorizado a la gente, aunque hagan algo malo, ellos quieren que se los apoyen, el que no está de acuerdo lo amenaza diciendo que si alguien va en su contra lo mata; por lo que tanto el que no quiere perder la vida, pues tendrá que obedecer”.
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Que siempre cometen delito, y dan el ejemplo del atropello que recibió el hijo de Asunción Cetina, Elmer Cetina Chan: “El lunes 16 de febrero de este año cometieron una anomalía o delito como se diga al joven Elmer Cetina Chan, hijo del Sr. Asunción Cetina.- Este joven le llamaron para acarrear elotes en la milpa del Sr. Galo Sosa, estando estos dos en la milpa llegaron los señores Autoridades Lorenzo Itzá, Eulogio Itzá, Esteban Itzá, Benedicto Salas Ucán, Gregorio Caamal, Antonio Salas.- El Sr Esteban Itzá, sacó su machete y le pegó cortándole nada más el pantalón al muchacho. Dicho joven tenía un rifle calibre 20 nuevo agarrándolo Esteban Itzá y fue en medio de la milpa y lo estalló, inmediatamente Galo Sosa intervino y defendió al muchacho diciéndole que no le hagan daño porque él es el responsable del muchacho por el acarreto de su cosecha.
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Foja 115
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Al llegar dichas personas al poblado elaboraron un informe falso y en contra del muchacho; Por lo tanto, quiero y queremos que se resuelva este caso y al mismo tiempo se cambie estas personas del cargo que ejercen y que se devuelva el rifle que tiene en poder de ellos”.
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Ahora cuentan que le van a pegar al profr. por que no les perace de las orientaciones que explica el Profr. Hemos visto que el Mtro. tiene interés en mejorar el Poblado pero ellos no quieren, gracias a este [profesor] ya tenemos un COLEMAN de 500 B. que tanto tiempo anhelábamos, cuatro pares de puertas, cinco bancas para la comisaría, dinamitas fulminantes, mecha, en fin, para los trabajos de construcción de una escuela.
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Como Maestro que soy de ese lugar opino se vea la manera de cambiar a estos representantes. Suplico encarecidamente nos den el apoyo necesario para lograr nuestro propósito y ya hemos platicado con los otros que si tienen interés en prosperar al ejido, para representar al ejido actualmente, pero para este caso necesitamos la ayuda de la FUERZA MILITAR QUE PERMANEZCA UN TIEMPO NECESARIO EN ESE LUGAR.
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FIRMAN EL DOCUMENTO: Vidal Moo Chan y Asunción Cetina Chan
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Fuente: RAN, Mérida, Expediente número 23/537. Asunto: Dotación. Poblado Petulillo, Municipio Peto

jueves, 19 de diciembre de 2013

Lo que Salomón Nahmad vio al llegar a la villa de Peto: post-scriptum a bailar juntos pero no revueltos (o lo que también se puede decir: los toros se ven desde la baranda "catrina" y desde la "indiada" de atrasito)

De la tesis de maestría de Eugenia Iturriaga (2004), extraigo estas “escenas cotidianas” que encontró el tercer director del Centro Coordinador Indigenista de Peto, el ilustre antropólogo Salomón Nahmad, al llegar a la villa de Peto en 1964 (puedo apuntar, aquí, que varias de estas “estampas pintorescas” que vio Nahmad hace casi 50 años, siguen más que presentes en una villa de Peto extremadamente racista y clasista):
“En la villa de Peto había una clara división entre los indígenas y los catrines [blancos y mestizos estos últimos]. Los primeros asistían a la escuela ‘Francisco Sarabia’, a la salida de Peto, y los catrines asistían a la escuela de monjas, en el centro de la Villa [de Peto]. Cuando Nahmad y su esposa decidieron mandar a su hijo a la ‘Francisco Sarabia’ hubo una fuerte reacción, tanto del personal del INI, ya que el antropólogo Mejía mandaba a su hija con las monjitas, como del resto de la comunidad mestiza [de Peto]”. (Iturriaga, 2004: 94-95).
“En las vaquerías quedaba de manifiesto nuevamente la tensión en las relaciones interétnicas, los blancos se sentaban de un lado y los mayas del otro. Cuando Nahmad acudía con su familia a las corridas, su mujer iba vestida con hipil y se sentaban del lado maya: ‘las señoras de Peto todas catrinas, no más no entendían, pero yo creo que esto ayudó a revalorar a los muchachos mayas, a los promotores [promotores indígenas del INI de Peto trabajando en las comunidades a partir de 1959, nota de GAT] y a tener una imagen positiva de ellos, a confrontarse con la sociedad y bueno eso empezó a darles empoderamiento a las comunidades’”. (Iturriaga, p. 95).
El doctor Nahmad, quien al llegar a Peto en 1964 contaba con escasos 26 años, era un convencido, señala Iturriaga, de que las relaciones de poder en Yucatán eran “muy injustas y luchaba porque los indígenas pudieran participar políticamente y obtener posiciones. Buscaba que los indígenas fueran activos en el cambio político y jurídico” (93). En la tesis doctoral que voy escribiendo sobre Peto (1840-1940), esta situación política que vio Nahmad (me refiero al hecho de que en Yucatán, en los pueblos grandes como Peto, el poder era y sigue siendo “mestizos”) pervivió la debacle del mundo decimonónico salido de la guerra de castas, y en los primeros cuarenta años del siglo XX, las viejas familias decimonónicas volverían por sus fueros, medrarían en la época del chicle, y junto con algunos “turcos”, progresarían y se parapetarían políticamente. Además, serían las encargadas de la educación local, del comercio, y algunos tipos pintorescos tendrían hasta el prurito cultural y participarían estruendosamente en vaquerías, fiestas del pueblo, carnavales, y otras bellaquerías aldeanas. Pero eso sí, como ha apuntado Iturriaga y he apuntado anteriormente, siempre conservando las “formas”, dividiendo el mundo “ladino” del mundo indígena de la región. Y, por supuesto, los lazos de parentesco, los casamientos y otras afinidades, estarían bien marcadas, y esto es un lugar común el señalarlo. En la próxima feria de Peto de este año, insto al ojo avizor, al ojo curioso, a que trate de ver las diferencias “raciales” que se dan hasta en los “tablados”: así como he señalado que entre los mayas de la región y los “catrines” de Peto, se baila juntos pero no revueltos, podemos decir lo mismo cuando los catrines y los mayas de la región van a “gustar” la corrida: están juntos, pero no revueltos.
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Fuente: Eugenia Iturriaga Acevedo, 2004, Estrategias indigenistas en el sur de Yucatán: relaciones interétnicas vistas a través del Centro Coordinador Indigenista de Peto, Tesis para obtener el grado de maestro en ciencias antropológicas opción antropología social, Mérida, UADY.

domingo, 15 de diciembre de 2013

PETO DE EULOGIO ROSADO


La fotografía que inserto en este texto, es el sello oficial del ayuntamiento constitucional de la villa de Peto de octubre de 1891. Ahí se nombra a la villa como Peto de Rosado. Esto tiene su por qué, mismo que ahora explico.

Un decreto de la 7ª Legislatura Constitucional del Estado de Yucatán del 15 de agosto de 1878, señalaba:

“Que los ayuntamientos unan un nombre célebre al de cada pueblo de sus respectivas demarcaciones”

Estipulaba que desde el 16 de septiembre de ese año los ayuntamientos y juntas municipales celebren sesiones extraordinarias con el objeto señalado. El nombre que elijan, “será el de un héroe de la República, especialmente del Estado ó ya el de un personaje histórico que hubiese prestado importantes servicios a la humanidad en cualquier ramo”. (Ancona, 1886, Tomo V., p. 340). La fecha más temprana que tengo de la agregación del nombre, apareció el 5 de octubre de 1878, firmando la nota el jefe político del partido como Peto de Rosado (Cfr. La Razón del Pueblo, 11 de octubre de 1878).

Después de la “reconquista” de Peto del 30 de noviembre de 1848 de manos de las huestes de los rebeldes que comandaba Jacinto Pat, el coronel Eulogio Rosado defendería la plaza de Peto hasta su muerte en 1853 a causa del cólera morbus. Desde la “reconquista” hasta ese año, una nota del diario oficial yucateco, El Regenerador, de febrero de 1855, decía que el renacer de la villa de Peto a partir de 1849, se debió a Eulogio Rosado. En una tesis que estoy escribiendo sobre el partido de Peto, señalo que una vez que fueron arrinconados nuevamente los rebeldes a “sus bosques” orientales, Ticul, Tekax, Peto y hasta Tihosuco “comenzaron a alzarse de entre sus propias ruinas obteniendo una repoblación é importancia industrial bien distantes de los tiempos pasados, pero inaccesibles después de haber sido estos pueblos los teatros de luchas y desgracias inaudibles”. De entre los pueblos citados, fue la villa de Peto la que se repuso más que ninguna, siendo el punto central de los esfuerzos de los antiguos propietarios que hacían bastante por levantar de nuevo su decaída fortuna. Hecho cuartel general de la Comandancia de la Línea del S.E, una nota decía que “Peto llegó á obtener una doble y acaso mucho mayor importancia que en tiempos atrás”. Este renacimiento –que no duraría ni un lustro, como hemos visto por las incursiones citadas- se debería:
[…] a la actividad incansable, al valor, al heroísmo en fin del malogrado coronel D. José Eulogio Rosado que siempre alerta y en pie a pesar de sus enfermedades, no abandonaba la campaña corriendo de un punto á otro con la actividad del rayo, ya para sofocar un motín, ya para derrotar á los bárbaros donde quiera que intentaban romper la línea de bayonetas con que los contenía después de haberlos arrojado á sus bosques (“La Redacción. Peto”. El Regenerador. Periódico oficial, viernes 16 de febrero de 1855).
Los alzamientos militares, nuevamente como consecuencia de las disputas políticas, y el cólera morbus tal vez, hicieron mella para que los rebeldes buscaran un resquicio en poblaciones fronterizas desguarnecidas. Varios pueblos fueron presa de los del oriente, y en este contexto, Peto no cayó en poder de los sublevados, “más vió el riesgo que ya correría y una nueva decadencia volvió á marcarse en su población e industria” . Sin embargo, del recuerdo de este renacer del partido de Peto, años después el ayuntamiento de Peto, al buscar un nombre con qué bautizar a la villa, la nombraría como Peto de Rosado, seguramente como sortilegio militar para hacer frente a las arremetidas rebeldes, y como un homenaje post mortem a don Eulogio Rosado.

viernes, 13 de diciembre de 2013

UNA NOTA CURIOSA DEL SUR DE YUCATÁN: SE TOMÓ SU TIEMPO EN SALIR

En su prólogo a su libro Yucatán insólito (Mérida, Maldonado editores, 2003), el polígrafo meridano, Roldán Peniche Barrera, ha asentado uno de los pocos axiomas para tratar de acercarnos a la psicología del yucateco (o, como prefiero designarme, el peninsular). Dice don Roldán:
“El yucateco –insaciable lector de periódicos y revistas- ha mostrado siempre un particular interés por las noticias insólitas”.
Lo insólito, palabra cara para el peninsular curioso obsedido en la búsqueda del dato anecdótico, es lo raro y desacostumbrado según el diccionario, lo fuera de las normas, de lo consuetudinario; lo insólito también son los hechos colindantes con lo fantástico. Si así como existe una literatura fantástica universal, en el particular mundo peninsular yucateco tal vez exista una literatura de lo insólito discernible en los cuentos, leyendas, rumores y rarezas narrativas que pueblan la geografía peninsular. Esta siguiente nota periodística -la cual apareció en el Diario del Sureste el 9 de junio de 1933 en la sección de notas sobre los pueblos- bien pudo entrar en el libro del polígrafo de marras, aunque sin duda formará parte del anecdotario de una historia pueblerina de cuyo nombre y cuyo autor omito recordarme. Y sin más preámbulos, va la foto:
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miércoles, 11 de diciembre de 2013

ESTA VILLA SERÁ LA TUMBA DE LA REBELIÓN INDÍGENA

Recuerdos de la guerra de castas recién salen a flote, o para ser más exactos, se exhuman en Tizimín. La nota del Diario de Yucatán del día de hoy 11 de diciembre de 2013 (titulada "Hallan restos óseos. Rememoran una matanza en el centro de Tizimín"), señala que bajo la plaza de esa ciudad oriental se encontró lo que pudo haber sido una de las muchas matanzas que se dieron en el tráfago de la guerra de castas: la matanza de X-mabén, por ser de ese pueblo la mayoría de los soldados mayas que encontraron su tumba en Tizimín. La matanza de X-mabén, como bien se cita en el libro “Remembranzas, leyendas y crónicas de Tizimín”, del doctor Juan Rivero Gutiérrez, ocurrió el 11 de diciembre de 1853, y es casi una suerte del destino, que los restos mortuorios de los soldados de X-mabén volvieran a ver la luz casi 160 años después. Y así como en Tizimín se encontraron huesos, calaveras, tibias, costillares; en el sur la cosa creo que es más dura, o con un poco de más crueldad. Cada pueblo del sur, arguyo, hasta la más mísera ranchería o terregal que alguna vez fue ocupado por los campesinos sureños, su tierra todavía guarda los recuerdos de las innumerables matanzas que se dieron entre los dos bandos: la de los "guardianes de la civilización yucateca", los pueblos fronterizos como Peto, Tzucacab; y los aguerridos cruzoob.
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El 21 de agosto de 1858, cuando Crescencio Poot y varios generales de la plana mayor de Santa Cruz (Claudio Novelo y Juan Carlos Tzuc) atacaron por última vez la villa de Peto (que no así a los otros pueblos y ranchos a la redonda), los cruzoob habían dejado 40 cadáveres de los suyos tirados en las calles polvorientas de este pueblo que, con pocos hombres y entrenados para la defensa, repelió una de las incursiones rebeldes que tal vez pudo haber sido la segunda parte de la matanza de Tekax del año de 1857, porque la moral de los cruzoob, para esas fechas, estaba por las nubes pues seis meses antes, el 21 de febrero de 1858, la Cruz Parlante, comandando a sus “hijos pueblerinos”, había causado la caída estrepitosa de Bacalar: 600 cruzoob pasaron los muros del fuerte de San Felipe, cruzaron en canoas la laguna apacible, y cayeron contra los bacalareños haciendo una de las más terribles matanzas de blancos. Por fortuna, Peto supo aguantar la embestida, y el general Poot salió en "koché" (angarilla), sumamente lastimado. La defensa de Peto del 21 de agosto de 1858, fue una derrota que contuvo los ánimos de los cruzoob, y estos no volverían a atacarla de forma directa. Todavía en 1867, Nazario Novelo, jefe político de Peto, estaba seguro de que Peto sería "la tumba de la rebelión indígena". Al calor de la expedición “pacificadora” del Segundo Imperio a Chan Santa Cruz, Novelo, arengando a los petuleños para que dieran a la “causa de la civilización” a sus pocos hijos fogueados en el arte de la guerra, recordaría esta defensa de agosto de 1858, mismo que transcribo para señalar este espíritu militarista de una villa que, aunque con “epidemias del miedo” (Reed dixit) supo hacer frente a la “tea” y el machete de los cruzoob:
Documento periodístico: La Razón del Pueblo, 16 de agosto de 1867.
“NAZARIO NOVELO, Jefe político y comandante del batallón de G. N de este partido.
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CIUDADANOS: Nada nuevo vengo á anunciaros: allá en los campos del Sur aun permanecen los enemigos de un pueblo culto como el nuestro, con la aspiración bastarda de hacerse dueños del suelo que ha sustentado nuestra cuna por los medios bárbaros de que habéis sido testigos en la dilatada época de esta lucha malhadada.
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Los indios pacificados del Sur casi todos violando los tratados de neutralidad, han dejado seducirse por los del Oriente, y á estas horas el plomo mortífero que cobarde y alevosamente arrojan sobre nuestros hermanos, hacen que se derrame la sangre de los que aun ahora pocos días les brindaban entrada franca en sus poblaciones, proveyéndoles de los efectos de comercio que les eran necesarios.
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Cobardes é ignorantes se han dejado alucinar por aquellos que más de una vez han combatido, y han abrazado su causa de nuevo, pretendiendo la conclusión de la obra de exterminio, cuya fúnebre bandera tremolaron en 1847. Compañeros, la gloria del soldado se adquiere en el campo de honor, bien lo sabeis. Tal vez en breve nuestras armas chocarán con las del indio cobarde que hoy nos amenaza. Que vengan en buen hora, y se persuadirán de que los hijos del partido de Peto son los mismos del 21 de agosto de 1858, y de otras épocas gloriosas. Un corto número de vosotros bastó para rechazar una chusma numerosa de esos bárbaros, y desde entonces no solo no han tenido valor para presentarse en esta villa, sino que en medio de sus orgías allá en su vergonzoso retiro de Chan Santa Cruz, recuerdan vuestro valor como el azote destructor de su raza degradada.
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Os ódian á la vez que os temen.
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Esperadlos á pié firme y acabarán de persuadirse que Peto es la tumba de la rebelión indígena. ¡Partidarios de la sublevación, temed vuestro próximo fin! Defensores de la civilización, coronad vuestras sienes con los laureles de la victoria. Así lo espera de vosotros el que tiene el alto honor de ser amigo vuestro.- Peto, agosto 9 de 1867.- Nazario Novelo.
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Fotografía: Muchachas de Peto en la iglesia parroquial, circa 1940. Archivo fotográfico de la señora Candelaria Campos.

sábado, 7 de diciembre de 2013

LOS "BOMBEROS": HÉROES ANÓNIMOS DE LOS PUEBLOS DE FRONTERA

En un informe al gobernador del 14 de octubre de 1879, el jefe político del partido de Peto, Nazario Novelo, se refirió a las ya no tan famosas “bombas de aviso”, las cuales eran mecanismos de vigilancia de las poblaciones del partido de Peto -y de todos los partidos fronterizos de la segunda mitad del siglo XIX, como Tekax, Sotuta, Valladolid y Tizimín; y desde luego, las bombas de aviso tachonaban los alrededores de los pueblos de los cruzoob, que se prevenían contra una posible incursión yucateca- y se ponían “en los caminos peligrosos” . La seguridad pública también contaba con otros proyectiles que servían de bombas de aviso “cuidados en varios establecimientos de campo, por intereses de los propietarios de estos” . Las bombas de aviso eran cuidadas generalmente por los indígenas, que prestaban el servicio de guardias de bombas por riguroso turno, “y no se les emplea en el servicio revistado de armas” . Las bombas de aviso eran un mecanismo importantísimo de defensa. Charnay, el explorador francés, dio una descripción de estas líneas de bombas en 1886. Estas eran, según Charnay:
Un sistema de señales tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra; a algunas leguas de los pueblos y de las ciudades, en los puntos de tránsito más probables, estaba escalonada una serie de bombas en los bosques cuidada cada una de ellas por un hombre. Este permanecía oculto en la maleza, de día y de noche, y al menor ruido, al menor indicio de la llegada de los salvajes, daba fuego a su mecha y huía. Al estallido de la bomba respondía enseguida el de una segunda y después el de una tercera y las poblaciones avisadas se preparaban al ataque. El ruido de esta primera bomba indicaba, pues, la aproximación de los bárbaros .
Una descripción de la forma en que cómo funcionaban en los pueblos de la frontera las bombas de aviso, lo dio el jefe político de Peto, Sabino Piña, el 14 de agosto de 1877, en un informe al gobernador de Yucatán. Piña decía que las líneas de bombas fueron un producto directo de los años posteriores inmediatos a la guerra de castas:
Hace el espacio de veinte y cinco años poco más que menos, se estableció la costumbre, por estos puntos fronterizos al campo de los rebeldes, de vigilar los caminos que este enemigo puede traer para invadir nuestras poblaciones. Esta vigilancia que hace difícil sea sorprendida por los bárbaros una población nuestra consiste en haber establecido bombas á cierta distancia de nuestros pueblos, cuyas bombas se ponen al cuidado de dos indígenas de los que entre nosotros viven y participan de los beneficios de la paz y el orden de la sociedad .
Piña refería que este servicio de bombas “ha pesado y pesa sobre los indios” por la consideración de que los “vecinos” (o los blancos y mestizos de los pueblos) eran los únicos que “tienen la obligación de hacer el servicio de armas por turnos como revistados y también sin esta última circunstancia siempre que ha habido necesidad”. Recordemos que posterior a la guerra de castas, uno de los puntos de la Ley Constitucional para el gobierno interior de los pueblos del 7 de octubre de 1850, era el hecho de que a los indígenas se les dejaría de enrolar al servicio de las armas.
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Piña explicaba también que el servicio de bombas se hacía por turnos de dos en dos individuos para cada bomba, y el turno duraba cada veinte y cuatro horas, repitiéndose el turno para cada par de indígenas cada quince días “ó dos veces al mes poco menos que más en lo general”.
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La importancia de las líneas de bombas estribaba en el hecho de que “resguarda nuestras poblaciones miserablemente guarnecidas, y que hace tiempo ha salvado muchos pueblos de la ferocidad de los indios porque á la detonación de la bomba que indica la presencia del enemigo se ha logrado evitar así la sorpresa, y defendido donde hay aunque sea pequeñas guarniciones los derechos de la civilización atacada por las hordas rebeldes”.
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Y las bombas servían no solamente en los lugares donde se encontraban guarniciones de soldados, sino incluso en los lugares “en que no hay, ó no ha habido” guarniciones, pues al detonar, daban aviso a las familias cuyos pueblos o pequeñas rancherías se encontraban desguarnecidas La amenaza rebelde sería una constante que se presentaría incluso en motines pueblerinos como el de 1892 y el de 1915 (los alzados pasarían por rebeldes del oriente o el pueblo los confundiría como tal). En 1890, La Razón Católica señalaba que en el partido de Peto:
Los bomberos están siempre sobre aviso en los extremos de la población, esperando la aproximación de los indios bárbaros para dar la señal de alarma…estos indios se limitan a atacar de vez en cuando algunas poblaciones o factorías que consideran indefensas. Con este motivo los pueblos y fincas del litoral expuestos a las depredaciones de los bárbaros han puesto en práctica un servicio de precaución que consiste en apostar un individuo a cierta distancia en el bosque para que cuando sienta la aproximación del enemigo dé fuego a un gran petardo que bomba hecho [sic] con varias libras de pólvora, y huya la población. El estruendo es la señal de alarma hasta para otras poblaciones que cuando escuchan la lejana detonación, se preparan también a la defensa o acaso al socorro de sus hermanos.
Las familias, inmediatamente, “al oír el aviso se han huido y ocultado de la saña de los indios rebeldes”. El servicio de bombas era tan importante en los pueblos del partido de Peto, señalaba Piña, que “á todos los habitantes del partido aprovechan”, y el servicio se hacía hasta con anuencia de los propietarios de la región, para que estos se priven dos veces al mes de sus sirvientes indígenas que por turnos se convierten en cuidadores de bombas de aviso.
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El literato Felipe Pérez Alcalá, dedicó un apartado de sus Cuadros históricos, haciendo la descripción de “el bombero” (Pérez Alcalá sitúa su descripción en el año de 1857):
A doce kilómetros próximamente de Tixcacalcupul y como á 30 kilómetros del estrecho y lóbrego sendero que conduce al abandonado y yermo pueblo de Tihosuco, ocultábase en la espesura del bosque una pequeña barraca de palmas, á cuya entrada estaba de pié un hombre con el fusil apoyado en el suelo, la mano acariciando el cañón y el machete al cinto…con la mirada vivaz y alerta, clavada en el vecino sendero y el oído pendiente del más leve ruido, esperaba la vuelta de su compañero que había ido a proveerse de agua potable en el cenote cercano. Al alcance de su mano estaba una enorme bomba lista á estallar en el momento preciso; dos leños ardían lentamente entre la ceniza del fogón, y no lejos de allí, colgaba un morral con tortas gruesas y enmohecidas de pan de maíz, que le servían de frugal y rústico sustento en aquella soledad…Sublime y abnegada misión de esos hombres, indígenas casi siempre, destinados en las fronteras, sin ninguna remuneración, al servicio de las llamadas bombas de aviso! Por regla general se turnaban semanalmente. Sin más alimento que el duro pan de maíz, al sol, al agua y al sereno, por único lecho el suelo, y sintiendo cernirse sobre ellos constantemente la muerte, se alternaban en las velas nocturnas esos héroes ignorados, esos valientes que tienen en sus manos la vida de las poblaciones, de millares de personas por cuya existencia se sacrifican. ¡Ay de esas poblaciones si por un descuido, por una inevitable sorpresa, no pueden, con la explosión de la bomba, prevenir la aproximación del enemigo, que nunca ataca con franqueza, sino que arrastrándose entre las tinieblas de la noche y entre las escabrosidades de la selva, salta sobre su presa con la rabia y alevosía del tigre! ¡Cuántas veces, después de prender fuego á la bomba, no tienen tiempo de huir y son asesinados sin piedad!
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Una descripción de memoria oral de esta importante función en los pueblos de frontera, de las bombas de aviso con sus bomberos parapetados en sus “trincheras” –y al contrario de Pérez Alcalá, la memoria oral no habla de las casas de palma, pero seguramente la había para resguardarse del sol-, fue recogida en entrevistas de campo en el pueblo de Tahdziu:
En las entradas del pueblo, a una legua de la población, los bomberos tienen preparadas sus trincheras donde se guardan cuando observan que por el camino vienen los enemigos, y ahí en la trinchera se guardan los bomberos y hacen la guardia. En las trincheras pegan las balas y no les pega a uno. Sí, en cada entrada de los pueblos hay trincheras con bomberos, y todavía existen algunas trincheras. Hay una por el camino a Pondzonot. La de Peto todavía estaba cuando era niño, pero la desbarataron cuando se hizo la carretera. Cuando íbamos a trabajar a Pondzonot, a hacer milpa, siempre veía las trincheras, están como a una legua de aquí, eran como albarradas, como un montón de piedras en forma de mul, de un cerrito . La trinchera está preparada especialmente para la bomba y la defensa, tiene sus huecos donde meten sus escopetas los señores, pero se ponen muchas piedras para que no pasen las balas, y ahí estaba el bombero, y ahí reventaba la bomba, y cada vez que escuche el pueblo que ya reventaron la bomba, ¡jalale!, todos se van a esconder donde se pueda, en el monte, en cuevas, donde se puedan guardar ahí están yendo. Así me lo contaba mi abuelo.
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Fuente :Tesis doctoral mía sobre la región de Peto (1840-1940), en proceso de redacción. La foto es la procesión de un gremio en una de las calles de la villa de Peto.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

EDUARDO PETUL, "CONSPIRADOR"

En su libro Supersticiones mayas (1905: 89-90), Rejón García apuntó sobre el nombre antiguo del pueblo de Peto, del modo siguiente:
“Mucha hilaridad le causó el análisis de ‘Peto’. Pero ¿es posible, nos preguntó, que hayas sudado tanto y analizado de ese modo por una cosa que se explica en dos palabras? Es pura y sencillamente derivado de Petul, una familia de ese nombre que se estableció en el lugar donde hoy existe Peto y decían de ellos, Petuloob, los Petules; pues bien; Petuloob, degeneró con el transcurso del tiempo, y los gachupines lo convirtieron en Peto. En mi niñez (allí por 1820) oía yo que los indios viejos llamasen á Peto Petul”.
Manuela Cristina Bernal, en su tratado sobre el Yucatán colonial, hizo referencia a estos "petules", supuestamente emigrados al inicio del contacto indo-europeo. Sobre qué tan cierto fue la existencia de estos "petules", lo que sí sabemos es que dio pie al nombre de Peto, que en la "historia rosa local" (compárese a los dos Sabidos), se le ha denominado como "Corona de la luna", aunque yo prefiera designarle como "la hedionda corona", siguiendo en esta última designación el voluminoso Diccionario maya del sabio Alfredo Barrera Vázquez. Sobre este gentilicio rarísimo -en Peto no existe nadie con el apellido Petul-, revisando los viejos periódicos, di con esta foto aparecida en La Revista de Yucatán el 29 de octubre de 1918. Es el retrato grupal de unos supuestos "conspiradores" de Valladolid (la nota no dice más). Entre ellos, descuella un joven Eduardo Petul, de 25 años.

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