martes, 27 de diciembre de 2011

El Canek de Ermilo Abreu Gómez


En este siguiente ensayo, que trata sobre un personaje histórico, mítico entre la cultura popular indígena y mestiza de Yucatán; y a la vez, literario en cuento al trabajo narrativo del escritor Ermilo Abreu Gómez (1894-1971) , Jacinto Uc de los Santos -“un hombre de carne y hueso, pero que se decía ser Dios y fue entronizado como rey indígena” -, trataré, mediante cierta lectura “indiciaria” del relato del escritor yucateco, de presentar la atmósfera no sólo literaria –los vasos comunicantes de la novela “indigenista” mexicana del siglo XX-, sino extraliteraria en cuanto a las “estructuras mentales”, la tradición indígena mesoamericana soterrada del mundo “subalterno” de la península de Yucatán, que, salvando las diferencias del discurso “indigenista, “idealista” y “literario” de Ermilo Abreu Gómez, considero que recorre casi todas las prístinas hojas del relato de Canek . Así mismo, sirviéndome de textos de la teoría de la historia, analizaré y, sobre todo, interpretaré, mediante un enfoque de la historia cultural entreverada con historia social, el trabajo literario del autor en comento . Intentaré reforzar dicha interpretación mediante trabajos históricos de la gesta de Canek, sirviéndome de dos estudios de historia profesional reciente, me refiero a los textos de Robert W. Patch, y sobre todo, el texto cardinal de Pedro Bracamonte y Sosa .

De entrada, aclaro que en este ensayo de historia cultural-social, distingo claramente entre el Canek histórico (es decir, el Canek proporcionado por la lectura de Patch y Bracamonte), del Canek literario de Abreu Gómez, aunque, no obstante, como a lo largo del texto pretenderé establecer, el Canek literario en ciertos momentos se emparienta con el Canek histórico desde el punto de vista del nativo confrontando la situación colonial y augurando otra sociedad, autónoma, y liberada del contexto colonial.
La lectura indiciaria del Canek
He dicho líneas arriba, que la forma por la cual me aboqué a releer el célebre relato compuesto por Ermilo Abreu Gómez, Canek , fue sirviéndome de los parámetros “ginzburgceanos” de la lectura indiciaria. Es decir, mediante una serie de “huellas”, o indicios dejados por el autor en la confección de su obra, traté de ver, o entrever, los mecanismos de continuidad popular –esto es, me refiero a las fuentes de la realidad social con la cual Abreu Gómez vivió sus primeros años meridanos, y que dejaron “huella” en la mirada, siguiendo a Mignolo, fronteriza de Abreu Gómez- insertos en la obra del escritor. Señalo que, al mismo tiempo que Abreu Gómez fustiga literariamente la situación colonial de la población indígena maya mediante la voz “idealizada” de Canek, su escritura es un eco vivo de lo oído durante sus primeros años. Aquí se hace necesario citar a Ginzburg para, acto seguido, referir brevemente mi relectura o nueva interpretación del texto. Dice Ginzburg sobre el paradigma indiciario:
Si las pretensiones de conocimiento sistemático parecen cada vez más inconstantes, no por ello debe ser abandonado la idea de totalidad. Por el contrario: la existencia de una conexión profunda que explica los fenómenos superficiales es reafirmada en el momento mismo en que se sostiene que un conocimiento directo de tal conexión es posible. Si la realidad es opaca, existen ciertos puntos privilegiados –señales, indicios- que nos permiten descifrarla…Esta idea, que constituye el núcleo del paradigma indiciario o sintomatológico, se ha abierto camino en los ámbitos cognoscitivos más variados, modelando en profundidad a las ciencias humanas .
Aguirre Rojas, del cual extraje la cita de Ginzburg, ahonda en el tópico, señalando que la realidad social pretérita, o en nuestro caso, la hechura, o los motivos conscientes e inconscientes del impulso para escribir un texto literario –y aquí no quiero pecar de demasiado “sociologizante” para el campo de la literatura-, que no es posible de reducirse de manera experimental, “en la mayoría de los casos sólo se conoce por vías indirectas; y, en consecuencia, es un conocimiento que tendrá que apoyarse en distintos tipos de testimonios y fuentes, pero también –y reiteradamente- en la búsqueda y el desciframiento de todo tipo de huellas, vestigios, rastros, signos, señales, síntomas o indicios” .


La lectura indiciaria del relato Canek, podría emparentarse con esa forma que Michel Foucault, recordado por Bourdieu, proponía a la hora de leer:

"Para ser verdaderamente fiel al espíritu de Foucault, ¿no habría que leerlo como él mismo ha dicho que leía, y de ese modo solamente? Recordemos, en efecto, que Foucault dijo que había leído a este o aquel autor no para obtener conocimientos, sino para sacar de allí reglas para construir su propio objeto. Hay que distinguir entre los lectores, los comentadores, que leen para hablar en seguida de lo que han leído; y los que leen para hacer alguna cosa, para hacer avanzar el conocimiento, los auctores ¿Cómo hacer una lectura de auctor, que quizá sea fiel a la letra de Foucault, pero sea fiel al espíritu foucaultiano?”
¿Cómo hacer una lectura de Canek, siendo fiel al espíritu ermilista? Es decir, ¿cómo hacer una lectura indiciaria que vaya más allá de los tópicos destilados por una crítica literaria “modernizante”, que ve como “nacionalista” los trabajos literarios que huelen a tierra recién removida, a indios rebeldes y cuestionadores de la realidad social, a “costumbrismos” regionales que dan cuenta de las oligarquías yucatecas marginando y explotando a la población subalterna ?

Consideré, al leer el texto de Abreu Gómez, que Canek no es una “idealización” nacionalista del indio solamente, fraguada por intelectuales bondadosos con él, pero que discurren en las pautas gamianas del Estado postrevolucionario para integrarlo, ni sigue los parámetros de la literatura indigenista destilados durante los primeros tiempos del siglo XX . Se le tacha a la literatura indigenista esa “idealización” interesada, o esa deformación del indio en sus obras, al no proponer rupturas contra el sesgo neocolonizante de la sociedad hegemónica –o, siguiendo la nomenclatura sesentera de González Casanova, el colonialismo interno-, ni haciendo la crítica de la difícil situación de las poblaciones indígenas del tiempo pasado o actual. Una literatura indigenista que, siguiendo a Benedetti, donde el indio “es encarado desde fuera y desde arriba, pues la solución de sus problemas no es enfocada en su complejidad social y económica, sino como una operación sencillamente caritativa” ; y en el que las propuestas gamianas aparecen en esa “idealización” o deformación de la mirada de las poblaciones indígenas cuando se insertan en el campo literario. Recordemos que Manuel Gamio, en las primeras páginas de Forjando patria, instaba a los revolucionarios a forjar la patria “de hierro hispano” y “bronce indígena”, pues para él, a diferencia de Japón, Francia y Alemania, México no era todavía una nación constituida pues carecía de una lengua común, un carácter común, una raza homogénea y una historia común. Pobres y analfabetas, las comunidades indígenas constituían una serie de pequeñas patrias, países individuales que no ejercían derechos ciudadanos en la República. Por lo tanto, la meta principal que defendía Gamio, y que fue llevada a la praxis por el indigenismo oficial durante buena parte del siglo XX, sería la de crear “una patria poderosa y una nacionalidad coherente y definida”, con base en la “fusión de razas, convergencias y fusión de manifestaciones culturales, unificación lingüística y equilibrio económico de los elementos sociales” .

En esa tónica, la lectura de auctor de Canek, me llevó a concluir que Ermilo Abreu Gómez no comulga –nunca comulgó- con ese tipo de literatura indigenista, aunque en sus textos señeros como el Naufragio de indios (1951), La conjura de Xinum (1958), donde trabaja la “Guerra de Castas”, y el Canek mismo, el indígena y sus peripecias es el elemento desencadenante de la trama, Abreu Gómez va más allá de la “operación sencillamente caritativa”, y nos presenta el punto de vista –o la voz- del nativo. Abreu Gómez, y me sirvo de las caracterizaciones del pensamiento fronterizo propuesto por Mignolo, pensaba, miraba, leía y escribía desde los parámetros de la descolonización, deconstruyendo las formas hegemónicas de las “modernidades coloniales” yucatecas de ver al indio como una reificación abúlica para los intereses de las clases hegemónicas. Abreu Gómez reaccionaba contra el “gran relato de la civilización occidental” , que dejaba fuera la voz del indígena, y explicitaba el cuestionamiento a la situación colonial mediante un personaje, si bien “idealizado” , no menos amenguado en su realidad al proferir Canek estas palabras:
"Los blancos hicieron que estas tierras fueran extranjeras para el indio; hicieron que el indio comprara con su sangre el viento que respira. Por esto va el indio, por los caminos que no tienen fin, seguro de que la meta, la única meta posible, la que le libra y le permite encontrar la huella perdida, está donde está la muerte".
Abreu Gómez, como hemos dicho, sostiene con Canek el punto de vista del nativo, y cuando estructura su narrativa mediante fragmentos como las líneas arriba citadas, se inserta a debatir el imaginario del mundo moderno colonial, posicionando su escritura desde los umbrales del pensamiento fronterizo:
El concepto omnicomprensivo y necesario de modernidad/colonialidad se refiere verdaderamente a la necesidad, a la fuerte necesidad de construir macronarrativas desde la perspectiva de la colonialidad...No se trata (al menos no únicamente) de narrativas revisionistas ni de narrativas que traten de contar una verdad diferente, sino, por el contrario, narrativas encaminadas a la búsqueda de una lógica diferente…Para Glissant, el imaginario (del sistema del mundo moderno/colonial) consiste en todos los modos en los que una cultura percibe y concibe el mundo. Así pues todas las culturas humanas contarán con un imaginario particular…el imaginario del mundo moderno/colonial es su propia descripción, los modos en los que se describe a sí mismo por medio del discurso del Estado, de los intelectuales y de los académicos…Por “pensamiento fronterizo” me refiero a los momentos en los que el imaginario del sistema-mundo moderno se quiebra .
En este sentido, el texto de Abreu Gómez, a caballo entre el pensamiento fronterizo y anticolonial, difiere mucho de la literatura indigenista, porque confronta los elementos mismos de la situación colonial, como podría ser la Iglesia :
-¿Por qué nos enseñan a querer a un dios que permite que los blancos nos peguen y nos maten? ¿Por qué hemos de cantar de rodillas un canto de contrición? No lo digamos más porque, aun diciéndolo con los labios, cometemos falta en nuestro espíritu .
Es paradigmático que, siendo un escritor y no un historiador, Ermilo Abreu Gómez pusiera un quiebre no sólo con la literatura decimonónica, sino con la historia decimonónica del pasado yucateco ; y desde los marcos de una escritura clara, vigorosa, llana y a veces elegiaca , dejase escuchar la voz del otro con un “espíritu etnográfico”, como nos recordaba Robert Darton a la hora de recrear la historia, situando la literatura en su más prístina dimensión social, cultural:
El género antropológico de la historia tiene su propio rigor, aunque pueda parecerles tan sospechoso como la literatura a los sociólogos rígidos. Esto se apoya en la premisa de que la expresión individual se manifiesta a través del idioma en general, y que aprendemos a clasificar las sensaciones y a entender el sentido de las cosas dentro del marco que ofrece la cultura. Por ello debería ser posible que el historiador descubriera la dimensión social del pensamiento y que entendiera el sentido de los documentos relacionándolos con el mundo circundante de los significados pasando del texto al contexto, y regresando de nuevo a éste hasta lograr encontrar una ruta en un mundo mental extraño .
Esta expresión individual ermiliana, manifestada a través de su escritura, se clarifica mediante el marco general de la fuerte cultura que lo impregna. En este caso, de la cultura maya, de la cultura a la que difiero adjetivar como “subalterna”, o de los “domésticos” de la casa del niño Ermilo . Volveré sobre esto en el último apartado. Ahora, basta señalar dos cosas. La primera, estriba en el hecho de que la escritura de Abreu Gómez, el Canek propiamente, se aparta de esa visión de la literatura indigenista, donde el indio resulta un ser pasivo ante la conflictiva social. Abreu Gómez no idealiza: recrea la historia, propone una “utopía arcaica”: el cuestionamiento de la explotación laboral indígena, la crítica social a los abusos a los indios en las haciendas, la cancelación, en voz del Canek literario, de los tributos y los repartimientos, y señala la repatriación de esta tierra a los indios, cuando oíamos al Canek ermilesco lamentarse de que “los blancos hicieron que estas tierras fueran extranjeras para el indio”: la revuelta de Canek, y en este punto se unifican ambos, el Canek literario y el Canek de la historia, estriba, siguiendo las lecturas proféticas, en el afán del indio de volver a ver, a estas tierras, como patrias y no exilios :
Ya se cumplen las profecías de Nahua Pech, uno de los cinco profetas del tiempo viejo. No se contentarán los blancos con lo suyo, ni con lo que ganaron en la guerra. Querrán también la miseria de nuestra comida y la miseria de nuestra casa. Levantarán su odio contra nosotros y nos obligarán a refugiarnos en los montes y en los lugares apartados. Entonces iremos, como las hormigas, detrás de las alimañas y comeremos cosas malas: raíces, grajos, cuervos, ratas y langostas del viento. Y la podredumbre de esta comida llenará de rencor nuestros corazones y vendrá la guerra .
Frente a toda interpretación del texto de Ermilo Abreu Gómez como idealización indigenista solamente, hemos propuesto que éste se aparta de la visión indigenista corriente, para poner énfasis a la mirada omitida. Abreu Gómez hace uso de la experiencia, de lo vivido en una sociedad yucateca como la de principios del siglo XX, permeada por un enorme orbe indígena. Su literatura parte, siguiendo las propuestas thompsonianas, de una “conciencia” histórica determinando la realidad , o determinando su texto. Margaret Shrimton, sobre esta diferencia radical del Canek de Abreu Gómez respecto a la narrativa indigenista corriente, señala que la obra de este autor cuestiona el mito homogeneizador indigenista del indio como elemento paisajístico, donde si bien es cierto que posterior a la Revolución Mexica el indígena empezó a ser objeto de estudio y tema de interés, nunca dejó de ser “el otro” visto desde el “nosotros” hegemónico que controlaba la palabra:
En la pequeña novela de Ermilo Abreu Gómez, Canek, historia y leyenda de un héroe maya (1940), el indígena protagonista asume la autoridad narrativa y afirma su verdad, obligando al blanco a ocupar un espacio marginal en el texto. Este primer momento de ruptura con el discurso nacional crea un modelo dual, que opone el mundo indígena al no indígena y rodea al indígena con un velo de idealismo. Sin embargo, la inversión de los papeles –evidente desde el título de la obra- señala el rompimiento con el discurso nacional y coloca el poder de la escritura en la voz del indígena. El contraste con obras de corte indigenista como El indígena (1935), de López y Fuentes, es marcado, pues aquí “el indio” carece de voz y se ubica dentro de un marco que lamenta las incursiones de la modernidad en las comunidades indígenas. En cambio, la reescritura de la historia de la rebelión del indígena Canek (1761) es un momento clave en la historia nacional, y en Yucatán señala el inicio de una narrativa que coloca la historia colectiva de la región en un primer plano .


Y no sólo se aparta de la literatura indigenista corriente, sino que, como hemos dicho, el texto de Canek de Abreu Gómez se aparta de la versión de la historia local oficial de la rebelión del Canek histórico. En esta parte, el Canek de Abreu Gómez deja de ser, como señala Shrimton citando a Roldán Peniche Barrera, el “panadero borracho que nos suministra la historia” . El mismo Abreu Gómez, en palabras de Canek, recomendaba “aprender a leer no la letra, sino el espíritu de todas las historias” oficiales:

Canek dijo:

-Hace unos años leí libros donde se contaba la historia de estas tierras. Los leí con placer y me entretuve en el conocimiento de los sucesos antiguos y en el razonar de las gentes que fueron. Una vez mi padrino me dijo: Los libros que lees fueron escritos por los hombres que ganaron estos lugares. Mira con cuidado las razones puestas en sus páginas, porque si te entregas desprevenido, no entenderás la verdad de la tierra sino la verdad de los hombres. Léelos, sin embargo, para que aprendas a odiar la mentira que se dice dentro de los pensamientos de los filósofos y dentro de la oración de los devotos.

-Y así aprendí –concluyó Canek- a leer, no la letra, sino el espíritu de la letra de todas esas historias. .

“Aprender a leer no la letra, sino el espíritu de todas esas historias” de los filósofos –o historiadores liberales, como Sierra O’Reilly-, o devotos como fray Diego de Landa, Cogolludo o Lizana, es una metodología primaria para hacer la famosa “crítica de fuentes”. Sobre esto, Florescano, estudiando la historiografía de la “Guerra de Castas” aparecida en el XIX, señala el “filtro étnico” de esos libros que fueron “escritos por los hombres que ganaron estos lugares”. Florescano refiere el hecho evidente de la conciencia, no de clase, sino de raza de las primeras historiografías yucatecas existentes del conflicto de 1847 –y, por supuesto, del conflicto de 1761 -, que solamente describen los prejuicios etnocéntricos de los historiadores de la clase dominante, que en su mayoría eran criollos muy alejados de la cultura étnica rural de la Península de Yucatán. Si la insurrección de Canek fue explicada por O’Reilly como un asunto de borrachos enfiestados, o el levantamiento generalizado de los mayas en la medianía del XIX fue bautizada por el mismo Sierra O‘Reilly, Serapio Baqueiro, Eligio Ancona y Molina Solís, como una conflagración racial, es por el hecho de que ellos representaban, en el sistema dual o interétnico en el que coexistían con los grupos indígenas peninsulares, el elemento sociocultural dominante (llámese español durante la colonia; criollo, ladino, “vecino” o ciudadano con posterioridad). Porque el Yucatán del XIX representa, icónicamente, la concepción teórica de la sociedad dual, con colonialismo interno de los grupos dominantes establecido por González Casanova; lo que Salvador Alvarado denominaría como la Casta Divina, o residuo aristocrático de ese pasado colonial. Porque dichos historiadores, como refiere Florescano:

[….] eran descendientes de la élite yucateca que acumuló un odio visceral contra los indígenas que resistieron la expansión de la agricultura comercial y el desarrollo capitalista. Consecuentes con sus intereses, elaboraron una interpretación étnica, por no decir racista de los conflictos que vivieron sus padres y afirmaron que el origen de la llamada Guerra de Castas fue el odio indígena a la raza blanca, sedimentada a lo largo de siglos .
Mediante esta cláusula, concluyo este primer apartado de la interpretación, con base a textos de la teoría de la historia, del Canek de Ermilo Abreu Gómez. En el acápite final, me centraré en las huellas de la sociedad yucateca en la obra del autor, con el fin de establecer, someramente, el contexto social del cual Abreu nutrió su literatura.
Reflexiones finales: Las “huellas” de una sociedad en resistencia en la obra del autor
En el apartado anterior, citando el paradigma indiciario de Carlo Ginzburg, refería que había que leer, a través de indicios, señales, huellas, el relato de Canek, de Ermilo Abreu Gómez, para clarificar los “fenómenos sociales” (en este caso, la escritura ermiliana) que se encuentran insertos en el cuerpo del discurso, con el objetivo explícito de conectar dicha superficialidad narrativa a un trasfondo metanarrativo que busque los asideros sociales, culturales. Ginzburg decía que si la realidad es opaca –y obviamente que la escritura de Abreu Gómez no lo es, aunque sí se le puede tachar, como hemos comprobado, por cierta lectura superficial, de “indigenista”, o “idealizante”-, “existen ciertos puntos privilegiados –señales, indicios- que nos permiten descifrarla. Aguirre Rojas, preguntándose de que si existe un “espíritu de la época”, un “zeitgest”, respondía que quizás sí o quizás no, “pero lo que sin duda sí existe son contextos culturales específicos de cada coyuntura histórica que plantea problemas similares a los distintos investigadores y científicos de todo orden que trabajan dentro de estos contextos y estas coyunturas determinadas” . Esta cláusula sirve tanto para investigadores, o artistas, como es el caso de Ermilo Abreu Gómez. La lectura del Canek entroncaría con la sociedad indígena que Abreu Gómez conociera. En este tenor, es esclarecedor el texto con el que Abreu Gómez nos cuenta la forma como escribió el relato:
Acaso al amigo lector le gustará conocer la historia de este libro. Cuando era yo niño acompañaba a mi padre por tierras de Yucatán. Mientras mi padre realizaba las diligencias de sus negocios yo me quedaba en la posada rodeado de indios mayas. Por la noche, después de la cena, junto al fogón de la cocina, aquellos hombres se ponían a contar historias y leyendas de la región. Una de ellas se relacionaba con la vida de Canek. Sus aventuras y sus sentencias quedaron grabadas en mi memoria. Más tarde, ya de pupilo en la escuela, pude leer papeles acerca del personaje, los cuales acabaron por afirmar en mi espíritu su recuerdo y su imagen .
En esta confesión de cómo se fue gestando Canek, Abreu Gómez nos inserta, mediante ese indicio, a la estructura mental de los grupos “subalternos” mitificando las gestas libertarias del Canek histórico, recreándolas mediante la imprescindible historia oral, resignificándolas y plasmándolas en un diálogo intergeneracional, para ofrecer una historia autonómica, una persistencia inclaudicable, un continnum de resistencia por conducto de la palabra . Bajo estas premisas, podríamos decir, junto con Chartier, que las ideas captadas por Abreu Gómez, tendremos que situarlas en sus raíces sociales, “estudiadas tanto en su carga afectiva y emocional como en su contenido intelectual, se convierten, al igual que los mitos o las combinaciones de valores, en una de esas ‘fuerzas colectivas por las cuales los hombres viven su época’ y, por lo tanto, uno de los componentes de la ‘psique colectiva’ de una civilización” . De esas raíces sociales, de esa tradición viva Ermilo Abreu Gómez abrevó por vez primera, ese fue el origen de su mitificación literaria de Canek, mitificada primeramente por los hombres mayas que, después de las faenas del campo, escuchó hablar el niño Ermilo junto al fogón de las chozas. En otras palabras, estamos hablando de la dimensión social-cultural del pensamiento, de la literatura del escritor. Para concluir, podríamos decir, junto con Reyes Ramírez, que el texto de Abreu Gómez comentado en estas breves páginas, es una de las respuestas “de una experiencia humana ante las circunstancias de una naturaleza y un acontecer histórico concretos, ocurridos en el ámbito de una geografía y formación específica como lo es la Península de Yucatán” .

Bibliografía:
Abreu Gómez, Ermilo, La del alba sería…, Ediciones Botas, México, 1954.
--------------------------, Duelos y Quebrantos; memorias, Ediciones Botas, 1959.
--------------------------, Andanzas y extravíos, memorias, Ediciones Botas, México, 1965.
--------------------------, Canek. Historia y leyenda de un héroe maya, Ediciones Oasis, México, 1980. 
Aguirre Rojas, Carlos Antonio, “Indicios, lecturas indiciarias, estrategia indiciaria y saberes populares (Microhistoria italiana)”, en revista Contrahistorias, núm. 7, México, D.F, 2007.
Benedetti, Mario, “Subdesarrollo y letras de osadía”, en Benedetti, Mario, El ejercicio del criterio, Alfaguara, México, 1995.
Bourdieu, Pierre, Capital cultural, escuela y espacio social, Siglo XXI editores, México, 2008
Bracamonte y Sosa, Pedro, La encarnación de la profecía. Canek en Cisteil, CIESAS (Colección Peninsular), México, 2004.
Brading, David A., Mito y profecía en la historia de México, México, Fondo de Cultura Económica, 2004.
Burke, Peter, ¿Qué es la historia cultural?, Barcelona, Paidós, 2006.
Darnton, Robert, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa, México, Fondo de Cultura Económica, 2006.
Chartier, Roger, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural, Barcelona, Paidós, 2005.
Díaz Perera, Miguel Ángel, “Antropología e Historia, ¿un diálogo necesario? Edward Palmer Thompson, una visión”, en revista Relaciones, Zamora, núm. 99, 2004, pp. 287-316.
Florescano, Enrique, Etnia, Estado y Nación, ensayo de las identidades colectivas en México, México, Aguilar, 1997.
Latchman, Ricardo A., “prólogo” a Ermilo Abreu Gómez, La del alba sería, México, Ediciones Botas, 1954.
Machuca Gallegos, Laura Olivia, Reseña de La encarnación de la profecía. Canek en Cisteil, de Pedro Bracamonte y Sosa, Relaciones, primavera, año/ vol. XXVIII, número 110, El Colegio de Michoacán, 2007, pp. 207-210.
Mignolo, Walter D., Historias locales / diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y pensamiento fronterizo (Introducción: “Acerca de la gnosis y el imaginario del sistema-mundo moderno/ colonial”, Madrid, Akal, 2003.
Patch, Robert W., “La rebelión de Jacinto Canek en Yucatán”, Desacatos, núm, 13, invierno, 2003, pp. 46-59, traducción de Gabriela Solís Robleda.
Reyes Ramírez, Rubén, “prólogo” a Ermilo Abreu Gómez, Canek, Mérida, Gobierno del Estado de Yucatán, 2008.
Ruz, Mario Humberto, “Los rostros de la resistencia. Los mayas ante el dominio hispano”, en María del Carmen León, Mario Humberto Ruz y José Alejos García, Del katún al siglo. Tiempos de colonialismo y resistencia entre los mayas, México, Conaculta, 1992, pp. 85-162.
Shrimton Masson, Margaret, “Relecturas de la narrativa yucateca en el contexto del Caribe”, Revista Mexicana del Caribe, año/vol. VII, número 013, Universidad de Quintana Roo, Chetumal, México, 2002, pp. 99-123.
Silva de Rodríguez, Cecilia, Vida y obras de Ermilo Abreu Gómez, Publicaciones del Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, México, 1971.

domingo, 25 de diciembre de 2011

De eso que llaman "literatura indígena"




A finales del siglo XIX, la lengua "franca" en Yucatán dejó de ser el maya, para dar paso al particular y sonoro español yucateco, nuestra lengua originaria más representativa aquí y en China. El proceso de castellanización iniciado desde mediados de la Colonia en Yucatán, y que sólo pudo llevar a cabo su designio homogeneizador bien entrado el siglo XX a través del conducto cultural representado por la escuela postrevolucionaria, ha hecho de la Península un lugar donde todo es comprensible mediante el español, incluso el cada vez más reducido ámbito rural maya. Por tal motivo, a pesar del ponderado y desaparecido “informante” Carlos Montemayor (me refiero a sus trabajos de revitalización de las lenguas indígenas en Oaxaca y en el mismo Yucatán), mis reservas con la "literatura indígena" son de orden histórico, literario y de sentido común. 

En el primer punto, habría que decir que no podemos obviar que los famosos 500 años de encuentros y desencuentros entre las otredades mesoamericanas y occidentales desestructuraron, reinventándolos, tanto el español hablado en México, y sin que decir del uayeísmo yucateco trufado de voces, palabras, astratos y substratos mayas. 

En el segundo punto, sin medias tintas porque prefiero la polémica de frente, inquiero a los “intelectuales mayas”, a que me señalen una cumbre literaria “étnica” similar, o casi igual, a la cumbre literaria que representa un Cervantes en nuestra lengua; o un Shakespeare o Faulkner en la lengua inglesa. No hay tal. 

Contrario al muy frecuentado discurso de la visceralidad indígena, no afirmo ninguna superioridad lingüística del español, pero no estaría de acuerdo con el provincianismo ahistórico de execrar la lengua española, apelando a la “visión de los vencidos”. Una visión, no necesito decirlo, bastante maniquea. Domínguez Michael, cuyo artículo ¿Lengua nonata o lengua muerta?, me sirve para poner en orden estas ideas que traigo sobre el tema, ironizaba sobre esta actitud de traer a cuenta la historia, ajusticiando la lengua del “imperio”, algo en que incurrió no sólo Montemayor sino que incurren aún muchos intelectuales indígenas: “De esa inocencia epifánica, Montemayor desglosa una actitud ante el español indigna de un hombre de cultura. Acepta, como cualquier bachiller radical, que nuestra lengua es esencialmente ‘la lengua del conquistador’, una realidad lingüística impuesta por el genocidio y un lazo superficial que la nueva evangelización desterrará en un par de generaciones…" 

 En el tercer punto, podría decir, a grandes rasgos, que la literatura indígena es otra herramienta -menos burda, pero al final de cuentas, herramienta- del clásico indigenismo mexicano: los actuales “intelectuales indígenas” tienen sus raíces pegadas al tronco de las viejas políticas públicas paternalistas del extinto INI (y actualmente, la CDI), y la efervescencia cultural que se destila en esos grupos cerrados (premios, certámenes, seminarios) ronda o depende en exclusiva del Estado, objeción menor esta última, pero si verificamos quiénes son los que en verdad se interesan, los que en verdad leen a los premios Netzahualcóyotl, comprobaremos que sus lectores no salen del espacio enclaustrado de la endogamia académica, o de las cofradías de la intelectualidad indígena: los leen lingüistas y conservadores de las lenguas mesoamericanas, exóticos de toda laya, y fervorosos de las identidades étnicas que fingen hipócritas fijezas. 

Porque, en México –escribía hace más de una década Christopher Domínguez Michael-, “país oficialmente alfabetizado, no se lee. En México se lee poca literatura, buena o mala. En las regiones indígenas, quién no lo sabe, las tasas de analfabetismo son abrumadoras. Si los indios no leen en español, no es predecible que entiendan las complejas transliteraciones al maya, náhuatl, otomí, chinanteco, tzeltal y tzotzil que apasionan a Montemayor –y antes que a él, al Instituto Lingüístico de Verano”. El boom de las literaturas indígenas, como todo el multiculturalismo actual ahíto de sus emblemas de batalla –derechos indígenas, lingüísticos, radicalismos culturales de un pasado que se mitifica apenas conociéndolo, y sin descartar bastante new age de por medio-, comenzó en la década de los ochenta del siglo pasado.

Frente a las arremetidas homogeneizadoras de un Estado autoritario e integrador, los intelectuales indígenas, así como ciertas figuras del México mestizo –Bonfil Batalla, el subcomandante Marcos y su ejército de encapuchados, y en la vena del tlacuilo mayor, el inmarcesible Carlos Montemayor- apelaron a contradiscursos que planteaban no sólo la visión diversa de la sociedad mexicana, sino que fijó posturas políticas trasminadas por radicalismos culturales, hizo la crítica del desfasado indigenismo y, ayudado de trabajos pioneros del padre Garibay, conjuntó un esquema herderiano –si existe la lengua, debe existir la nación y, de la mano de normativas internaciones, los derechos por ser alteridad- para inficcionar el esqueleto monolítico de la literatura mexicana: la literatura indígena, aunque con temas campiranos o mitológicos que francamente me hacen bostezar, en un primer momento, cuando su existencia era “autónoma y beligerante” (cosa que ya no es), fue “una buena noticia para el resto de los intelectuales, criollos o mestizos, que ya no tendrían que ocuparse de ‘darle voz a los que no la tienen”. 

Dije que la actual literatura indígena, una vez pasado su momento de gloria –hubo un tiempo en que lo étnico estaba de moda-, dejó esa lozana autonomía y saludable beligerancia, para encontrar techo presupuestal en un neoindenismo mexicano, que sigue la consigna multicultural de descafeinar, amansándolos, radicalismos activos del cada vez más desperdigado movimiento indígena. Fraguados por esa difícil dialéctica con el Estado indigenista y neoindigenista del XX y XXI, los actuales intelectuales indígenas han humedecido la pólvora de sus visiones utópicas, y con un pragmatismo digno de lástima, han adocenado su pluma y su persona a los pareceres del “ogro filantrópico”. El premio Netzahualcóyotl lo dice todo. 

 No obstante esta traición al primer adagio revolucionario que tuvo en sus comienzos las literaturas indígenas, cabría señalar la duda de si en verdad existen literaturas “indígenas” por el sólo hecho de escribir en maya, en náhuatl o en alguna otra lengua. Sin purismos lingüísticos, la historia nos recuerda que la lengua española en México “debe a los indígenas parte de su esplendor, como se lo debe el barroco a los anónimos constructores indios”. Alva Ixtlixóchitl, Alvarado Tezozomoc o el Inca Guaman Poma, fueron creadores del español y, a un tiempo, recreadores de su honda tradición indígena. No sé si peco de visión valetudinaria, pero esta rica tradición indígena no logro ver en los textos de los actuales intelectuales indios. 

Para finalizar, reconociendo que la actual literatura indígena es una literatura sin lectores, no muerta sino apenas neonata, la forma de que los textos de los intelectuales indígenas salgan de las sarmentosas garras de los lectores de campus universitarios, estribaría únicamente cuando “las naciones indias se integren política y educativamente a una sociedad democrática…Mientras tanto, los letrados indios –como todos los escritores- seguirán su lucha por ganar lectores, ya sea en maya o en español”, porque, no necesito decirlo, la literatura indígena actual “es un galimatías que entusiasma por la grandeza de su utopía”, pero un galimatías desértico. 

viernes, 23 de diciembre de 2011

"Un libro, en manos de un vecino, es un arma cargada. Quémalo"

Después de terminar de leer la novela Fahrenheit 451, de Ray Bradbury (el libro lo tengo desde 2004, siete años tuvo que dormir el sueño de los libros aplazados, para que yo decidiera sacarlo de mi biblioteca personal y sentarme a leerlo), pienso que la distopía que hila la novela de este autor estadounidense, hoy es una realidad para muchos estratos de la sociedad no sólo gringa, sino occidental en su conjunto: La cultura, entendida no como la entienden los antropólogos, sino la cultura entendida como la literatura, la filosofía o la historia -quitando a los profesionales mecanizados por la rutina diaria de leer únicamente sus textos de "trabajo"-, es sólo pasto para el engordamiento de las vacas rollizas, porque nadie tiene necesidad, angustia por leer, angustia por saber; nuestro universo colectivo se está achicando debido a nuestro cada vez más sintético, pobre y rupestre lenguaje.


Leer, ejercer el oficio del criterio, el pensar por sí mismos, el pasar todo a través del tamiz del análisis autónomo, se hace extremadamente difícil porque hoy más que nunca nos hemos convertido en neo bárbaros que van a la luna y navegan por el internet sin tener una brizna de lo que hemos hecho anteriormente como sociedad que viene trabajando colectivamente desde los días del paleolítico, porque hoy más que nunca se ha conseguido equiparar el pensamiento con el dolor que causa lo lento, lo aburrido, lo solitario y silencioso que puede ser uno perdido en una biblioteca silenciosa y prohibida al hombre Masa; este hombre Masa, hombre de la gleba, que aunque nunca haya leído el Eclesiastés, la sociedad consumista actual que representa, la sociedad lobotomizada por el No-Pensamiento y el pensamiento que no dure más de una frase, la sociedad que deja a los expertos en nada resolverles sus problemas, dice que "en la mucha sabiduría hay mucho sufrimiento; y quien añade ciencia, añade dolor”. 

En la sociedad actual lobotomizada por el No-Pensamiento, las palabras de Beatty, el fascista bombero de la novela de Bradbury, es programa político de los detentadores del poder que insisten que leer, pensar, atreverse a pensar de verdad sin diques moralistas, es malo porque individualiza, desaborrega, descatoliza, desmitologiza las verdades que vienen de arriba: 

“Todos debemos parecernos. No nacemos libres e iguales, como dice la Constitución, nos hacemos iguales. Todo hombre es la imagen de todos los demás, y todos somos así igualmente felices. No hay montañas sobrecogedoras que puedan empequeñecernos. La conclusión es muy sencilla. Un libro, en manos de un vecino, es un arma cargada. Quémalo. Saca la bala del arma. Abre la mente del hombre. ¿Se sabe acaso quién puede ser el blanco de un hombre leído? ¿Yo? No puedo aceptarlo”


Y sin embargo, esas armas, hoy más que nunca, son las que en verdad hacen falta para la guerra contra la ignorancia actual.

viernes, 9 de diciembre de 2011

He ahí el execrable chetumaleño

Comentando un enlace del muro del Facebook del poeta Oscar Sauri Bazán, escribí lo siguiente: "Pero mira quien lo escribe, quien lo dice, maestro Sauri. Es el salinista chetumaleño (con lo que me jode esa especie bellaca de peninsulares) que cobra en cada sexenio su mesada adinerada, y como perro que sabe la querencia del PRIncipe desnudo de inteligencia que pretenden imponer a punta de spots los hombres y mujeres del pasado (y Aguilar Camín es un hombre del pasado, y no por ser historiador), proyecta su cálamo asfixiante contra la "masa" de tuiteros que han dado de palos y cocez a su PRIncipe que se ha pues
to a gemir su soledad libresca arropado por los bufones de su corte. Aguilar Camín, un intelectual orgánico químicamente puro, un perro de librea de los secuestradores de México, discurre su aviesa e interesada escritura para curar las heridas de su PRIncipe, yendo en contra de los "libertarios innegociables que no se atreven a dar su nombre" (¿para qué el nombre?, ¿para que el Estado represor y sus corifeos policiacos se vayan contra ellos, como le ha sucedido a tuiteros veracruzanos y defeños?), en contra de los "Radicales anónimos" y "justicieros que lanzan el tuit y esconden su compu". Al menos, nosotros lanzamos el tuit, pero ellos, los de arriba, lanzan a sus cancerberos para defender crímenes de Estado (léase el libro de Camín que habla sobre Acteal, defendiendo al priísmo que mandó a matar a los indios), o lanzan reformas y decretos que rompen la seguridad social, jurídica, económica de los ciudadanos que solo cuentan con el tuit y la compu. A los que escriben en facebook, o tuitean y se pitorrean de su PRIncinpe desnudo, el ominoso chetumaleño les llama "paleros disfrazados de ciudadanos. Pandilleros disfrazados de indignados. Linchadores vestidos de pueblo justo", y esto tácitamente cuestiona todo intento de criterio propio, y se convierte en eco del fascismo que impera actualmente en la clase política -Calderón intimida con enjuiciar a los 23,000 firmantes que lo denuncian como criminal de guerra en la CPI, en Tabasco y Veracruz se modifica el Codigo Penal para llevar a la cárcel a facebooqueros y tuiteros incómodos-. El execrable chetumaleño, un hombre para nada demócrata, para defender a su PRIncipe, convierte la libertad de expresión en un papel mojado y repleto de todos los asegunes y dependes que dicta el poder de los irracionales secuestradores de México, y lo baja a la plataforma neoporfiriana asegurando que los faceboqueros y tuiteros no están maduros para ella, la libertad de expresión sin cortapisas.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Si no hay azúcar en la alacena, no habrá café para nadie

El Pin-Che Guevara dijo que si no hay café para todos, no habrá café para nadie. Un gran hombre amargado ese argentino, pues no sabía que, no el café en sí es lo que nos hace ser plenamente humanos cuando lo tomamos, sino las cucharaditas de azúcar que le eches a tu taza. Corrijo entonces al guerrillero fofo: "Si no hay azúcar en la alacena, no habrá café para nadie". (Esto lo escribo porque no tengo ni un pinche gramo de azúcar ahora mismo que me tomo el café como jamás lo tomaría un yucateco de sepa, ¡sin azúcar!).

jueves, 1 de diciembre de 2011

Viejo árbol de palabras

Me enteré regresando de la UAM Iztapalapa. Un locutor de radio leía esos poemas que me lo sé casi de memoria: "A recorrer me dediqué esta tarde las solitarias calles de mi aldea..." A los 97 de su antivida, el patriarca de la desfachatez antipoética había recibido el Yelmo de mambrino: cosa digna de celebrarse con los ijares de la risa. Dos Quijotes saldrían más fuertes y vigorosos de la larga vida del poeta que me ha hecho comprender mejor el derecho con su apotegma de que "No le doy a nadie el derecho"...Tipo ridículo a los rayos del sol", a las lágrimas de los jorobados de existencialismos chabacanos, maestro de hecatombes y aquelarres, eres tú el que expresa las corbatas de las tardes. Hombre que no está para premios Cervantes, harás un batiburillo con los refajos de Sancho, sacarás un ped
o de tristeza a don Juan Carlos y sus desfalcadores infantes, y seguramente restregarás tus cantos, volarás lejos, irás despacio en tu turbina encapuchada, lagrimearás viejos amores porque ya han pasado los años, las tardes, las noches incestuosas y ella, la hija de tus besos, ya no sabes donde hallar...Toda la América de habla bronca y española, a la que le diste cabello, sin razones y quebrantos, es ahora la hija de tus besos, la hija de tus versos, maestro Parra. Me enteré regresando de la UAM Iztapa-baba, de que tú, viejo árbol de palabras, te habías puesto a recorrer los viejos campos de la Mancha. Un locutor osezno destripaba tus versos que guardo en mis alforjas.

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