lunes, 30 de julio de 2012

De eso que llaman "Guerra de Castas"

La historiografía decimonónica del conflicto entre los mayas y la sociedad hegemónica yucateca, enfoca sus historias desde una interpretación parcializada por el filtro étnico: me refiero a la historiografía hegemónica de la "ciudad letrada" circunscrita en estudios decimonónicos que van desde Justo Sierra O’Reilly, pasando por Eligio Ancona, Molina Solís, et al. Esta interpretación “étnica” del conflicto, se comprende mejor cuando no intentamos reducir los movimientos de liberación anticolonial indígena efectuado por Cecilio Chi, Jacinto Pat y el mestizo José María Barreda, como extemporáneas luchas entre la “barbarie” y la “civilización”; ni enmarcarlo en un fervor “nativista” solamente; y aunque llevaran en sí muchísima carga simbólica y religiosa, milenarismo y mesianismo, como bien señala Bricker (1993), y de que es posible conceptualizarla como un “movimiento de revitalización” (Bricker, 1993: 25), el factor económico de su desencadenamiento, que estribó en conflictos agrarios y sojuzgamientos capitalistas debido a cambios en la explotación de la tierra en la esquina del sur de la Península (partidos de Peto, Tekax y Sotuta), que modificaron la vida de los pueblos y comunidades indígenas de la región, se enriquece, si no se obvia, en el discurso interpretativo de los hechos, la situación interétnica colonial en que se contextualiza el conflicto y la prolongación de la liberación maya durante más de un siglo. Balandier indica que la característica de la organización interétnica colonial, en el que se puede analizar las relaciones entre los grupos diferenciados de la Península de Yucatán decimonónica, y que apunto como factores de la rebelión indígena de 1847, estriba en lo siguiente:
a) La dominación impuesta por una minoría extranjera, racial (o étnica) y culturalmente diferenciada, que actúa en nombre de una superioridad racial (o étnica) y cultural afirmada dogmáticamente. Dicha minoría se impone a una población indígena que constituye una mayoría numérica pero que es inferior al grupo dominante desde el punto de vista material. b) Esta dominación vincula (en alguna forma de relación) a civilizaciones radicalmente diferenciadas. c) Una sociedad industrializada, mecanizada, con una economía poderosa, un intenso ritmo de vida y una tradición cristiana, se impone a una sociedad no industrializada, “atrasada”, en la cual el ritmo de vida es mucho más lento y las instituciones religiosas no son cristianas‖. d) El carácter fundamentalmente antagónico de la relación entre estas dos sociedades, producto del rol subordinado al cual está sujeto el pueblo colonizado como instrumento del poder colonial. e) La necesidad, para mantener esta dominación, de recurrir no sólo a la fuerza sino también a un sistema de pseudojustificaciones y comportamientos estereotipados: indios perezosos, idólatras e imprácticos para la vida “civilizada”, dice el yucateco blanco del siglo XIX (véase los textos de Sierra O’Reilly).
En las características apuntadas por Balandier, una minoría étnica, “blanca”, radicalmente diferenciada de los pueblos mayas, no obstante sus tráficos diarios de dominio-sojuzgamiento y su conocimiento de la lengua indígena en el siglo XIX, impone sus modos y prácticas de vida y de economía capitalista en gestación (lo que Cline denominó el “periodo azucarero” de 1825-1850, la producción henequenera en formación a partir de 1870, la liberalización borbónica de finales del siglo XVIII del agro yucateco), a una mayoría indígena estereotipada como atrasada, apática, bárbara, incivilizada, para las justificaciones del poder de los grupos hegemónicos para legitimar su dominación. Dándose, de esta manera, una situación dual ampliamente antagónica: la industrialización del liberalismo feudal de la clase hegemónica ladina, frente a la economía tradicional, ritual, de los pueblos mayas del sur y oriente de Yucatán. En el proceso yucateco de la primera mitad del siglo XIX (y posterior a ese lapso de tiempo), los grupos mayas se estructuraron, primeramente, en la situación de una “etnia colonizada”. En la hegemonía impuesta por los grupos étnicos dominantes desde la conquista y colonia, la identidad de la sociedad maya, enmarcada en la situación interétnica, fue un producto del contraste entre este proceso dual de culturas enfrentadas, diferenciadas. Bajo la premisa de que al abolir el sistema étnico-clasista regional, no significará la desaparición de la identidad maya, sino el resurgimiento de la misma, pero enmarcada dentro de una nueva autoimagen des-alienada y positivamente valorada, es posible de analizar la nueva situación de la sociedad maya liberada del dominio del grupo hegemónico de la Mérida blanca, al asumir una fuerza autonómica en el periodo que duró la vía armada de la Guerra de Castas (1847-1901), y su posterior prolongación en la resistencia de los “hermanos separados”‖ de X-Cacal Guardia: cuestionando su inserción en una economía capitalista de acumulación en el que sus pueblos fueron seriamente cuestionados por las empresas azucareras, el liberalismo creciente en la región, un Estado central que le era totalmente ajeno a sus tradiciones, sus afanes incesantes de vivir según sus formas conocidas de organización social, la Guerra de Castas se podría calificar como una guerra de liberación maya campesina prolongada durante más de medio siglo, registrándose episodios militares hasta 1915, y cuya “pacificación”‖ de los rebeldes recién se logró en 1937. Además de la causa agraria ya apuntada, no omitamos otros elementos que fueron catalizadores de la guerra de liberación maya de 1847, mismos que se fueron acumulando a lo largo de la historia del pueblo maya yucateco: “No fueron producto de un solo y específico momento, sino que se fueron dando día a día a lo largo de tres siglos, en la palabra “indio”‖ pronunciada despectivamente, en las gallinas entregadas en manos de clérigos, en la venta de la fuerza de trabajo para pagar los impuestos requeridos por la hacienda municipal, en las deudas heredadas de padres a hijos, en la prohibición de mirar de frente a los blancos, en los azotes recibidos, en la pérdida de la tierra y al observar las orejas mutiladas de los abuelos que simpatizaron con Canek. Estos, entre muchos, eran los pecados de los blancos, eran las culpas que debían ser redimidas, eran las faltas hechas al hombre, eran deudas que sólo se cobraban con la muerte”, escribía el poeta de esa lucha de liberación, el ameno Nelson Reed. El 30 de julio de 1847, en Tepich, esa deuda comenzó a cobrarse al prenderse la primera tea y templarse el machete con las carnes de los explotadores dzules…

lunes, 23 de julio de 2012

Elogio de las bibliotecas públicas

Mi idea es simple: en vez de matricular a la infancia o juventud a una pinche escuela con profesores igual de pinches pero también oligofrénicos que apenas pueden leer el nombre de sus medicinas, deberíamos agrandar las bibliotecas públicas del país: desde la más lejana biblioteca de pueblo, hasta la más equipada biblioteca de ciudad, la consigna es fomentar la lectura con literatura de calidad...Más y mejores bibliotecas con más libros de literatura, filosofía, historia, antropología, geografía, etc, etc. En vez de crear alumnos "modelos" sin recursos materiales (la indigencia educativa de este país de analfabetos funcionales es aterradora si echamos un vistazo rápido al profesorado sin cabeza), mi utopía es netamente vasconcelista: los libros verdes que llevaban los profesores pioneros a los pueblos, rancherías, sierras, no sé si incidió en la fuerza espiritual del pueblo a que llegaban los libros, pero como dijo alguien, si sacó de la mediocridad a uno solo, solo a uno, mediante la llave mágica de la lectura sin cuartel, Vasconcelos cumplió su prometido. No me gusta darme como ejemplo, pero lo daré: mi socialización primaria fue deficientemente lectora, pero había liibros de texto gratuitos, y había una biblioteca pública con toda la literatura del boom a mi alcance (desde Borges hasta Cabrera Infante, pasando por Monterroso), con los versos de Sabines y las profundidades de Paz para llevar en préstamo. Tengo que reconocer, y darle gracias, a la idea de la red de bibliotecas públicas creada desde los inicios de la Revolución mexicana, tengo que reconocer que mi formación, con fallas, ripios y todo, es debido a que yo sí que le creí a don Juan José Arreola (el autodidacta perfecto), e hice mío la certeza del "pensador inglés" (hasta ahora, no sé quien fue ese "pensador inglés" que señalaban las introducciones de los libros de la editorial Océano que llenaba un estante completo de la biblioteca de mi pueblo), y que decía que "la verdadera Universidad hoy día son los libros". Luego, cuando supe que Saramago no terminó ni su primaria y que nunca estudió para historiador o para "profesor de literatura" o para antropólogo o abogado, etc, etc, y que se la pasaba todos los días, después de salir del trabajo, encerrado en la biblioteca pública de Lisboa leyendo sin un sistema definido estantes y estantes de libros, supe que mi vocación -y mi profesión- sería la de lector. Me defino, no como "historiador", y menos como "abogado", pero sí como un lector que lee con seriedad lo que le pongan enfrente. Me declaro lector en vez de historiador. Antes que nada, y después de todo, soy y seguiré siendo lector, mi oficio es el oficio más viejo del mundo (los primitivos hombres ya leían sus mitos, ya contaban sus historias alrededor del fuego, ya escudriñaban las estrellas). Como Borges, diré que "otros se jacten de las páginas que han escrito; a mi me enorgullecen las que he leído". Este país necesita de sus lectores, este país necesita, no universitarios, sino simplemente lectores....

viernes, 20 de julio de 2012

Villa cabalga de nuevo

Pancho Villa es sinónimo de "justicia” sin contemplaciones, pero Pancho Villa también es conocido de todos, porque en los momentos mismos en que guerreaba, las cámaras de Hollywood ya lo estaban firmando para la posteridad. Él es la posteridad. A la vuelta del siglo, Villa se volvió un icono del cine, pero también, fue y sigue siendo el personaje más popular que la irrupción campesina de las distintas "revoluciones" de los años 1910-1920 dejó tras su paso arrollador. Además, nadie que conozca un mínimo de la historia de la Revolución sale indemne del poderoso imán que Villa ejerce desde su tumba olvidada de Parral: Katz y Taibo II así lo han demostrado en voluminosos tratados, y sus “dorados-lectores” son legión, innumerables villistas de mente y corazón. En los movimientos sociales del México descalzo, del México subalterno, Villa, junto con los ojos tristes de Zapata y la mirada de águila de Guevara, cabalgan juntos impresos en las camisetas de jóvenes y viejos. Ellos, a falta de fe o sobrada secularización (ya no se puede portar la virgen de Guadalupe como estandarte “revolucionario” como antes lo hicieron las huestes campesinas de Hidalgo hasta Zapata), llevan a sus mitos, a la historia campesina y revolucionaria como símbolo, pero también como clave dispuesta a deconstruir el edificio maldito del poder que los oblitera, aparta y excluye. Ellos, los macheteros de Atenco, los neozapatistas de Chiapas, todo el México descalzo y el México plebeyo en resistencia, son la memoria y la razón de que Villa y Zapata siempre estén cabalgando: En cada caso de injusticia manifiesta para los subalternos, “Villa cabalga todavía en el Norte”, y en el centro y sur del país. En cada ruptura social, “Zapata muere en cada feria popular…Es la Revolución, la palabra mágica, la palabra que va a cambiarlo todo y que nos va a dar una alegría inmensa y una muerte rápida…”

jueves, 19 de julio de 2012

Relación histórica de Tahdziu (apuntes para una historia regional petuleña)

Las Relaciones Histórico Geográficas de la Gobernación de Yucatán (RHGGY), entre varias relaciones de pueblos, cuenta entre sus hojas con la Relación de Tahdziu, el pueblo más cercano a Peto (dos leguas), y fue escrita por el encomendero Juan de Magaña Arroyo en el mismo pueblo de Tahzib [Tahdziu], “a veinte y ocho días del mes de marzo de mil y quinientos y ochenta años”, ayudado Magaña por el batab “don Diego Ceh, Gobernador de dicho pueblo”, y Diego Pizk, Francisco Canché y “otros indios viejos vecinos del dicho pueblo, que tienen noticia y saben lo que se les preguntare”. Tahdziu dista del pueblo de Tezal[1] una legua grande “por tierra llana y de piedras”, y del pueblo de Zucacab [Tzucacab], “tres leguas por camino torcido y pedregoso”, y del pueblo de Petu [Peto], “cabecera de su doctrina, dos leguas grandes, y de algunas cuestas y pedregales”[2]. En efecto, actualmente, el camino de Peto a Tahdziu es casi todo de ondulaciones y con pequeñas barrancas que no pasan de dos metros, pero que resulta un gran contraste con la tierra llana de la Península. Estos pueblos señalados por la Relación, “son de indios” a finales del XVI, y a principios del siglo XXI, la gran mayoría pertenece a la población maya. ¿Por qué se llama el pueblo así, Tahdziu? Los informantes de Magaña develan el misterio: “Llámanse el dicho Tahzib [Tahdziu] por estar en un asiento llamado Hunpiczib [Hunpicdzib], donde en su infidelidad tenían un ídolo que así se llamaba, hecho de barro y de figura de mujer”[3]. Los informantes de Magaña le señalan que “en su infidelidad” pertenecían al señorío de Tutulxiu [Tutul Xiu], que los “enviaba a la guerra o donde a él le parecía sin que osasen repugnarle”, y a este Xiu le tributaban cada año 20 cargas de maíz y otras tantas de algodón, y gallinas y miel. Ya hicimos relación de que adoraban al ídolo Humpicdzib, y al cual “acostumbraban ofrecer pan y gallinas y carne de venado cocida, y lo recibía el sacerdote que ellos llamaban Ahkin [Ahk’in][4]. En 1580, los indios de Tahdziu se vestían de “camisa y zarigüeyas y una manta delgada de algodón por capa, y un sombrero y alpargatas y algunos traen zapatos”[5]. Antes de que llegaran los españoles, comían las mismas comidas de 1580, y que en buena parte en la actualidad siguen comiendo. A saber: gallinas, gallos, venados, puercos monteses y otras carnes de animales monteses. Como un ejemplo de que antes de que los señores encomenderos llegaran a pedir sus tributaciones y requerirlos para construir sus establecimientos, y mucho antes de que los frailes –iniciando con las ordenanzas de Tomás López Medel de 1552, reduciendo a poblado a los indios y persiguiendo las “idolatrías[6]-los de Tahdziu señalan que: “Vivían antiguamente más sanos que ahora y llegaban a ser más viejos que ahora, y es cosa entre ellos platicada y experimentada ser causa de ello el vino de que entonces usaban, llamado balché [balche’], con el cual se purgaban, y el día de hoy no se les permite beber de él y así les parece que la falta de salud les procede de la privación de este vino”[7]. A cinco leguas más o menos del pueblo, está “una sierra muy grande y de gran largura hacia el poniente, que en la lengua de los naturales de él se llama Pucyuvitz [Pucc]”. Zapotes, coptes [k’opte], guacayoles [guacoyul], ciruelos, plátanos y mameyes, son los árboles frutales; y de los habines [ha’bin], chulules y cedros se aprovechan de la madera para hacer sus casas. La relación se refiere al maíz de la siguiente manera: “El grano que los indios tienen es maíz, y generalmente se come en toda esta provincia de Yucatán, y de él hacen el pan, y no tienen ni han tenido otro”[8]. Y sobre su economía, los informantes dicen que los indios susténtanse “con sus labranzas, de que cogen lo que les es necesario y muchos tanta cantidad que venden de ella”, y es cosa de “granjería comprar y vender así cosas de Castilla como de la tierra, teniéndolo por aprovechamiento”[9]. El pueblo de Petu [Peto] es cabecera de su doctrina.
Notas [1] Gerarhd (1991: 64) establece que Titzal, Tetzal, o Sal, es el pueblo conocido de Tixualatun (que en las Relaciones aparece también como Tisgualatun, o Tixhualtun), que traducido al español significa “lugar de las piedras erguidas (Sabido Ávila, 1996: 18). [2] RHGGY, Relación de Tahdziu, Tomo I, p. 389. [3] Ibid. Según Rivera Dorado, Humpic Dizu, a la llegada de los españoles, era un dios del linaje Ceh del pueblo de Tahdziu de la provincia de Maní.“Hunpicdziu o Humpicdzib (ocho mil tordos u ocho mil letras) parece ser el ídolo local de un grupo establecido en Tahdziu y tributario de los Xiu de Maní. El nombre recuerda el vocablo corriente para expresar muchedumbre o número elevadísimo. Se dice que en Izamal había un dios llamado Hunpictok (ocho mil o innumerables pedernales), y en el Ritual de los Bacabes se menciona a Hunpic ti Ku (ocho mil dioses o, tal vez, ‘todos los dioses’) en una de las fórmulas curativas…Cabe la posibilidad de que el patrilinaje que veneraba a este extraño personaje sagrado fuera el Ceh, pues en 1562 el gobernador del lugar era Diego Ceh, que fue puesto en prisión por llevar a cabo prácticas idolátricas (Roys, 1957, 77)” (Rivera Dorado, 1986: 154). [4] Ibidem, p. 390. [5] Ídem. [6] Medel ordenó, en sus Ordenanzas de 1552, exigió a los mayas bautizados que dejaran: “Sus idolatrías y ritos antiguos y no tenga[n] ídolos, ni consientan que otros los tenga, y les hagan sacrificios de animales, ni de otras cosas, ni con sangre propia, horadándose las orejas, narices u otro miembro alguno, ni les enciendan copal, ni les hagan honra. Ni celebren ayunos, ni fiestas pasadas, que en honra a sus dioses solían celebrar y ayunar (Quezada, 1997: 105). [7] RHGGY, Tomo I, p. 390. [8]Ibídem., p. 391. [9] Ibíd.

viernes, 13 de julio de 2012

Reseña libre de un libro necesario: "De milagros y sabios.."

Generalmente, en días como hoy, de viernes que se abarraganan con el 13, los hados han tenido la costumbre de que yo me tope con joyas bibliográficas, o con bibliotecas enteras que alguna buena alma caritativa del señor está dispuesta a regalarme sin que yo tenga que matar a nadie como pago, o algo más difícil y que mi buena educación me impide realizar, sin que tenga que prestarme a una conjura revolucionaria e instaurar la tan ansiada dictadura del proletariado...
***
Hoy, este día que pone en zozobra existencial a los fatalistas y lúgubres de toda laya, ¡cabalístico para muchos! –incluso para el que pespuntea estas opacas palabras-, no fue la excepción, ya que, en visita relámpago a la librería de la UADY que hice esta mañana (iba en busca del libro indigerible de Geografía política de Yucatán, Tomo III, del censor histórico, Salvador Rodríguez Losa) me agencié un libro esclarecedor del siglo XIX yucateco que vio la luz en la lengua de Faulkner hace 11 años. Me refiero al libro de Terry Rugeley, Of Wonders and Wise Men: Religion and Popular Cultures in Southeast Mexico, 1800-1876, un sándwich gringo convertido en torta mexicana gracias a la versión castellana salida de las prensas de la UADY: De milagros y sabios. Religión y culturas populares en el sureste de México, 1800-1876.
***
En este libro que voy leyendo con harta calma y con lápiz en mano para apuntar y tomar notas al desgaire de la lectura, el doctor Rugeley nos hace un bosquejo, erudito y ameno, de la cultura popular de los hombres y mujeres del siglo XIX yucateco, sin distinción de clase, y sin distinción étnica...Cultura popular heteróclita si hablamos de la cultura que poseían las élites de Mérida, las élites pueblerinas, o la cultura del campesino maya yucateco. Pero sin duda, una cultura popular heteróclita que tenía un elemento común que servía como vaso comunicante para los tres aspectos sociales del conjunto yucateco decimonónico: la religión católica con sus fiestas de pueblo, con sus devocionarios, con sus procesiones públicas, el culto a los santos y los sermones de los curas.
***
Rugeley establece "el sendero espiritual del burgués", el almanaque de creencias del campesino maya, la idea del mundo de la cerradísima y colonial sociedad yucateca (criollos, mestizos e indios mayas yucatecos), y se vale de fuentes diversas: desde las fundamentales que se encuentran en los distintos repositorios históricos de la Península, el Archivo de Centroamérica, el archivo de Belice, el AGN, archivos eclesiales nacionales y el de Guatemala, el Archivo Histórico de la Defensa Nacional, entre otros; hasta una exhaustiva –todo historiador serio tiende a la exhaustividad- recopilación y análisis de fuentes secundarias (libros, tesis, artículos). Pero el caso interesante, es que Rugeley actualiza la tradición oral para indagar la cultura popular de la sociedad yucateca (criolla, mestiza e indígena) haciendo uso de las leyendas, consejas, cuentos, relatos, mitos y supercherías que andan de boca en boca por los caminos, veredas y trillos desolados de la Península. Sin duda, el "sueño que vislumbraba a la distancia" el autor de Yucatan's Maya Peasantry and the Origins of the Caste War, 1800-1847, en este año 2012 se ha materializado con esta traducción sobre un libro significativo para la historia cultural de Yucatán. Ya que, como dice Rugeley, la cosa histórica no se trata sólo de variables económicas, fiebres políticas, momentos de quiebre brutal como el año axial de 1847 en el que los mayas del oriente y sur desestructuraron la sociedad colonial yucateca, el recuento de gente muerte y nacida, memorias de gobernadores, o estadísticas inflexiblemente economicistas:
“Este libro –nos cuenta Rugeley- surge del material que comencé a acumular durante un estudio anterior sobre los orígenes de la guerra de castas de Yucatán. Mientras escribía sobre los aspectos más concretos de los impuestos, la tierra, la movilidad social, las alianzas políticas y la revolución, me percaté de que sabía poco acerca de la gente que vivió dentro de estas estructuras, los hombres y las mujeres que usaban máscaras socioeconómicas genéricas, pero que rara vez revelaban sus pensamientos, sus triunfos y sus derrotas privadas, o sus sueños, acerca de cómo deberían ser las cosas”.
El trabajo que aborda Rugeley no es para nada instrascendente, al contrario, pienso que su primacía e importancia radica en la a un tiempo sencilla y complicada pregunta que todo investigador del pasado se debe hacer: ¿en qué creían esas gentes muertas, qué era lo que los inspiraba para bregar, trabajar, comer, hacer el amor o morirse todos los días?
***
Un apunte más que me hace escribir las pocas páginas que apenas voy leyendo del libro en comento, es cuando Rugeley hace un inteligente apunte, que va relacionado directamente con la antropología oficial del siglo XX mexicano. Antes de la revolución, antes de los antropólogos indigenistas, antes del indigenismo en su faceta integracionista y diseccionadora a nivel nacional (el indio hay que estudiarlo, etnografiarlo, pero hay que desinidianizarlo también, decía la vena indigenista), la cultura campesina, para las élites educadas yucatecas, salía sobrando. Para estas élites, la moda, una vez desclochado el corset opresivo de los tres siglos de dominación española, era parecerse a Europa, o a la creciente nación que se robustecía en el Norte: el pensamiento, o lo que es mejor, la ideología liberal iba en contra de la visión romántica de ver con buenos ojos a esos indios bárbaros que no cumplían con el canon de lo civilizado. ¡Más en Yucatán!, que desde 1847, la sublevación indígena dispuso el mecanismo interpretativo para que las élites yucatecas denostaran la autonomía de los “indios bárbaros” del oriente de la Península, y agrandaran la brecha de la servidumbre agraria de los mayas del noroeste en el vuelco económico que Yucatán estableciera en 1870 con el inicio del periodo henequenero. Para las élites mexicanas, yucatecas en su defecto, el indio, o era un ser pasivo e indolente, o un “bárbaro” sediento de rapiña al que se debía combatir o eliminar. En este sentido, podemos coincidir con Rugeley cuando establece que “las élites provincianas mexicanas tuvieron un atraso de un siglo en relación con sus equivalentes europeos en descubrir a su campesinado”, principal poseedor de la cultura popular.
***
Los beneficios de la Revolución mexicana fueron innumerables: consolidó el capitalismo mexicano iniciado con Porfirio Díaz, siguió con la vena centralizadora del tuxtepecano, dispuso leyes laborales para la sociedad explotada de las haciendas, repartió tierras entre los pueblos que pedían restitución o dotación de ellas, y algo importante que señala Rugeley (el estudio de la cultura popular a través de la etnografía del México profundo) y que el poeta Octavio Paz escribió hace mucho tiempo, es que la Revolución nos hizo volver la mirada a la tierra nuestra con su cultura popular: “La Revolución –dice Paz- es una súbita inmersión de México en su propio ser. De su fondo y entraña extrae, casi a ciegas, los fundamentos del nuevo Estado. Vuelta a la tradición, reanudación de los lazos con el pasado, rotos por la Reforma y la Dictadura, la Revolución es una búsqueda de nosotros mismos y un regreso a la madre…Nuestra Revolución es la otra cara de México, ignorada por la Reforma y humillada por la Dictadura. No la cara de la cortesía, el disimulo, la forma lograda a fuerza de mutilaciones y mentiras, sino el rostro brutal y resplandeciente de la fiesta y la muerte, del mitote y el balazo, de la feria y el amor, que es rapto y tiroteo”. Un “estallido de la realidad”, la Revolución “es una portentosa fiesta en la que el mexicano, borracho de sí mismo, conoce al fin, en abrazo mortal, al otro mexicano”. Y en México se empezó a conocer al “otro mexicano”, es decir, a los miles de otros mexicanos que conforman el México profundo, el México indígena, mediante la vena indigenista iniciada desde Gamio. En el caso de Yucatán, el conocimiento del pasado maya (un conocimiento científico, serio) ocurrió, señala Rugeley, “en las décadas de 1920 y 1930, con el indigenismo revolucionario y la llegada del multifacético Proyecto Carnegie”, y continuaría con trabajos de literatos yucatecos a lo largo del siglo XX (desde Oswaldo Baqueiro, Pacheco Cruz, Abreu Gómez, Roldán Peniche Barrera, Joaquín Bestard), y con los trabajos de la pareja Redfield-Villa Rojas, con los nuevos mayistas e historiadores extranjeros que vendrían luego, con la creación de la Universidad del Sureste en la época de Carrillo Puerto, etc., etc., etc….Pero para el conocimiento del otro, o de los otros que conformaron el siglo XIX yucateco, un buen comienzo es el libro De milagros y sabios.

jueves, 5 de julio de 2012

De como el PRI regresó de nuevo, o las elecciones de la nostalgia autoritaria

Yo pienso que estas elecciones fueron las elecciones de la nostalgia autoritaria: los estados del norte del país le dieron cabida y entrada otra vez al PRI a los Pinos porque su nostalgia por el pasado autoritario pero seguro, fue más poderosa, mas de realpolitik que los gritos idealistas de los del movimiento Yo soy 132. A pesar de Televisa, a pesar de las encuestas amañadas, a pesar de los monederos Monex para comprar en Soriana, a pesar del hombre sin atributos que presentaron los priístas, no los pobres del Sur otra vez le cerraron las puertas a AMLO, sino los menos pobres del Norte, hartos y hasta la madre de los destazados, de los descuartizados, de los baleados y de los levantados y desaparecidos por el narco y el Estado militarista de la derecha panista en el poder.
El que no conozca la historia y la cultura autoritaria de este país no tendrá presente este acto, me resisto a decirlo pero lo diré, de "cordura" civilizatoria que hicieron los norteños al votar por el PRI, aunque este partido no sea cuerdo ni civilizado. En tiempos de don Porfirio, mexicanos tan lúcidos como Emilio Rabasa en La constitución y la dictadura, o Justo Sierra en su Evolución histórica de México, corearon y justificaron la dictadura vitalicia del tuxtepecano porque Díaz le dio cuerpo y cabeza al país de las asonadas perpetuas y los cuartelazos cotidianos con sus lemas de orden y progreso. Cuando Madero entró al poder y no supo controlar al Orozquismo y a las gavillas sureñas de Zapata, los mexicanos conservadores le dieron el respaldo de la nostalgia autoritaria al usurpador Huerta...Calles, el creador del abuelo del PRI, un hombre astuto e inteligente, juntó en un solo partido el alma autoritaria de México, y este fue el motivo por el cual el PRI duró una eternidad. El voto de los norteños, no fue el voto del hambre, no, no, fue el voto de la nostalgia autoritaria que argumenta de esta forma: "Antes, con el PRI había corrupción, mierda al por mayor, pero no sangre, vísceras al aire, desollados vivos y quemados a granel....Nos bolseaban, pero no nos mataban". De ahí que el causante único y exclusivo de la llegada otra vez del PRI a los Pinos sea la guerra homicida del para nada demócrata presidente espurio Felipe Calderón Hinojosa. Él y sus “manos limpias” y su imbecilidad al por mayor es el causante de remasterizar al Dinosaurio, y no los pobres del sur de México...Los norteños quieren vivir en santa paz, y unos hombres acorralados, ya lo saben los psiquiatras, no miden sus consecuencias.

domingo, 1 de julio de 2012

Arte poética: le dieron votos al jumento

Y no, no me pensaré inscribir, ni al día ni a la semana siguiente ni menos en una década, al establo de los autoritarios, el fascismo no va con las zuelas de mi conciencia: este país que se vaya a la mierda con todos sus cadáveres y con todas sus putas y maricones demócratas y siervos del partido y mandamases en turno y corifeos de ensalada, al igual que también con sus proxenetas de albarrada. Volveremos a la barbarie, o seremos algo peor. Mucho peor. La noche más negra envolverá a los infelices de este suelo, hozándolos, hollándolos, pobres bovinos sin aire. ¡No me importa! Levantaré mi tumba de silencio, o mi mar de ostracismo a la deriva, y dejaré que todo fluya, que el cielo se caiga a pedazos de descreimiento o a burdos martillazos de dudas. Llevaron putas al establo, le dieron votos al jumento, y esta soledad histórica, pronto fue un pedo sulfúrico del cacique gordo de Cempoala redivivo...

Archivo del blog